¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

viernes, 30 de septiembre de 2011

Follar con tus recuerdos

¿Te follaba así? ¿Se ponía sobre ti y te cabalgaba sin descanso, como yo ahora?

Me restriego contra tu vientre, te mojo, te reviento las pelotas contra los muslos y mi culo prieto. Me encanta que pienses en ella cuando me follas, me encanta que pienses que somos más en la cama…
Me pone cachonda su presencia.

Tu polla me quema. Morboso. Te gusta que te pregunte por ella… La imaginas y tienes ganas de correrte en su puñetero coño, como hiciste a veces, como piensas ahora. Ese coño que no era mejor que el mío, pero ahora lo tienes lejos… ¿Sientes la diferencia?
Mírame… No soy ella… yo lo hago mejor.

Pero estaba bastante buena la jodida rubia, ¿no?
Yo estoy más buena…

Tu puta polla late con los recuerdos, te estalla con su tacto, te revienta con sus olores. Mi flujo es diferente, mi gusto mucho más acido. Ella era solo tuya…
Una puta… eso es lo que soy. Una tremenda puta. Lamería su coño mientras se la metes para probarla como la probaste, chuparía sus tetas como tú lo hiciste para retener yo también ese sabor que ahora te embriaga la lengua. Aferraría su culo para acompañarla en sus movimientos sobre tus caderas. La palmearía en los muslos para que el sonido del choque se colara en tus orejas…

Te follaría con ella. La follaría a ella… Me correría siendo la tercera…
Besaría sus labios antes de besar los tuyos para darte su sabor entremezclado. La cremosidad de su coño lo untaría en el mío para ofrecértelo abierta sobre tu rostro mientras ella te cabalga la entrepierna. Chupa mis labios con su esencia… Pruébame en ella, saboréala en mí.

 De frente a ella subida a tu cara… mirar sus tetas mientras salta sobre tus caderas. Ser las manos que se las aferren, ocupar tu sitio en esas tetas… Verle la cara de lujuria mientras tu polla se la folla…
¿Le entraba tan bien como a mí? ¿Le tenías el coño tan mojado? Dime que le decías, cuando te montaba… dímelo con tus labios pegados a mis labios… Quiero saberlo… Fóllame como a ella.

Cierra los ojos y fóllame, soy ella…



Continuación de Correrme en tus recuerdos, aunque no te importe masturbarte con ella sin haber leído el otro...

Amor... mírame mientras me folla...

Y ahí estás… dejándote que te taladre el culo el vecino… ¡Qué poco le costó dejarse convencer de que yo estaba borracho y no me iba a enterar de la follada! ¡Como se nota lo salido que estaba! Cuando te miraba en la fiesta, lascivo, creyendo que yo no observaba… ¡Y qué buena guarra eres tú, que te dejas follar para que yo me pajee!

Ahí está, enculándote a conciencia. Me gusta oírte gemir por polla ajena. Ahí, en tu sitio de la cama, de lado, tus tetas apuntándome salidas del camisón blanco… La falda arremangada hasta las caderas… tus piernas abiertas, la de arriba enganchada a las suyas… y su polla y sus huevos estrellándose contra tus nalgas. Te agarra una teta con sus dedos morbosos, pellizca el pezón de forma casi dolorosa… Lo sé, conozco la sensibilidad de tus partes más blandas. Pero entre sus bombeos y tu lujuria seguro que ni lo notas. Te muerde el cuello, cachondo… La otra mano ha pasado bajo tu muslo y te la eleva ofreciéndome una panorámica magnífica de tu coño… de esos labios menores que se abren y cierras al moverse las carnes de tus nalgas… pidiendo guerra…

Ese coño pidiendo mi polla…
Me miras, completamente salida. Te gusta regalarme tu imagen perforada por la polla de tu último amigo. Gimes para mis oídos, lo sé. Tus palabras de aliento hacia su polla son palabras que le brindas a la mía, completamente tiesa bajo la sábana. La oscuridad me brinda la posibilidad de que la veas completamente empalmada, fuera del pantalón del pijama. La presientes bajo la tela blanca, al igual que mi mano recorrerla mientras observo cómo te da caña. Más… le pides más a esa perforadora que te has buscado. El colchón de mueve escandalosamente, te tiene que estar follando a base de bien, ¡y cómo lo tienes que estar disfrutando! Tu culo abierto… tu boca seca de tanto jadeo… sus palabras guarras a tu oído que se cree que a escuchar no llego…

-          Zorra- te dice.- ¡Cómo me pone romperte el culo! ¡Y qué llores de gusto, zorra! Llora porque no te cabe mi puta polla en ese culo de guarra que tienes…
Rozas con tus dedos traviesos mis huevos mientras mi mano se pelea con la piel tensa que la recubre. Te muerdes el labio inferior mientras sientes que te corres… Conozco tus gestos… Te vas a correr con esa polla dura destrozándote las entrañas. Y él también, por el ritmo de conejo que han adquirido sus caderas. Y allí va también mi mano, a meterse en tu vagina, a notar sus embestidas, sus idas y venidas, sus roces… Y los espasmos de las contracciones de tu coño aprisionan mis dedos en tu interior, a la vez que me empapas la palma y me regalas las palabras morbosas de tu corrida… Y el otro, satisfecho, sonríe sin verme ni notar mis dedos tocar su polla a través de tus elásticas paredes. Creyendo que le hablas a él…

-          ¡Dios, como me pones, cabrón! Así me gusta… así me gusta correrme… Contigo dentro, mojarte entero… Disfrútalo… es para ti mi orgasmo.


Degustarme...

En el suelo… déjame sentir la seguridad del suelo en mi espalda porque ahora quiero perder la cabeza. Arrodíllate a mis pies, ven a venerar mi entrepierna…

Mis piernas flexionadas, la piel delicadamente tocada por medias de costura en la parte posterior, estilo vintage, con liguero sujeto a mi cintura. Ábrelas… pon tus manos fuertes en mis rodillas unidas y deslízalas por el interior de mis muslos, separándolos. Roza la piel que no cubre la media, regálame ese escalofrío al sentir allí tus yemas.
Y míralo… Mira mi coño cubierto por mi tanga, un leve triángulo de tela negro cubre solo el monte de Venus. Después, una sarta de perlas recorren desde el clítoris a la unión de las dos nalgas, donde pierdes la cuenta de cuantas hay en la prenda.

 Lo miras…
Te agradan mis labios mayores sonrosados y plenos, completamente depilados; carne trémula para deshacer entre tu saliva y tu lengua.

Lo observas…
Te fascinan los labios menores oscuros y brillantes que escapan tímidamente de entre los pliegues de sus hermanos mayores. La entrada a mis entrañas, más abajo, solo la imaginas. Y mi ano, custodiado por las dos redondeces tersas y duras que son mis nalgas…

Mi clítoris… Ese bultito de mis tormentos bajo las perlas blancas. Casi puedes sentirlo latir bajo tu atenta vigilancia, como crece y se enrojece mientras tus ojos espían esas zonas íntimas.
Y por fin lo notas, cómo me mojo… De mis labios menores resbala ahora hasta las nalgas una sustancia blanquecina y cremosa. La ves vestir mi entrepierna mansamente, sin prisas, dejándome dispuesta a tus placeres.

