¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

sábado, 29 de octubre de 2011

Máscara de leche

-          Quiero lo mismo…

-          Claro, nena. Estoy deseando verlo.
Tu amiga está en el suelo, rodeada de cinco pollas que se acaban de derramar en su cara. El rostro se le desdibuja de tanta leche, tantos colgajos, tanta saliva… Sonríe, exhausta y complacida. Seguro que le tiene que doler la mandíbula después del esfuerzo. Cinco tíos… sin descanso, y solo una boca.

Tú eres el que maneja. Estoy segura de que se te ha puesto dura al escucharme pedir el mismo trato.
Me dijiste que querías que lo viera, y tengo las bragas empapadas. Tú sabías cómo reaccionaría, ya conoces mis anhelos antes incluso de sentirlos palpitar en mi entrepierna. Viciosa… me has llamado viciosa. ¡Y por Dios!, que así me siento, y lo disfruto… Hay tantas cosas que me has enseñado…
Tu amiga te sonríe, y tú se la devuelves. Has conseguido lo que querías de ella; que yo la viera… Calentarme el coño para ti está siendo tremendamente fácil. No sé si cabrearme por ello, u ofrecerte el sabor de mis bajos labios… prendido de mis dedos…

Elegiste los tipos para tu amiga. No lo hiciste muy rápido, pero tampoco dedicaste el tiempo necesario para saber si cumplirían con lo que querías que viera. Después de todo, era una escena para mí, porque me imagino que esa mujer, esto, ya lo habría hecho antes; parecía saber lo que hacía y controlar los tiempos que dedicaba a cada trozo de carne. Ha estado de rodillas todo el rato, rodeada, en el suelo de madera, en esta habitación que me resulta tan incómoda y que a ti parece encantarte. Demasiado pequeña, tal vez, o el color muy agobiante. Puede que solo sean los materiales del empapelado, o los cortinajes, o la música estridente que aunque no suena fuerte retumba en exceso para mí. En definitiva… lo que hace que la experiencia haya merecido la pena no es el tequila que bebo, es la cara de ella embadurnada en semen.

Y sé que quieres hacerme lo mismo…

-          Antes, una cosa,- me pides, al oído.- Quiero ahora tus bragas mojadas…
Esa puta necesidad de poseer la prenda en la que he dejado mi olor mientras presenciaba la escena… tu necesidad. Supongo que si no te hubiera dicho que quería hacerlo yo ni te hubieras molestado en pedirlas, porque el premio, al final, no es la simple tela.

-          ¿Las quieres ya?- te pregunto, levantándome la falda del vestido y enseñándote el género.

-          Por supuesto, nena… Mientras llega el relevo.
El relevo son 5 hombres a medio vestir, con las pollas ya en la mano. Mis machos… Entran ahora por la puerta.

Tu amiga está todavía relamiéndose la leche de la cara, restregando el semen por el cuello, las tetas  y el abdomen. Los hombres a los que se las chupó conversan entre ellos y la ayudan aun con sus lametones sobre la cara, limpiando los restos de la fiesta. El suelo está emborronado, y sus rodillas medio resbalan con los líquidos viscosos en la madera. Los míos se quedan a un lado, tipos a los que hemos visto al entrar en el salón, pero a los que no presté atención ni pienso hacerlo ahora. Sus pollas… esas son las únicas que necesito. Una verga dura tras otra en mi boca, una corrida tras otra en mi cara.

Me bajo las bragas mirándote a la boca y te sonrío mientras haces lo mismo con mis pupilas. El trozo de tela blanco se engancha en un tacón, pero consigo no perder el equilibrio y lo saco sin quedar demasiado torpe a tus ojos. Estiras la mano y yo te entrego mis bragas, procurando que la parte interna te quede a fácil acceso con solo acercar la palma a tu boca y a tu nariz… ¿Qué harás primero, olerla o lamerla?

-          Lo mismo para ti- me indicas, satisfecho, sabiendo que te has apuntado un tanto prediciendo que aceptaría el juego. Señalas las vergas que has elegido.

-          No, lo mismo no…
Sin bragas, con la falda subida y el culo en pompa, me restriego contra tu bragueta endurecida y te unto el pantalón con el calor de mi coño. No te miro… pero te imagino ahora pasando la lengua sobre el forro de las braguitas y aspirando su aroma. Olor a sexo salvaje, olor de hembra en celo.