Aspira…

Huelo a sexo… Y lo sabes. Mujer caliente que se rinde a tus ojos para deleitarse luego con tus labios, tu lengua y tus dedos. Huelo a mujer, no a perfume, huelo a promesa de una buena corrida entre mis piernas. Huéleme, que quiero que me recuerdes así… cachonda y llena de deseo hacia mi macho.
Sopla…

Sopla sobre mi clítoris y observa cómo se retrae su funda al hincharse. Frunce los labios y dirige allí tu aire, a ese punto vital que ahora me mantiene secuestrada el alma… Sopla con tu aliento caliente, que nacido en el pulmón se dejó seducir por la garganta, donde se acompañó de un gutural gemido que es promesa de los que vendrán, prendidos de tu polla al encuentro de tu boca. Porque así te quiero… caliente para mi coño…
Tira con tus dedos del triángulo de tela y restriega con movimientos expertos las perlas sobre mi sexo, y observa como las lubrico con mi esencia.  Hazlas girar alrededor de mi clítoris y de mis labios, y escúchame gemir con su contacto. Mis rodillas tiemblan…

Rompe el tanga, por favor. Regálame el sonido de las perlas chocando y saltando a mi alrededor. Y ahora, libre de un tirón cuando tus dedos se enredaron en la delgada tira adornada, deléitame y extasíate acudiendo a mí tu boca. Tus labios besando mis labios como si fuera mi boca; introduce tu lengua traviesa entre mis pliegues para saborear mi coño.
Soy salada, algo agria, y muy caliente. Cremosa…

No soy dulce… Nunca te sabré a miel, ni a néctar. Si esperas eso… es que no me conoces… Yo soy sexo, y de esa forma mi sabor te inundará y te hinchará la polla.
Tu lengua tiene que abrirse paso por mi flujo ahora… Lo notas más espeso, más denso. Eso te encanta. Deja tus dientes rozar el clítoris en movimientos regulares mientras que esa lengua gorda y caliente me saborea entera. Presiona con esos dientes, aráñamelo… Muérdemelo…

Chupa… Trágate mis labios, mételos en tu boca y haz que maravillas con tu lengua. Recórrelos, saboréalos. Come mi coño, cómelo.
Y lléname el coño con la lengua, métete dentro, presiona fuerte… Busca mis puntos exactos donde hacerme estremecer… Rodea mi clítoris con esos dientes, chúpalo mientras yo aferro tu cabeza contra mi vientre, que necesito poder sujetar tus cabellos para no desvanecerme. Me encanta como me lo comes, me encanta como te mueves.

-Cómete mi coño, cabrón. Come…


jueves, 29 de septiembre de 2011

Corridas

El cuadro bajo nuestros cuerpos sudorosos… No pensaba que después de haberlo pintado hacía días pudiera dejar marcas en la piel de esa manera. Con él he secado la corrida de mi cara, de mi cuello, de mis pechos… Con él recogí los últimos envites de tu polla erecta, de ésa que me perforó el coño durante horas…

El lienzo fuera de su marco, como lo había querido desde que te vi pintarlo. Bajo mi culo, allí donde dices que lo dibujaste y no lo veo. Bajo mi espalda, allí donde me explicaste que la plasmaste y no pude imaginarlo. Tu arte es retorcido para mí, pero más lo son tus besos…

El lienzo bajo mis tetas, ahora que me tumbo boca abajo. Miro las manchas que han dejado nuestros cuerpos con sus fluidos… allí semen, aquí cremosa esencia de mi entrepierna. Saliva, sudor… huele a sexo el puto cuadro… Así es como yo lo quería. Y jabón… ese que no te quitaste por las prisas al verte asaltado en la ducha por tu modelo en lencería…
Ahora, teniendo el cuadro aquí debajo, pringoso y borroso de la imagen que tú plasmaste, acerco los labios a donde me dijiste que habías dibujado mi coño, y suelto la leche que me regalaste en la boca en tu última corrida. Allí has dejado parte, en mi entrepierna, y allí te la dejo yo ahora… con mi saliva…

¿Recuerdas toda la noche? ¿O tal vez solo la última corrida? Recuérdala, porque si hay algo que no quiere una mujer que se deja retratar desnuda, en un cuadro que ni entiendo, es que la olviden…




-          ¿Sabes lo que veo yo?- te comento, sin apartar los ojos del cuadro que contemplas desde hace rato. Manchas rojas desdibujadas como chorros de pintura diluida en agua.
Te giras, sobresaltado. No eres el de siempre, hay algo distinto en tu mirada… No esperabas ya que nadie te hablara cuando quedaban pocos minutos para la clausura de la exposición.

-          Sorpréndeme…
Tu voz suena como lo había imaginado, mezcla de sensualidad y perversión. Algo había en el bulto de tu bragueta que me decía que tenía que oírse así.

       -          Una corrida tuya sobre mi cuerpo tras una sesión de boby paint…- ¿Ves esos trazos de ahí? Son las descargas principales, potentes y salvajes. Estas de aquí, sin embargo, son mansas y han goteado desde tus dedos al agarrarte el capullo para menearlo…

Tu polla ha reaccionado al instante. Estás tan cachondo que te permites la licencia de llevarte una mano a la bragueta para recolocarla, ya que te molesta la presión contra el pantalón vaquero. Muerdo mi labio inferior ante tu gesto y un gemido profundo sale de mi garganta.
Hay lujuria en tu mirada…

-          ¿Y estas de aquí?- me preguntas, muy serio.
Toco mi clavícula con la yema de los dedos y deslizo mi lengua por mi labio inferior, saboreando la respuesta. Siento tus ojos deslizarse por las profundidades del escote de la chaqueta sastre, sabiendo que debajo solo hay un leve sujetador de transparente tela negra, cuyo broche delantero está adornado por una cruz dorada.  Seguro que estás pensando en que esa cruz no me pega nada. Llevas todo el tiempo mirando mi escote, sin blusa…

-          La imaginación del autor, que es muy perversa. Son de corridas que todavía no has tenido…
Deseo… Destilas deseo por tu piel. Hueles a sexo salvaje, a penetraciones bruscas, a caricias que dejan marcas.

Me deseas. Lo sé, me deseas.

-          Y,  ¿para cuándo?
Me permito la libertad de tocar la obra del artista, allí donde la pintura es una corrida solo imaginada. Mi uña recorre la mancha alargada y lentamente acaba  atrapada en mi boca, siendo chupada por mi lengua traviesa. ¿Semen que no has de beber…?

-          Estás tardando…




Enjabonado tu polla te encontré en el baño… Te acababas de quitar la ropa que habíamos manchado en el ascensor del hotel. No te habías podido contener y me habías obligado a chupártela en el pequeño habitáculo lleno de espejos antes incluso de llegar a la habitación, tan salido estabas desde que pronunciara aquellas palabras en la galería. Te había faltado tiempo para coger el cuadro, meterlo en un portaplanos redondo y echártelo al hombro. Querías regalármelo… O más bien, querías hacernos a los dos un regalo.
Cogimos un taxi. Allí desabrochaste la chaqueta y te diste un festín con mis pechos expuestos… el sujetador y su broche te habían dado un morbo tremendo. Y así llegamos a tu hotel, escandalizando al taxista con las obscenidades que te iba diciendo mientras le dedicabas todas tus atenciones a mis pezones. Pagaste, bajamos… Y en el ascensor sacaste tu enorme verga y me obligaste a arrodillarme a tu lado.

-          Traga, que se que te gusta comer polla…
Tu miembro estaba tan caliente que me quemó la lengua al primer contacto. El glande hinchado, el cuerpo venoso y fuerte… tu mano en los huevos apretándolos con morbosa insinuación. Tres chupadas más tarde estabas corriéndote en mi vestido y en tus pantalones.