-          Me tienes que follar mientras me lo hacen- comento, aun sin mirarte.- Sabes que una vez me dijiste que era muy fálica…

-          ¡Qué te encanta una polla!

-          Y a ti que lo tenga mojado.
Miro a mis machos. Siguen en una esquina, algunos mirando a la tipa en el suelo, otros mirando cómo me restriego contra tu verga.

-          Al suelo entonces, guarra. A cuatro patas.
No te hace falta repetirlo dos veces. Mis rodillas tocan el suelo a la vez que lo hacen las tuyas. Imagino una señal de tu mano que los hace acercar, porque en el momento ya están a mi lado, rodeándome. El vestido desaparece al poco sin saber muy bien como ha sido, y me siento sobar las tetas y escupir en la cara antes incluso que tus manos aferrar mi culo para acercar tu polla al ansiado agujero mojado. La primera verga se introduce rápida, sin freno, y se estampa contra el paladar. No es muy grande pero está dura y caliente, y me gusta el olor a sudor que se distingue en la piel que me queda justo delante de la nariz. Sabe salada… y está muy mojada. La ha ensalivado su dueño antes de compartirla conmigo. Bombea a buen ritmo, fuerte, mientras la segunda polla está a su lado, golpeando pausadamente mi cachete.

-          ¿Te gusta cómo te folla la boca, guarra?- te escucho preguntar. Tus manos ya me sujetan el culo y de vez en cuando me propinas alguna nalgada. Sé que estás disfrutando de verme recorrer la polla del primero en lanzarse, cómo mis labios se deslizan por el cuerpo compacto moviendo el pellejo hasta descapuchar el capullo totalmente con cada  embestida.
Asiento con la cabeza liberándola un momento. Miro hacia atrás y veo como te brilla la cara ante el espectáculo. No sé si al final me follarás, pero correrte te correrás en mis nalgas, seguro, porque te estás masturbando también a buen ritmo.

-          Si, cabrón… me gusta esta polla. Pero quiero las otras.
Un segundo individuo me apresa la barbilla y me mete un par de dedos en la boca, tira de mí para colocarme en posición para tragarme su verga y así lo hago cuando la tengo a tiro. Esta es más grande, y su dueño tiene más ganas de moverse fuertemente contra los carrillos. Me los empuja mientras coloca allí donde me deforma la cara una mano para sentirla a través de mi piel, y me sujeta la cabeza con la otra.

-          Trágala bien, guarra- me dices.- Disfrútala.- Y te siento ya jadear un poco a mi espalda, por lo que muevo el culo pidiendo clemencia para mi coño abandonado. Te gusta hacerme sufrir, lo sé, pero necesito sentirte empalarme, acompañar mis movimientos, que me empujes contra sus cuerpos.- Y tú, fóllala fuerte, que le gusta.
Gimo contra la polla y la siento imprimir más velocidad. A los lados ya hay varias esperando, las puedo ver disputarse el siguiente puesto. Me golpeas con la tuya las nalgas, rebota en una mientras que la otra es azotada por la palma de uno de los desconocidos. Los pezones están duros como piedras debajo de las yemas de los dedos que se turnan para castigarlos. Me arde el coño, me palpita el clítoris… pero allí nadie se acerca.

-          Chupa varias, que seguro que te las apañas.
Es una orden que no pienso pasar por alto. Me levanto un poco y colocando las manos contra los muslos de los dos donantes me entrego a la noble tarea de lamer varios capullos juntos frente a mi cara. Paso la lengua, presiono con los labios, trago y ensalivo… Saboreo. Me pringo la barbilla de babas, me castigo los labios con cada pasada sobre las carnes duras que se me ofrecen. Una, dos, tres chupadas intensas sobre la cabeza de una y ceso con ella al sentirla gotear. Varios meneos a la otra contra el paladar y ya hay otras dos que al menos piden que mis manos las toqueteen un poco. Cada fila de dedos aferrada a un pollón venoso y duro, la boca ocupada con una tercera que me revienta los labios y me embiste con dedicación.