Pasaste directamente al baño, soltando el lienzo enrollado encima de la cama. Te sentí arrojar la ropa a un lado y abrir el grifo de agua. Miré el lienzo y también me desnudé. Con la tela, menos tiesa de lo que habría imaginado en un principio cubrí mi cuerpo a modo de toalla y llegué hasta la puerta del baño, que habías dejado abierta. Allí estabas, enjabonándote el rabo y los huevos, dejando correr el agua a tu espalda.
Me miraste parada en el quicio de la puerta…

Tu polla se puso otra vez tiesa…



-          No te muevas- me dijiste mientras seguías aplicando goterones de pintura al lienzo que tenías suspendido en el caballete.- O tu coño saldrá corrido…
Ni te imaginas lo que se me pasó por la cabeza cuando escuché esas palabras… Tu enorme polla contra mi entrepierna, arremetiendo con fuerza…

Pero yo miraba el boceto a través del espejo que tenías a tu espalda, y por Dios bendito que no lo entendía. O era un artista condenadamente bueno, o yo de pintura no entendía un carajo. Lo que sí tenía claro era una cosa… Me encantaba tener las piernas abiertas para ti, allí, en tu estudio… sin nada más entre tu polla y mi coño de por medio que ese lienzo maldito y la tela de tus pantalones vaqueros…




Me follaste como un poseso en el plato de ducha. El jabón hacía nuestros cuerpos resbaladizos y de difícil aferre, pero tus garras me aprisionaban las nalgas y me empotraban contra los azulejos. No me quedaba más remedio que gemir agachada bajo el grifo, bien sujeta a él, para no perder el equilibrio y caer el suelo. Sentía tu polla masacrar mi coño, tus jadeos retumbar en la estancia, el agua corriendo de fondo…  
Me encantaba sentirte chocar contra mis nalgas…

-          En el culo… Córrete en el culo…
El gemido que siguió a mis palabras me dieron a entender que la elección era de tu agrado, y al momento sentí como introducías un dedo enjabonado en mi ano, dilatándolo. Momentos después tu enorme verga me llegaba al alma y me destrozaba las entrañas con su calor y su dureza. Bastaron unas cuantas embestidas más para que la sintiera hincharse aun más y tus piernas temblar junto a las mías.
-          Me corro, puta. Me corro en tu jodido culo…
Y allí te corriste… Donde yo siempre te había querido…


miércoles, 28 de septiembre de 2011

Hoy sí... así lo quiero...

Te voy a decir algo… y no rías. Sé que no lo esperas, ni yo misma lo sabía. Esta noche, solo por esta noche… quiero que me ames…

Túmbame en la cama boca arriba y adora mi imagen vestida en satén negro. Camisón, braguitas, sostén y medias, lencería fina…
Rematando mis pies, unas pequeñas zapatillas con pompones suaves en el empeine… Hazte cosquillas en la nariz con ellas, empieza de abajo a arriba. Besa mis dedos en medias escondidos, descálzame y acaricia la planta. Con el pequeño tacón, araña la pierna. Hazlo por el interior, para separarlas. Llega hasta el encaje negro de la media, y levántalo con él. Tira y observa como cede bajo el tacón, imagina que es tu mano la que entra bajo la media y acaricia la piel calentada por tus besos. Susurra contra mi piel allí en la rodilla que me deseas, que quieres que sea tuya…

Dame la vuelta…
Lame el hueco de mi rodilla. Hueco poplíteo, se llama. ¿Lo sabías? Es el lugar de mis pasiones secretas, allí pongo siempre perfume esperando a que acuda tu boca a probarlo. Allí deseo tu boca. Y desliza los dedos hasta la zona donde la carne se exhibe sin media, donde el camisón no llega, donde los muslos tiemblan por sentir las yemas calientes. Esa piel necesita tus labios mojados, tu lengua atenta subiendo hasta mi entrepierna… Sube los dedos, y al hacerlo desliza la tela, descubre mis nalgas escondidas bajo el negro satén. Allí las braguitas dibujan la curva de los montículos bronceados de mi culo, las formas plenas y prietas que se unen a mis muslos en una línea que nunca coge sol en la playa…

Hazme separar las piernas y observa cómo he mojado mis bragas con tus caricias, con tu aliento sobre mi piel, con el roce de la tela sobre mi cuerpo. Separa el satén de  mis bragas y aspira el aroma de mi sexo, observa mi carne trémula y desea colocar allí tu cuerpo, acoplarte al mío con tu carne endurecida por le deseo.
Aparta mis cabellos y besa mi cuello, y presiona mis entrañas hasta sentirte dentro. Dime que me amas mientras tus caderas juegan con mi cuerpo, susúrrame esas cosas para llevarme al cielo.

Poséeme, hazlo… Ámame, solo esta noche...


lunes, 26 de septiembre de 2011

Correrme en tus recuerdos...

¿Qué te hacían las otras?

No mires para otro lado… ¡Hazme caso! ¿Qué te dieron, qué recuerdas, que sentiste entre sus piernas? ¿Sus sexos, como eran? ¿Los recuerdas?

Dime, anda… Me corroe la intriga, se me moja el coño al imaginarte con otra mujer, cómo te lo hacía… ¿Te la comía mejor que yo? ¿Te besaba luego en la boca, con restos de semen en su lengua cachonda e hinchada por el tormento de tu polla? ¿Qué te hacía? Anda… Dime…
Cuéntame cómo disfrutabas de sus cuerpos, como te montaban y se saciaban con tu verga. Explícame como te tocaban y donde… y lo que más te gustaba. Como gemían, como te hablaban.

Me excita…
Dime, por favor, si alguna vez alguna mujer te hizo lo que yo te hago en la cama. Quiero saberlo, necesito entender lo que te gustó de ellas, lo que te dieron, lo que puede que eches en falta. Porque yo quiero hacerte todo lo que ellas te hicieron… Sé que puedo dártelo todo, sé que mi cuerpo pide ser el que te estremezca de por vida. El que te envare, el que ponga tus bolas tiesas, el que haga que tu orgasmo llegue aunque en ese momento no quieras…

Y quiero masturbarme pensando en ellas…
Déjame que abra las piernas, aparta mi coulotte con tus dedos fuertes mientras me lo cuentas… Así, acerca tu boca a mi oído y hazme experimentar lo que ellas vivieron restregando su sexo contra el tuyo. Hazlo… ¡Cuéntame cómo te corriste en ellas!

Por Dios… ¿Qué llevaban puesto? ¿Cómo eran sus bragas? ¿Estaban rasuradas? ¿Una solo, dos a la vez, tal vez tres…? ¿A cuántas te tirabas a la vez? Enséñame sus caras a través de tus recuerdos, que quiero verlas correrse como las vieron tus ojos…
Susúrrame sus historias, y dime que aun así la que mejor te jodo soy yo… Dímelo, aunque me mientas. No me importa. Sé que te tengo contento, no me cuesta no ser el mejor polvo de tu vida… aun… Por eso las quiero, quiero sus calentones, quiero tus perversiones y tus recuerdos en el velo del paladar, sus sabores, sus olores. Para mi coño, allí los quiero…

Deja que me corra pensando en lo que te hicieron. Y luego prueba mi sexo, donde conservaré sus andanzas… hasta que cumpla yo todos tus deseos…


Voyeur

Me toco el cabello suavemente, para hacerme la cola… Despejo mi espalda con mi vestido vaporoso para que puedas ver mi piel bronceada. Mi cintura… mis nalgas enfundadas en la tela ajustada, los muslos firmes y como no, mis sempiternos tacones…

Me toco los hombros para deslizar las tiras del vestido hacia los brazos, para que caiga con una caricia sobre ellos mientras me imagino que son tus ojos los que siguen el deslizar de la tela. Y no tengo la menor duda de que así me miras, desde tu ventana, tras las cortinas casi echadas. Por eso yo tengo abiertas las mías. De par en par. Yo desnuda… y tú miras…

Por eso mi macho ahora me lame el cuello frente a ti, porque sé que me espías…
El vestido termina de deslizarse por las caderas y allí se queda, ya que son voluptuosas y plenas.  Tus manos serían las manos que ahora amasan mis pechos frente a la ventana. Lo serían porque las sientes tuyas en cada instante, desde que me descubriste exhibiéndome y yo te descubrí mirando… y tocándote…

Por eso traigo machos a mi lecho… todos distintos, igual de perversos. Para que me veas con ellos, para que me veas gozando de sus vergas tiesas y sus bocas calientes y llenas de deseo. Ellos son la prolongación que a ti te hace falta para saberte satisfecho…
Me hacen apoyarme en el alfeizar de la ventada muy de madrugada, me penetran sin contemplaciones por detrás mientras sé que mis tetas bailan frente a tus ojos con cada embestida. Me follan… incansables. Me manejan a su antojo, me poseen de forma salvaje. Y eso es lo que quiero. Lo único que necesito para correrme una y otra vez entre sus dedos no es su verga dura como una piedra o su lengua juguetona. Lo que necesito no es otra cosa que tus ojos.