-          Voy a ayudarte…
Me separas las nalgas y tu verga se hunde entre mis labios, recibida con cálida alegría. Mis pliegues se amoldan a tu carne y te siento recorrerme entera hasta tocar fondo, dejando tus huevos contra mis muslos cerrados. Gimo contra la polla que chupo, apretó con fuerza las que masturbo. Me correría pero sé que no me está aun permitido, y que aunque lo intente no me dejarás hacerlo.

-          Déjame metértelas yo en la boca- me susurras, inclinándote sobre mi espalda y poniéndote cerca de mi cabeza.- Quiero que las chupes a mi ritmo.

-          Ya era hora- te contesto contra una polla.
Tus caderas empujan mi cuerpo y me deslizo por sus vergas, pausadamente primero, luego con más fuerza. Una tras otra se restriegan contra mis labios y mi boca, se masturban a mi lado y me golpean los cachetes mientras la tuya me trabaja la parte baja de mi anatomía. Me recorres desde la entrada hasta el fondo, moviendo tu cadera contra la mía y restregando tu pelvis y tus cojones, gimiendo y animándome a tragar más pollas.

-          Venga, sigue… otra.
Se turnan enfebrecidas para follarme la boca, como si el único sitio seguro en aquella sala fuera entre mi paladar y la lengua. Sus gemidos me llenan la cabeza tanto como tus palabras de aliento para que las deje secas.

-          Haz que se corran, haz que te bañen.
Veo a tu amiga a un lado, con su corte que vuelve a estar empalmada. Se masturban mientras la putita les da suaves lametones por turnos. Son diez pollas empalmadas en la habitación, a parte la tuya, cada una a un ritmo diferente. Me mareo viendo la perversión de la escena, me mojo más sintiendo que las pollas que chupo está a punto de correrse. Tu mano me aferra el cabello y me levanta la cabeza, disponiendo mi cara para las primeras leches calientes y densas.

-          Gózalas, zorra… siéntelas en tu cara.
Me obligo a mirar mientras siento el primer contacto con la frente; el líquido espeso resbala hasta la ceja mientras la segunda descarga me baña los labios. Una tercera se descuelga por la barbilla y ya hay otra polla a mi lado masturbada con saña a punto de correrse. Me empalas con fuerza ahora, moviendo excitado tu verga en mis entrañas concentrándote en conseguir que me corra mientras las siento bañarme. Y el calor sube de mi entrepierna con cada roce experto que me regalas, anunciando el orgasmo. En un momento siento otras dos pollas rozando sus capullos contra mi cara, y como escupen mientras las menean con rapidez. Me llenar la nariz, los párpados, los labios. La leche se escurre por mi boca abierta y me cubre las encías, y la lengua se me embriaga con los diferentes sabores. Tú, a mi espalda, me obligas a mirarte mientras terminas de conducirme por el orgasmo que querías para mí, y sacando tu polla te derramas en mis nalgas gimiendo palabras que no llego a escuchar entre el jadeo de los hombres que me han dibujado la máscara en la cara. Mi pelo aferrado entre tus dedos, mi cara elevada, satisfecha; las corridas torturando el rímel que tan primorosamente adornaba mi rostro.

Leche blanca usada de nuevo maquillaje…


sábado, 22 de octubre de 2011

Me has descubierto

Hoy, amor… hoy has descubierto mi alma. Después de tantos años, después de soñarlo tanto. Te has asomado al abismo que nos separaba, has entendido que mi mente estaba atormentada. Hoy me has mirado a los ojos y me has preguntado. Y yo he asentido… Dices que me puse colorada.

Hoy me has empezado a ver como yo me veo. Con tacones de infarto no solo para caminar, con faldas y escote no solo para vestirme. Hoy me has visto atada, amordazada… Colgada del techo, atada a la cama con las esposas.  Me has visto con otros hombres, con varios, o con otro solo. Con ellos entre mis piernas, con ellos en mi boca; varias pollas penetrándome, o solamente mirando mientras me masturbo en el salón de casa. Me has visto con mujeres, dándome placer, o yo brindándoles mi lengua… Sus tetas en mi boca, sus coños regalados a mis deseos.

Hoy por tu mente han pasado mis imágenes. Fotos para provocar desnuda, mensajes para mantenerte caliente. Cartas obscenas, juegos eróticos… Has visto juguetes en mi coño, hoy me has visto usarlos con tu cuerpo, penetrándote… Has visto sexo sin control, has visto posturas que no sabías que mi cuerpo iba a resistir. Me has visto sexual, provocativa, muriéndome por ser la amante que siempre quisiste y nunca pediste.
Me has visto domada… me has visto siendo mi dueño.

Me has visto bañada de esperma. Deseada por muchos, poseída por todos. Me has imaginado forzada, humillada, mandando, implorando… Me observaste mirando a otros follar, me soñaste mostrándonos jodiendo como animales a ojos de terceros. Invitando desconocidos a nuestra cama, ocupando otras sábanas por el placer de levantar pasiones y pollas.
Me has dibujado con palabras sucias en tu boca, y yo corriéndome con ellas.

Has visto un mundo lleno de posibilidades en mi cuerpo que tu mente había pasado por alto.
Has escuchado mi voz diciendo soy tu zorra… Y se te ha puesto dura como una piedra.

Has entendido por fin que no lo entendía como tú, has visto que me hacía falta contarlo y no podía. Que no quería buscarlo fuera, pero que a la vez me moría de ganas por intentarlo. Que era necesario… que sin eso mi ser no existía como lo entiendes, después de todo…
Morbosa. Perversa. Viciosa…

Hoy me has visto… ¡Dios! Lo has visto y has entendido. Sabes que soy así, sabes que es lo que quiero… Que necesito que me tomes como soy tanto como el aire en los pulmones, que mi sangre se calienta cuando tú piensas en rozarme las nalgas con malicia… Esa sangre que tanto tiempo se helaba en mis venas, esa que casi ya no sentía estando contigo…
Hoy me has preguntado y te he contestado. Dices que me puse colorada…

Pero tú… tú has sonreído, y ¡por Dios! ¡Qué maravilla verte empalmado!



jueves, 20 de octubre de 2011

Como aficionarse al tequila...

Por Dios… ¡Cómo sacas eso ahora!
Me atraganto con las palabras, que no puedo llegar a pronunciar porque me tiembla el labio inferior, y la lengua se me ha pegado al paladar, al estar la boca escasa de saliva. Eso, es tu polla, y sacar… sí, la has sacado. Entera, dura y tiesa, a través de los botones de la bragueta de tu pantalón vaquero. Jugosa, plena, una delicia de polla erecta.

Coges mi mano y la depositas a pocos centímetros de ella, justo en tu muslo, para que sea yo la que dé el siguiente paso. Lo haces así porque apenas nos conocemos, me acabas de recoger en la calle, cuando mi coche me ha dejado tirada a las afueras y no pasaba nadie. Tenía prisa… y me has caído del cielo. Ya llegaba tarde…
Y me has traído, y después de deleitarte tú con mis piernas y mi escote, has querido brindarme la visión de tus partes íntimas en todo su esplendor. Tremenda polla bonita la tuya.

-          Por si quieres disfrutar de lo que has provocado.
Y claro que quiero… por eso la agarro. Pero solo un instante, para demostrarte que en verdad espero encontrarte luego, cuando termine la fiesta con mis amigas, cuando ya no tenga más responsabilidades,  pueda disfrutar de unas copas en tu compañía, o de unos condones…

-          Si puedes esperar un par de horas…
Las palabras te saben a gloria, lo veo en tu rostro, lo noto en el temblar de tu polla que aun mantengo agarrada con los dedos, casi sin rozarla por miedo a que te corras… Aun no, pienso… quiero esa corrida luego, en mi cara…

-          Mastúrbate para mí, ¿quieres? No dejes que esta jollita decaiga…



Si  no fuera por la necesidad de reunirse a escasos días de la fiesta, imposible de retrasar, habría quedado enganchada en el interior de ese coche… con esa gran asa enarbolando tu masculinidad. Llego a la puerta de la casa de mi amiga. Sé que dentro estarán esperándome; ya  llego casi 20 minutos tarde y el grupo suele ser muy puntual. Paro en seco, me atuso los cabellos alborotados por la subida de las escaleras corriendo, y saco un espejito del fondo de mi bolso. Al mirarme su reflejo me devuelve una imagen distinta a la que esperan allí dentro. Mejillas sonrojadas, frente perlada en sudor, rímel corrido hacia las sienes… Imposible no descubrir que me pasa algo. Retoco mi aspecto rápidamente, me estiro un poco y suspiro para quitarme esa excitante fotografía de la mente, tu mano aferrada a tu polla tiesa y henchida, y la promesa de disfrutarla por entera… Penetrándome, sintiéndola llegar hasta el fondo, ocupándome por entera, arrancándome gemidos con cada embestida…
 - ¿No vas a llamar a la puerta?- me pregunta mi amiga. Supongo que me ha visto a través de la mirilla, espero que no me viera arreglarme.- Llegas tarde…