Durante horas me follan, mientras te miro masturbarte…
Los elijo ya con cuidado; robustos, fuertes, capaces… Insaciables, así los quiero.  Ya sé lo que más te excita que me hagan, te he observado miles de veces mientras aceleras el ritmo de tu mano sobre la barra de carne que te sobresale de entre las piernas, y que enseñas a trasluz orgulloso de que la vea. Por eso no me ando con chiquitas con mis machos. Si quiero una buena corrida tuya sobre las cortinas de tu dormitorio tengo que ser  meticulosa con ellos. Que me soben bien, que no les importe que lo haga de pie, que quiera la luz encendida y las ventanas abierta…  Que me hagan gemir como una guarra, que me hagan gozar como una perra. Que me destrocen el coño mientras tú te pajeas. Que me mojen las entrañas con la leche que sé que riega tus ventanas.

No solo para que me veas… ¡Por Dios! Quiero que me sientas…


Bondage

Atada. Bien atada… No es un decir, has tardado en hacerlo, doy fe de que hoy te has superado.

Ojos tapados por unas cintas de cuero, boca ocupada con algo… ¡Dios, no quiero saberlo! Si fuera esa bola, al menos…  Pero no… es un trapo, y sabe a corrida…
Desnuda y atada… Hoy no estoy colgada. Mis manos unidas por las muñecas se unen a los tobillos por una barra que has clavado al suelo. Mi cadera pasa y se apoya por encima de otra barra, para evitar que mi culo pueda agacharse.  La cabeza, sujetas por algún tipo de lazo desde el bocado, se mantiene tiesa y con el cuello estirado para el deleite de alguna de tus perversiones. Y me la siento unida a las caderas; si bajo un poco, mi culo se eleva y se ofrece mi coño aun más, si bajo el culo, agotada, la cabeza se levanta preparada para recibir tus embestidas allí donde ahora no puedo ni tragar saliva.

Al menos lo que rodea mi cuerpo sí sé que es cuerda. Áspera, ruda, fuerte, cortante. ¿El único sitio donde no hay soga? Mi cuello…

La soga la sentía clavada en las ingles, enmarcando y resaltando los labios mayores. La postura, inclinada en desvergonzada rendición, hacía el resto y conseguía que los labios menores se abrieran ofreciendo una maravillosa imagen de mi coño. Y mi culo no se quedaba atrás.
También se marcaba en mis muslos, mi cintura, anudando mis nalgas y encuadrándolas como un marco, ofreciéndolas para ser azotadas sin piedad. ¿Qué más sentía? Ansiedad… Y miedo.

Te conozco… Sé que estás ahí, mirándome con un dildo en la mano… Sé que tienes la polla dura, sé que te estás masturbando… huelo tu polla en la distancia, la conozco bien. Me la has dado a probar tantas veces que sería imposible no hacerlo… Es más, escucho tu mano deslizarse sobre ella, con saña, seguramente con saliva de lubricante, bien empapada.

-          Vas a gritar de gusto, guarrilla- me prometes, desde cerca. ¿Detrás de mí? Tengo los sentidos aturdidos por la ceguera.
Tus pasos hasta mi culo… eso sí los siento. Se paran junto a mí, siento tu calor quemarme la piel allá abajo. Sudor rancio, semen en el suelo. ¿Tal vez orina?  

Un azote, dos, tres… Imagino mis nalgas duras y coloradas bajo tu castigo. Sigo escuchando el chapoteo de tu puño aferrado a tu verga tiesa. Espero el momento en que me empales con ella. Gimo bajo tu mano, jadeo imaginando tu falo…
Y el dildo frío roza el borde de mi ano, rodeándolo con descaro, señalando su destino. Baja a mi raja y empapas la punta en ella; mi flujo se prende de la silicona y la arrastras sin levantarlo hasta el pequeño agujero, tantas veces mancillado por tus juegos. Sé que no me vas a avisar… Al menos ha sido un detalle que lo lubricaras antes, pienso, justo en el momento que siento como la presión me lo revienta y se introduce con sus formas caprichosas hasta los dedos tiesos, donde hace tope. Jadeo de sorpresa, y al mío se une tu jadeo…

-          Disfrútalo, guarra… Trágatelo todo.
Tu mano firme lo mueve con destreza, presionando paredes, dilatando zonas, castigando resistencias. Gimo y me retuerzo lo poco que me permite la soga. El paño empapado en semen amortigua mis quejidos y mis ruegos.

      -          ¿Quieres polla?- me dices.

¿Acaso puedo elegir?, pienso, mientras siento el capullo apoyarse contra mi raja abierta y expuesta. Esto va a doler menos…
Tu verga me empala con saña al instante. La siento completamente dura y caliente en mis entrañas, golpeando sin ritmo pero con fuerza mientras una mano me trabaja el culo y otra aferra una nalga con dedos en garra. Tu polla me destroza el alma con sus embestidas, y mis jadeos se quedan en nada por la tela empapada en saliva y leche. El golpear constantes de tus pelotas contra mi coño relaja mi resistencia, pero los movimientos me castigan el cuello ya que está unido ahora a tus caderas, a tus deseos. Y si pudiera te diría que me dieras más fuerte.

Más fuerte, sí, dame más…
La sorpresa me asalta al sentir pasos a mi lado mientras sigo siendo penetrada. ¡Qué coño! Todavía no he razonado cuando me han quitado la mordaza y una polla conocida se introduce hasta mi garganta.

-          Come polla- me dice tu voz. Esa voz que creía a mi espalda, la que creí que estaba trabajando la retaguardia…
Y yo como, claro que como, que para eso soy tu guarra…

El movimiento de mi boca viene marcado por el movimiento de la polla desconocida, que me está follando con ansia las entrañas. El dildo sigue aferrado a la mano y sus idas y venidas me producen la primera corrida. Mis jadeos te vuelven loco. Imagino tu vista fija en la polla que me destroza el coño, la cuerda que enmarca mi culo, el dildo que me estimula descaradamente el ano… Te imagino y te siento, porque tus manos agarran mis cabellos y me impiden alejarme de tu verga tiesa, salada, latente como nunca. Tus ojos perdidos en la polla de tu amigo, en su cara de gusto, en mi espalda arqueada… Te tiene que gustar lo que ves, porque tu corrida en un momento me inunda la garganta. Leche caliente que me atraganta, leche caliente que me mata.
-¡Joder! Traga, nena, traga…

Y yo trago, claro que trago, que para eso soy tu guarra…
Aun dura la sacas, para golpearme con ella la cara. Y mientras en mi coño siento otra descarga, y los gemidos del desconocido se confunden con los crujidos de la madera a la que me atas, sale el dildo de mi culo y lo estampas contra mis labios entreabiertos. Semen que no conozco untado, mi olor unido al plástico…

Y vuelvo a correrme…


domingo, 25 de septiembre de 2011

Adúltera

No se lo digas a nadie…

Estoy follando con él. Ahora, mientras me imagino escribiéndote esa carta que nunca te llegará… ahora te lo digo. Te estoy engañando con otro. Con él, con de siempre.
Vale, no solo te engaño. Disfruto como una perra engañándote con él. Ese amante que me tiene consumida el alma es el que me hace levantarme por las mañanas, y el que me lleva caliente a la cama. Eso es más aun que ser adultera. Soy una maldita zorra, porque me encanta que me folle, y me encanta contártelo ahora.