- Perdón, he tenido un percance con el coche.
- Anda, pasa. Ya hemos abierto el vino y Jenny se está poniendo el modelito que vamos a lucir… ¡Tienes que verla! Vamos a llevar unas pintas… Todas vamos a acabar follando en el baño del local, con alguno de los camareros… o mejor, con el tío que se nos desnude…  Ese para mí. Es mulato y practica boxeo…

- Ya has bebido, ¿no?- Mal comentario. Enseguida tengo en la mano una copa de vino y estoy contemplando a Jenny con un minivestido, que ha conseguido en todas las tallas que llevamos las del grupo. El de la novia es negro, el resto vamos de rojo. Bueno, al menos estoy morenita…
- ¿Qué te parece?- pregunta Jenny, que lleva ya por lo menos tres copas y trata de mantener la minifalda por debajo del nivel de los glúteos, pero sin conseguirlo. Hago una nota mental, con ese modelo de vestido no se deben llevar braguitas, por muy pequeñas que sean. Mejor que se te vea el culo…

- Vamos a llamar mucho la atención. No nos van a dejar entrar así en el local. Nos va a vestir de putas…- Y me trago de un sorbo la copa de vino, bajo la mirada asombrada de mis amigas.- ¡Qué calor! Pero algo si es verdad, si esa noche no follamos todas es que el local está lleno de invidentes y homosexuales…
- Yo me quiero tirar a uno de esos… o a dos- comenta Jenny, bajándose de la mesa. Sus tacones golpean en suelo con un sonido sordo y pierde el equilibrio y cae.

- ¿Al ciego o al maricón?
- A los dos… Y luego al camarero y al cocinero… Y si hay alguien que haga de esos cocteles con volteretas en el aire también.

Y pienso que como vaya con ese pedo y ese vestido va a acabar muy mal la noche… ¡Y qué demonios!, seguro que follar con más de uno en una despedida de soltera aun teniendo novio tiene que ser un pequeño pecado que luego se resuelve con tres avemarías. La segunda copa ya está en mi mano cuando me entregan mi vestido, y por más vueltas que le doy no sé como entrar en él si no es aceitándome todo el cuerpo. Otra nota mental, cualquier sujetador se vería también muy marcado. ¡Eah! A lucir también pezones…
- ¿Has traído lo tuyo?

- Está en esa bolsa- contesto, desplomándome en un sofá. La segunda copa también acaba de la misma forma. Borracha a la tercera, seguro…- No, no me des mas, que luego me duele la cabeza.- Rechazo el vino poniendo la copa sobre la mesa, y observo como las chicas se pasan los objetos de una a otra, mientras hacen chistes vulgares acerca de la cara que se le pondrá a la novia.- Eso no lo abras, que si hay que devolverlo luego perdemos el dinero.
- ¿Y por qué va a querer devolver esta monada?- responde una. Tiene en las manos un magnífico falo, XXL. ¿Cómo me dejé convencer por el dependiente para llevarme tremendo bicharraco? Violeta, traslúcido, con bolas en su interior metalizadas, que según el chico, un tipo con pinta de hacerse pajas por debajo del mostrador mientras mira como sus clientas se ríen por lo bajo con los objetos expuestos (si, nena, mira eso un poco más, y mira el estante de abajo para enseñarme ese coñito bien mojadito mientras piensas en cómo utilizarlo… ¡oh, qué bueno…!) es lo último en consoladores vibradores.- Si no lo quiere me lo quedo…

- Vale más de lo que te puedes permitir…
- Me hipotecaré… Pero éste no vuelve a la tienda.

Lo recuerdo en tus manos, tu cara fija en la mía… ¡Oh! No puedo evitarlo… Horrible no ser capaz de contener las ganas de correr escaleras abajo y ver si has cumplido tu promesa, si te estás masturbando, si me estás esperando.
¿Follar con un camarero, vestida así? Si fueras tú…

Vale… Sucumbo…

Cierro los ojos, mientras mis amigas siguen con los planes. Ahora están con el menú. Tú llegas a mi lado en la fiesta, con copas de tequila en la mano, repartiendo la barra libre entre las excitadas asistentas. Me miras… me devoras con la mirada. Me preguntas si quiero uno, asiento sin poder emitir palabra, observando lo bien que te queda el uniforme de camarero, el sudor pegado a tu piel por cargar probablemente mercancías en la parte de atrás… Coges el pequeño vaso, haces que lo mire, y ante mi sorpresa lo llevas a tus labios y lo vacías en tu boca… Sin dejar de mirarme posas tu mano sobre esa zona donde la espalda ya no es espalda y me atraes hacia tu cuerpo con un movimiento seco y fuerte, y dejando caer tu cabeza sobre la mía posees mi boca, separas mis labios y dejas fluir el líquido cálido mezclado con tu saliva… ardiente los dos…

- ¿Y la sal?-consigo articular…
- Ven, que voy a hacer que la lamas en un sitio más… privado…
No sé como ha ocurrido, ni por donde me has llevado… Estaba tan absorta mirando cómo se ajustaba el pantalón a tus nalgas al caminar delante de mí, llevándome de la mano bien sujeta, (¿miedo a que me zafara en un arranque de lucidez y me perdiera entre la multitud?) que de repente me he visto en un cuarto en penumbras, con cajas apiladas hasta el techo, polvorientas, y barriles de cerveza que por falta de luz no parecen brillantes. Me giras con rapidez y me acorralas justo al cerrar la puerta detrás de nosotros, pegando tu cuerpo cálido contra el mío en un intento de evitar que pueda circular aire entre nosotros.
Y espero…
¿Y qué haces tú? Bajas tus manos hasta mis nalgas, las aprietas con fuerza y presionas mis caderas contra las tuyas, para que note esa tremenda erección que tiene dominada la parte baja de tu anatomía… Y de repente te frotas rítmicamente contra mí, rozando mi monte de Venus contra tu polla presa de un pantalón carcelero, arriba y abajo, una y otra vez, doblando las rodillas para adecuar tu estatura a la mía. Solo me miras, solo me gimes a la cara. Sin sonreír, con toda la seriedad de alguien que está muy seguro de sí mismo, seguro de lo que hace, atento para saber si realmente estoy deseando que levantes un poco la tela del vestido y dejarme desnuda de cintura para abajo. Y como no te retiro la mirada, y también empiezo a jadear, y probablemente hayas notado que estoy empezando a mojarme los muslos con tus movimientos me tomas bajo ellos y me montas sobre tus caderas, para depositarme dos pasos más allá sobre un par de cajas que me imagino habrás utilizado en más de una ocasión para lo mismo. La falda ya no me cubre al separarme los muslos para transportarme, aunque a ti poco te hubiera importado subirla con tus propios dedos, aferrando la lycra o tal vez simplemente desgarrándola con deseo.
-          ¿Te enseño de donde tienes que chupar la sal?
Te retiras un poco, lo justo para meter tu mano entre nuestras caderas, y escucho el sonido de la cremallera al bajarse. Tus nudillos se mojan con la humedad que desprendo al terminar la maniobra, y te das cuenta que eso no se puede desperdiciar… Agachas la mirada, siguiendo el movimiento de tu mano para extraer de la bragueta abierta esa verga maciza que llevas insinuándome con sus roces. Y la depositas entre los pliegues de mi vulva, dejando el glande a la vista, como un invitado de excepción entre nuestros  cuerpos calientes y excitados. Gimo ante su presencia, su tacto sobre mis labios, mojándola entera. Vuelves a mirarme… sigues sin sonreír. Resbaladiza, fibrosa, ardiente. Estoy loca por tomarla entre mis manos, sopesarla, prensarla. Llevarla a mi rostro y acariciarla con mis mejillas… que me golpees con ella…
-¿Le echo sal, o te la tragas así?
Ni una sola sonrisa…
Dudo al contestar, no me lo esperaba. Puede que por ese motivo ya me hayas agarrado por el cuello y me hayas bajado hasta tu pelvis la cabeza en un movimiento rápido y preciso. Me la ofreces, orgullosamente potente entre tu mano, aferrada a la base, sin dejar escapar mi cabeza sujeta por la nuca. Huele a sal, a sudor, a sexo. Brilla.
-Te la vas a meter toda en la boca, te va a llegar tan dentro que no vas a poder respirar. Pararé yo, para dejar que descanses. Si lo haces tú antes te castigaré con ella, y te aseguro que te parecerá que te golpeo con un palo de lo dura que la tengo. Me la chuparás sin descanso hasta que yo te diga y no vas a dejar de mirarme mientras lo haces. Empujaré fuerte contra tu garganta, una y otra vez. Fuerte. Hasta el fondo. Sin paradas… Y gemirás mientras lo haces, porque sé que te va a gustar… Te masturbarás mientras, te meterás los dedos en ese coñito rasurado mientras me la comes. Me llegará tu olor y me volverá loco… Lo dejarás preparado para mí, para empalarte, para arrancarte los gritos más excitantes que hayas tenido nunca. Te penetraré fuerte y rápido, te reventaré el coño si hace falta para que me pidas que termine, que me corra, que te haga correr. Te dominaré... Y si quiero me correré en tu boca, y te tragarás toda mi leche sin desperdiciar nada. Lo harás mientras tú te corres también, cuando te flaqueen las piernas de los temblores después de haberte follado como ningún tío te lo ha hecho. Te tragarás mi corrida enterita sin dejar de mirarme…
Y es cierto que me lo has dicho con tanta seriedad que no puedo dudar que sea un farol. Me vas a follar como nunca me han follado, y lo estoy deseando. Con esas palabras retumbando en la cabeza me introduces tu enorme polla en la boca, y sin tan siquiera darme cuenta me corro por primera vez…