Tu ausencia me ha afectado, no puedo negarlo. Y él me llena el coño como nadie. Me deja bien follada, me hace sentir como nunca, inundada y plena. Bien jodida, sí. Y satisfecha. Siento que te enteres de esta forma, y más estar pensando en informante mientras me perfora con su inmensa verga. Pero si no lo hago ahora puede que mañana me arrepienta, y al final no llegue a contártelo nunca. Y es que creo que tienes derecho a saberlo, aunque ahora al enterarte te duela… o tal vez, solo por ser mala e imaginar lo impensable, se te levante la polla al pensarme ensartada por verga ajena.
Me folla todas las noches desde que te fuiste, y me corro como una salvaje con su boca.

Ahora está aquí, encima de mí, destrozándome las entrañas con sus embestidas, bombeando con su polla tiesa hasta lo más profundo de mi ser como si al separarse fuera a morirse. Y se correrá ahí, donde antes tú lo hacías, donde antes disfrutabas de saberte dueño de lo que tocabas. Fuiste el único explorador de mis carnes hasta que mi cama se quedó helada con tu partida, pero necesité calentarla y dejarme investigar por otro cuerpo. Mi amante descubrió mis secretos, esos que tú nunca buscaste, y me perdí consumida entre los deseos que viajaban desde sus dedos a su boca.
Lo siento… No puedo evitarlo. Al final sí que va a ser verdad que soy una puta. Mis piernas levantadas hasta sus hombros, mis rodillas flexionadas a ambos lados de mi torso... Se hunde en mí, me clava contra la cama. Me mata de gusto, créelo, me mata.

Y me encanta sentirlo ahí… No lo digo por hacerte daño, trato ahora de ser sincera después de tanto tiempo. El contártelo en este momento sé que no arregla nada, pero al menos da tranquilidad a mi coño, y tal vez a mi alma. A ti te destroza, puede, pero en estos días he decidido ser egoísta, y si alguien cubre las necesidades de mi carne creo que es justo que lo disfrute en tu ausencia. Lo de informarte, aparte de ser la fantasía que me estrangula la mente mientras él me cubre de gozo, es únicamente una maldad concebida para obtener el mayor de mis orgasmos.
Porque soy mala…

Su sexo no puede ser comparado nunca con nada de lo que me diste. Él no me ofrece seguridad ni estabilidad… Sólo me brinda lujuria, morbo y obsceno abandono. Ahora quiere cambiar de posición, me ha puesto a cuatro patas. ¡Y Dios!, su polla me perfora ahora el culo en esta postura malvada. La siento llegar al fondo, su vientre contra mis nalgas golpea ahora sin freno… ¡Y que no frene! Por favor… que ahora no pare, que todavía no he terminado de escribirte esta carta…
Sé que puede que vuelvas… ¡Joder, como me gusta su polla! Perdona, me distraigo ya con nada. Pero es que me lo hace de forma tan salvaje que no consigo centrarme en estas palabras… Ya veré lo que hago cuando al llegar la metas donde él ahora me folla. Tal vez merezca la pena compartir mis agujeros con los dos… Al mismo tiempo no, tranquilo, no te preocupes… Sé que nunca te gustaron los tríos. Eso se lo propondré a él, que ya sabes que experimentar me encanta. Y parece imposible que mi amante perverso me niegue nada.

¡Joder, me corro! ¡Joder, qué bueno! Te dejo, amor mío, espero que no estés demasiado disgustado. Mi cuerpo me pedía a gritos hacerlo… follar con él, e informarte de ello. Y te dejo, porque creo, que no te gustaría sentir lo jodidamente bueno que me está resultando que me perfore el culo, ahora que está a punto de correrse también, y de manchar las sábanas de nuestra cama, nuestras sábanas de fino hilo… 



  

Ángel

Recogí mis alas para poder sentarme mejor. Para poder mirarla, para poder disfrutar de su sinuosidad. De ese culo aterciopelado y esas tetas coronadas de encanto rosado. Tu cadera de infarto y tus piernas torneadas por la lujuria. Quien te hizo así tenía muy mala leche… pero que muy mala. Hay que joderse, que el creador que me pide respeto te me ponga delante.

Las recogí también porque, después de todo, a ella, un demonio, no tiene que hacerle mucha gracia que un ángel la corteje. Oculto las alas, y desearía su piel bronceada por el calor de su infierno para mí, para camuflarme y que me amase… No, que me amase no, vaya tontería. Que me desease… Ganas de follármela, como no. Un ángel pervertido…
Mis alas doradas recogidas a mi espalda, mis alas que me recuerdan lo antiterrenal que soy. Y, sin embargo, tan sexual…  Y tú, frente a mí, con tu humanidad, más diablo que humana, más sexo que mujer. La miro y me hierve la sangre, si es que tengo, que lo dudo. Pero algo me quema, algo me posee mientras me deleito con tus quehaceres diarios, sus banalidades, sus risas superfluas e intrascendentes…

Su alma…
Vida entera de pecado. Sudor  y fuego en sus venas. Puede que también algo más… Pero esas piernas… Sus curvas, la flexibilidad de su piel, el sabor de su sexo. No hay nada que uno pueda desear más que ese sabor perdido en la boca; bajo la lengua, en el velo del paladar, en la garganta… Allí lo quiero. Tu sabor, tu sexo.

Cabellos oscuros, pechos firmes, coño húmedo…
Loco me vuelvo cuando te imagino con las piernas abiertas alrededor de mi cintura, y tus manos aferradas a mis alas, desplumándolas. Uñas que cortan mi espalda. Y sí, es verdad, no sangro… Pero algo ha hinchado mi polla, esa que todo el mundo piensa que no tengo. Esa que sorprende y temen. Tremenda polla caliente por tu puta culpa.

El destierro. Me espera el destierro entre tus piernas. Y allá que voy, a consumirme entre los pliegues de tu carne, entre las humedades de tu placer inmenso. Fuego húmedo donde abandonarme a tu terrenalidad, a tus pasiones si me dejas… Y aunque no me dejes. Vas a ser mía, aunque no me dejes…


sábado, 24 de septiembre de 2011

Madera de teka

Una mesa de comedor es solo una mesa hasta que roza mis nalgas… Cuando tú, después de besarme apasionadamente, dejas caer mi cuerpo sobre la madera. Entonces, esa mesa, pasa a ser, irremediablemente, la confidente de nuestra lujuria y la cómplice de nuestros placeres.

Cuando tus manos dejan de estar bajo mis muslos  aprisionándome contra tu pelvis… esas manos se convierten en cadenas que me atan a tus deseos y al calor de tu cuerpo. Me siento secuestrada con ellas, me hacen rendir mi sexo  al tuyo. Esas manos, antes tensas por mi peso, ahora lo están más al tener que contener la agonía de querer devorarme, no dejar escapar ni un centímetro de piel a sus atenciones perversas. Acarician, aprietan, amasan, pellizcan…

Una mesa de comedor es solo una mesa hasta que apartas de un empujón las cosas que antes la adornaban, para que mi espalda se recueste sobre ella. Entonces es cama, para soportar nuestras andanzas. A la altura justa para que me ames, tan robusta que nunca la moverán nuestros envites… aunque, ¿Quién sabe?
¿Me poseerás con más fuerza cada vez, recostada sobre ella, con las piernas abiertas, o en tus caderas, o tal vez sobre tus hombros? Con la sorpresa de ver si se mueve alguna vez cuando tu verga hace mella en mi entrepierna. Salvaje, tu bombear salvaje me inunda y espero a ver si nuestros cuerpos la mueven, bendita ella.

Una mesa de comedor es solo una mesa hasta que tus manos se aferran a ella, mientras mis piernas rodean tus caderas, ofreciéndote las entrañas de mi cuerpo. Entonces es colaboradora de tus embestidas animales, de tu empuje contra mi entrepierna. Ese empuje que me enloquece y me marea, me quita el sentido y me lo devuelve convertido en placer en oleadas.
Mis manos se aferran a tu cuello para no perder la cordura. Mi cuerpo sujeto a tu cuerpo y penetrado por tu carne se siente más seguro, sabe que la ilusión de ser plena no se desvanecerá si te sujetan. No quiero que escapes, te tengo atado a mis piernas…

Una mesa de comedor es solo una mesa hasta que mi culo resbala por la madera, tanto sudor por el calor que me abrasa y tu movimiento rítmico al final hace mella. ¿Y la mesa, se ha movido? Tan atenta a tu cuerpo estaba, con mis piernas con medias de encaje a ambos lados de tu cara… Tacones imposibles… y las bragas destrozadas a la espalda.
Insisto… mis piernas se aferran a tus caderas, sobre todo cuando el orgasmo te llega. Derramarte en mis pliegues calientes y dejarme satisfecha… Últimos jadeos sobre la madera.

Aferrarte luego a mis piernas, tú que tanto las deseas, tus brazos exhaustos y tu tronco pidiendo clemencia sobre mi cuerpo rendido. Tus labios buscan mi boca, y tus palabras perversas mientras acaricias las medias… y sus encajes…

Tómalas, haz con ellas lo que quieras… No temas. Porque mis piernas son tuyas…


jueves, 22 de septiembre de 2011

Mala

Me quemo en las mentiras de tus palabras, pero no me importa. Las verdades a medias en el sexo tampoco son buenas, por no decir que las palabras completamente ciertas pueden hacer igual de daño. Si no hay nada establecido, ¿qué es verdaderamente lo correcto?

Refugiarme en tus deseos para no indagar en los míos, mucho más perversos…

Mantener mis sentidos ocupados con cualquier parte de tu anatomía para librarme de la maldición de mi imaginación enfermiza.
Hacer tus deseos mis deseos, por el placer de no indagar en mis huesos…


miércoles, 21 de septiembre de 2011

La moralidad de las mujeres de bien

¿Cómo te atreves? Se me ha erizado la piel, me han ardido las entrañas... En el sexo no todo vale.

¿Te excitas así? ¡Cojonudo! Pero no vuelvas a llamarme. Mis ansias por verte antes han tornado a náuseas reales...

Joder...

No. No me sale.

Tus perversiones son las mías, tus fantasías son el fiel reflejo de mi alma castigada.

No. No me sale.

No puedo mentir aquí, en nuestro lecho, para creerme mejor que tú porque mis lujurias sean más aceptables que las tuyas. La diferencia reside en ser capaz de no dejarse consumir por mis perversiones.

¿Reprimida?

Por Dios que sí.

Moralidad que ata mi coño como un cinturón de castidad. Empleo, familia, amigos. Rasero sexual agotado y anticuado, pero siempre el muro que no he de saltar...

¡Pero, por favor...!

Átame, hazme daño, humíllame con tus manos, hazme una zorra con tu polla; imagíname con otro y luego hazlo, imagíname con 4 y dame el gustazo. Pégame... y después bésame...

Elévame al éxtasis y luego abandóname en mi infierno.

Y, sobre todo, nunca digas luego que esos deseos salieron de mis labios...


lunes, 19 de septiembre de 2011

El Calientaplatos

Por 500 pavos hago lo que quieras…

Eso no lo vuelvo a decir en la vida. Lo juro. No vuelvo a decir algo semejante. ¡Fuerte cagada!

Tumbada en la mesa del restaurante, completamente desnuda,  intentando no moverme para no tirar la obra de arte del chef a la basura… Sobre todo comida cruda en mi cuerpo, crudités de verduras de temporada, quesos curados, encurtidos selectos, carpaccio de vieiras, reducción de  granadas y naranja… ¡Estoy para comerme!
Soy los entrantes. A mi derecha veo  a las otras dos chicas que cogieron en el casting. Una tiene los platos principales y la otra porta espléndida los postres. Puede que hubiera preferido la parte dulce de la cena, pero no me tocó en el sorteo.

Estoy incómoda. Debo permanecer 3 horas sin moverme en esa postura mientras los invitados picotean con desgana sobre mi cuerpo. Directivos de empresa, millonarios, políticos y algún  que otro actor de cine he visto pasar a la altura de mis piernas abiertas, donde han dejado estratégicamente colocados los cuencos de salsas. Los hombres me miran con desdén, se entiende que hacen esto unas cuantas veces al mes, porque ni siquiera se interesan por ser sutiles a la hora de alimentarse. Queso de mis pechos… algún que otro pellizco en los pezones, pero poco más. ¡Qué ganas tengo de marcharme a casa!

La indiferencia me mata. Las conversaciones son aburridas, asuntos políticos y comerciales que no esperaba encontrarme. ¡Con lo excitada que estaba yo con éste trabajo!
-          Nunca he visto una mesa con tan buena pinta- comenta una voz varonil en un ángulo de mi cuerpo al que no tengo visión por culpa de los alimentos.- Pero se te ve apagada. ¿Nadie ha jugado contigo un ratito?

Una de las cláusulas que dejaron muy claras en el contrato era la no interacción con los invitados. Por lo tanto, ni se me ocurre abrir la boca al hombre que se dirige a mí en esos momentos… Pero la piel se me ha erizado. ¿A eso se le puede llamar interacción?
-          No te he visto nunca en este tipo de eventos sociales- continua el desconocido, como si  fuera totalmente consciente de que no puedo contestar.- Eso quiere decir que tal vez no hayas sido bautizada…- En ese momento se pone en mi campo de visión, y se me corta la respiración  al verle la cara. Es de esos rostros pícaramente varoniles que saben perfectamente cómo sacarle los colores a una mujer… de todas las partes del cuerpo.- Creo que empezaré comiendo algo de tus labios.

Me hubiera gustado poder decirle que perdía el tiempo ya que no iba a encontrar nada en mi boca, pero su mano ya se había agenciado de una lámina de carpaccio y la había depositado sobre mis labios. Sentí el aceite resbalar por mi mejilla hasta la oreja derecha como si fuera una caricia justo antes de que su boca raptara el bocado de su lugar, casi sin rozar la mía.

Me descubrí completamente excitada… deseosa de que esa boca me hubiera separado mis labios e introducido la lengua hasta la garganta. Me había calentado la entrepierna… estaba mojada.
-          Claro que siempre se puede conocer a alguien interesante en este tipo de locales- continuó, mientras rodeaba mi cuerpo eligiendo los trozos que quería degustar.- Pero la gente que va a acompañarnos hoy es más de cogerte luego y pagarte otros 5000 más para que te lleven directamente así a su habitación del último piso, no sé si me he explicado.

Tragué saliva. De repente el juego ya no me parecía tan erótico, después de todo. Debí haber leído la maldita letra pequeña.
-          No te escandalices todavía, bombón. Lo bueno que tiene este mundillo es que no quieren un escándalo. Te preguntarán si quieres subir, eso no lo dudes.

¿Y por qué esas palabras no me tranquilizaban lo más mínimo? Lo veo llegar a mis pies separados adornados con trozos de fruta confitada y agacharse a elegir el siguiente bocado. Esta vez no usa las manos en ningún momento, introduciendo los dedos uno a uno en su cálida boca para llevarse la comida que presentaba todo el pie. Los mordisquea con leve presión, los chupa, los lame… Me corta el aliento.
-          Los 5000 son limpios para ti. En mano.

Lo miro directamente a los ojos, queriendo incumplir ahora mismo el contrato para poder preguntar de qué coño está hablando ese hombre. Lo miro con mayor atención, ya que anteriormente solo he había percatado de su atractivo perverso. Es un hombre que  me dobla perfectamente la edad, ya con cierto inicio de canas. Ciertamente atractivo, aspecto cuidado, correcta la pose. Culto, probablemente…
-          Ya están depositados en consigna, por si estás interesada. Solo tendrías que dejarte conducir a la habitación cuando esto termine.- Coge un crudité de zanahoria y me acaricia con el borde desde la rodilla a la ingle, haciendo un camino sinuoso en la piel especiada. Baja por la ingle hasta el interior del muslo separado y de repente no lo siento.- Lo cierto es que estamos hablando de mucho dinero.

-       Es una pena que por un miedo irracional a lo desconocido prives a tu cuerpo de las sensaciones de sentirte… amada, como la belleza que eres.

Sobre la zona de unión de los labios mayores de mi sexo se derrama una salsa tibia y densa. Apenas puedo levantar un poco la cabeza para observar la escena. El hombre, con una cuchara en la mano, dejando caer sobre mi clítoris una fina capa de alguno de los acompañamientos líquidos para las verduras. Siento como la presión aumenta en esa zona a medida que se recubre con la salsa, mientras la caliento yo con mi piel encendida. Me mira. Se muerde el labio inferior sin sonreír y deja la cuchara en su sitio. Me enseña el trozo rectangular de zanahoria cruda un momento antes de llevarlo a esa zona y presionar con él mis zonas nobles, como si estuviera apagando un cigarrillo en la base de un cenicero.

Me estremezco bajo el contacto de la puta zanahoria. Me tiemblan las piernas lo suficiente para que peligre la comida que ya lleva casi dos horas expuesta en mi cuerpo. Al notarlo la mano que la sostiene, aumenta la presión y el roce contra la mucosa encendida. Y tan pronto como estaba disfrutando del contacto vuelve a desaparecer en el interior de la boca el trozo de comida. Lo siento masticar a mi lado, pero no abro los ojos de pura vergüenza. Cuando los estremecimientos sexuales se calman consigo armarme de valor y lo busco. Está a mis pies, con la cabeza enmarcada entre ellos, apoyada la barbilla en la mesa. Barba de tres días.
-¿Sabes que te brilla?- me dice, como si  hubiera visto mi coño toda la vida con ese aspecto. Total naturalidad ante mi excitación.- Está rojo e hinchado. Una delicia.

Abro la boca para protestar ante el comentario hacia mi vulva pero chista al ver mis intenciones.

-          No, no, no. Recuerda que no puedes hablar. Ahora sí, no  se lo diré a nadie si gimes un poco.- Y se ríe, el muy cabrón se ríe.- Creo que hay algo que se me apetece probar…

Puedo ver un rozo de pepino entre sus dedos un momento antes de sentirlo introducido en mi coño. Lentamente, pero sin detenerse, todo el trozo de hortaliza acaba sumergido en mi cavidad húmeda y caliente. Siento por un instante el roce de sus dedos al hacer tope con el largo del vegetal, pero se retiran inmediatamente. Siento que varios ojos desde fuera de la escena juegan con mis miembros mientras la oleada del orgasmo me coge completamente por sorpresa. ¡Maldita excitación diabólica ésta!  
Mi vagina se cierra en una serie de espasmos sobre el crudité de pepino, y siento que mis labios bajos se empapan con los líquidos que me ha provocado esa mano perversa. Igual de lento que al entrar, sale de mi cuerpo rozando mis pareces latentes por la sensación causada. Y poniéndose a la altura de mi cabeza me enseña el trozo de hortaliza antes de llevárselo a la boca. Primero lo lame, y luego lo devora. Un momento más tarde se ha dado la vuelta y se encamina a la siguiente mesa. Otra chica lo aguarda tumbada con más platos expuestos en sus tetas.

Y mientras tiemblo aun por la experiencia más erótica de mi vida un caballero se acerca por el otro lado para apoyarse en la mesa, y hablarme al oído.
-¿Te ha gustado lo que te ha hecho el CALIENTAPLATOS?- me pregunta, con un fondo lascivo en la voz.- Al igual que he pagado los 5000 por tu compañía, quería hacerte un regalito para ponerte y mantenerte… ¿caliente?

Lo miro. Y busco la figura que hasta hace un momento estaba con los dedos pegados a mi coño. ¿De pago? Y a la vez que me desanima la idea de no haber despertado verdaderamente la pasión del morboso Calientaplatos, me pregunto cuantas sensaciones como aquellas podría comprarme por 5000 pavos…


domingo, 18 de septiembre de 2011

¡Qué lo intenten!

¡Qué pena me dan las otras!
¿Compararse a mí? Ridículo. Nadie en su sano juicio puede pretender darte lo que yo te ofrezco sobre mi cuerpo bañado en sudor tras disfrutar  mis múltiples orgasmos. Esos orgasmos que alimentas y avivas cada noche con tus palabras eternas, que se clavan en los recovecos de mi sexo y lo dejan eternamente marcado con tu zarpa de león…

Miedo, no siento. Disculpa que mi seguridad haga arrancar una sonrisa de tus labios sedientos de mi piel y mi esencia. Tal es tu capacidad de anhelo de lo que te ofrezco que sé que morirías por mis caricias y atenciones hacia tu sexo viril y palpitante. Nadie, nunca, va a poder colocarse en la postura justa para que todas tus fantasías dancen a nuestro alrededor. Y nadie va a apartar las fantasías que hago realidad entre tus brazos, desde esta mente perversa y morbosa.

¿Compararse a mí? Sí… que lo intenten. Mis jadeos son el último sonido que escuchas antes de dormir, mis suspiros lo primero que sientes por las mañanas. Los dos sonidos… lo único que necesita tu polla para ser inmediatamente incinerada por el deseo.

Nunca te has corrido como yo te hago correr. Nunca has gozado como yo te estoy haciendo gozar. Soy tu zorra, tú eres mi dueño. Nuestros sexos se reconocerían aunque se encontraran en el mismísimo infierno, allí donde creo que voy a acabar consumida si tus labios vuelven a lamer mis labios, tus dedos recorrer mi vulva, tu verga penetrar mi existencia.

¿Compararse a mí? Imposible. Reto a que lo intenten en mi cara, reto a que lo hagan a mi espalda. Que intenten seducirte sin saber lo que te gusta, que traten de camelarte sin saber que el único caramelo que te interesa ya se está fundiendo en las brasas de tus manos.  Saldré victoriosa siempre; porque soy, como ya sabes, una señora en la calle, y la más zorra de todas en la cama.

Me río, de verdad me río...

No cualquier zorra. Porque tú lo quieres así. Tu zorra.


sábado, 17 de septiembre de 2011

¡Córrete!

¡Córrete! Déjame ver tus espasmos al llegarte el orgasmo.

Riégame con esa leche caliente la boca, la cara, las tetas. Échamela por encima, restriégamela con tus dedos. Úntame con tu olor las partes que quieras. Dámela a probar de tus yemas.
¡Córrete! Menéatela con fuerza. Déjame ver como laten tus venas en ese trozo de carne compacto que sale de tu entrepierna y acaba en una seta roja y jugosa.

Tírame del pelo para poder verla de cerca. Regálame esa imagen cachonda de tu verga erecta. Déjame olerla, deja que me queme su contacto al golpearme las mejillas con ella.
¡Córrete! Y gime mientras te la machacas y se bambolean tus bolas entre tus piernas abiertas. Tus pelotas piden a gritos descargarse en mis tetas.

Haz que me sienta sucia, perra, zorra. Dibuja sobre mi piel con tu semen lo que quieras. Márcame con tu esencia.
¡Córrete!

Y deja que yo lo vea.


Noche con diamantes

No te puedes creer lo que llevo puesto cuando entro en la joyería. De verdad, estás acostumbrado a verme vestir provocativa, pero esto se pasa ya de todos los límites. Lo describirías más bien con ir desvestida... Tu polla reacciona inmediatamente y ya ruge a los diez segundo en tu bragueta, con una punzada palpitante y dolorosa que te la estrangula.
 
- Joder, tía. ¡Cómo vienes!
Noche de Reyes. Los hombres se agolpan a comprar los regalos el último día para sus esposas complacientes. Cientos de noches en la cama follando a otras mujeres, y más de uno a otros hombres, hacen que tengan la necesidad de derrochar en esa noche para compensar las ausencias de la alcobamarital. Tú no eres la excepción. Muchas de esas noches las has pasado conmigo, jodiéndonos como animales en cuartuchos de mala muerte donde te gusta tenerme y dominarme.
Y has pensado que nada mejor que regalarle diamantes, comprados pocas horas antes.
¡Qué descuido!
- Sabes que no tengo vergüenza- respondo, mientras cojo una copa de cava de la bandeja que me ofrece un educado y jovencísimo camarero, carne de gimnasio. Nalgas prietas que admiro sin disimulo alguno, imaginándolas entre mis piernas abiertas y con el tanga apartado.
Me miras de arriba abajo con total suficiencia. Ya sabes que me vas a follar como a una guarra en la parte de atrás de la joyería; se te dibujan las imágenes lascivas en el rostro y me mojas con ellas el coño recién depilado. Me regalas esas imágenes como diapositivas mientras enseñas los dientes que pervertirán luego mis carnes duras.
- ¡Baby! Gracias por venir.
Es el dueño gemólogo del local. Su fiesta privada esa noche es la envidia de las mujeres que se agolpan fuera, en la calle, observando el escaparate brillante con sus joyas y baratijas. Gay convencido, vicioso entre los viciosos. Y muy, muy rico.
- ¡Como me lo iba a perder! Un placer venir a levantarte un diamante por unas horas…
- Los que quieras. Pruébatelos todos, haz que los quieran comprar para lucir en sus esposas… Que se imaginen que adornar sus cuellos es como adornar el tremendo escote que hoy nos regalas, amor.
Se me humedecen los labios íntimos de mi anatomía aun más al pensar en la cantidad de hombres que hay en el pequeño recinto, todos observando vitrinas y bebiendo a la salud del dueño.
- Borrachos compran más- comenta él.- Y más de la mitad tiene que olvidar el precio de lo que les cuesta comprar el perdón de sus cornudas esposas.
- ¿Y la tuya?- le pregunto a mi amigo.- ¿Hoy ha sido muy cornuda?
- Todavía no. Pero la noche es joven.
Sonrío y tomo otra copa. Saco el anillo de casada de mi dedo y se lo ofrezco al dueño, para poder lucir el resto de las joyas que va a depositar en mi cuerpo.
- No, querida. A los hombres les gustará saber que estás prohibida a sus manos… Eso les pone más.
Vuelvo a colocar el anillo, recién estrenadito, en mi dedo. Regalo del gemólogo, oro blanco con un pequeño diamante, para el día de mi boda. Sí me quita los pendientes, y los sustituye por enormes aros cuya toda periferia está bordeada de la apreciada piedra. Y así comienza el cortejo, con sus expertas manos de gay cubriendo mi cuerpo apenas en ropa interior de todas las joyas que puedo soportar, dejándome brillante bajo la atenta mirada de los hombres, con pollas rabiosas en sus pantalones. Pollas que observo e imagino regalándome al unísono sus corridas deliciosas.
- La tuya me la como luego- le susurro a mi amigo.
Sus ojos llamean viendo como mis pocas ropas casi no se ven bajo los broches y collares. El gemólogo me mira con picardía, me guiña un ojo y lo mira tras terminar con su arreglo. Buena idea la del dueño de hacerlo a la vista de todos… Los hombres están desesperados por acercárseme y tocarlos. Elegir la joya y tocar el pedazo de piel que hay debajo.
- Si eres capaz de pagarlo, te llevas el premio gordo- le dice a mi amigo.- Dentro de ella te he dejado uno muy valioso.
Me mira.
Lo miro.

Y separo las piernas a la vista de todos los asistentes.
 
Las persianas hacia la calle se cierran, el que no ha entrado en el local tiempo tuvo de hacerlo.

Metes una mano en mi coño, apartando el delicado tanga. Te molesta... y de un tirón lo arrancas. Cae al suelo la preciada tela perfumada con el olor a sexo que desprendo, y ante la atenta mirada de todos veo como te deleitas en mi pubis rasurado. Un segundo más tarde el tanga ha desaparecido, trofeo de algún marido que se va a masturbar con mi coño adherido al encaje negro de la braga.

Y pierdes los dedos entre sus pliegues. Gimo. Te excitas más si cabe. Jadeo y me contoneo con el movimiento de tu mano allí dentro, bajo la atenta mirada de los morbosos ojos ajenos a la escena. El gemólogo se regocija, sabiendo que hará caja.
 
Y lentamente, muy lentamente, sacas los dedos tirando de un largo collar de piedras ensartadas en un material brillante que ni miras, y que sabes muy, muy mojado. Una piedra, dos, tres… diez centímetros de collar, quince, veinte… Me estremezco con el frotar de las gemas contra los pliegues de mi vagina, mis labios mayores tiemblan con cada roce de los enganches.

Treinta centímetros… cuarenta.
 
Las piedras están chorreando. Gotean en el suelo dorado. Ya hay hombres que están sacando la billetera.

Cincuenta, sesenta…
 
El extremo de collar cae y me recorre un latigazo hasta la parte alta de la espalda. La joya se balancea entre tus dedos calientes ante mis ojos. Huele a sexo… huele a mí…
Llevas el extremo a tus labios y tu lengua lasciva lame lentamente unos cuantos enganches, capturando mi sabor y grabándolo en el cielo del paladar. Caliente, ácido y muy, muy picante. Sabor a mujer en celo, a promesa de orgasmo sin reparos y sudor salado perlando los miembros.
- Ya hay sitio para mi polla…

Abandonarse a tu polla

Tu verga en mi sexo… ¿Cómo ha llegado ahí?

¿Cómo me abandoné tanto a tus manos que ahora estoy ensartada en ese mástil duro contra la pared de tu casa? Gimo y no sé cómo ha sido… Jadeo y no recuerdo lo ocurrido. Solo sé que me arde la entrepierna, que tu carne latente me tiene loca y plena, suspendida en un éxtasis de fluidos y latidos hasta ahora desconocido. Este sexo salvaje y envolvente no me había sido descubierto nunca.

Tus dedos  están pellizcando mis pezones; tus palmas aprietan con fuerza mis tetas contra la parrilla costal, y tu boca se oculta en el hueco entre las clavículas. Y jadeas… ¡Por Dios, cómo jadeas!
Me la clavas una y otra vez, me revientas con cada embestida. Normal que no recuerde nada, todo mi cerebro está sumergido en las sensaciones de esa verga estimulando los pliegues de mi interior, presionando recovecos que nunca pensé que sintieran algo. Mi cerebro ahora mismo es mi órgano más sexual, dejándose conducir por la experiencia que le ofreces.

Me follas con hambre, me penetras con férrea determinación. Te quieres correr allí, y sentir como luego resbala por tu verga, tus huevos, tus muslos… Y mi coño quiere que lo hagas, que me regales tu leche caliente y espesa, que me inundes y me hagas sentir sucia y pringosa.
Mis piernas a tu espalda, mis manos a tus hombros. Mi coño encendido y dolorido… Pero quiero más, y así te lo digo.

Más… Quiero más…