Cuando empiezo a gemir en el sillón ya me he dado cuenta tarde de que debía haber dejado mi mente tranquila. Algunas amigas ya se han dado cuenta, y la mayoría se ríen.
-          Chica, creo que hay que darte menos de beber. O impedir que vayas a esa tienda sola. Cualquiera diría que te has corrido.
No me daría vergüenza decirles a mis amigas que casi, que lo estaba sintiendo. Pero no quiero tampoco dar demasiados detalles. A lo mejor se calientan ellas también y las conozco. Si estás todavía ahí abajo son capaces de acompañarme y meterse en el coche para conocerte… o para ver como follamos. Las muy putas…
Me levanto, me asomo a la ventana y observo la calle. Oscura, mojada por una lluvia que no he percibido mientras andaba bebiendo y chupándotela  siendo mi camarero lascivo. Intuyo frío en la calzada… Pero ahí está tu coche, y tú apoyado en la puerta, con un cigarrillo en la mano. Me esperas… No puedo creerlo. Me esperas.
El coño se me vuelve a mojar. El vaho empaña el cristal de la ventana al suspirar de gusto, exultante ante mi triunfo al conseguir que sigas ahí, en la puerta de tu coche, con tu mano sobre la bragueta, despreocupadamente.
Me vas a follar, y sé que me va a gustar que lo hagas.
Me vuelvo hacia mis amigas y rebusco entre la bolsa de los objetos comprados en el sexshop. Dos… no, tres. Cojo tres condones, por si acaso la noche se alargue. Sonrío a mis amigas y los meto en el bolso.
-          Creo que me están esperando. Nos vemos en la fiesta.
-          Tía… Deja alguno para nosotras- me dice Jenny, refiriéndose a los preservativos de colores.
-          Son míos… que para eso me los regaló el de la tienda. Mucho me tuve que agachar para que le entraran ganas de regalármelos…

Y estoy deseando saber de donde sacaremos el limón...







martes, 18 de octubre de 2011

Maldita tela...

La tira del vestido, que hace un momento se adhería al hombro, ha dejado de hacerlo. Se me hace la boca agua… Tu piel, antes cubierta sin remedio, ahora se muestra un poquito más accesible, menos rígida, más ofrecida. Ese hombro que insinúa que solo un poco de ayuda puede propiciarme el mayor de los placeres… Una clavícula, un pecho, el cielo…

La tira del vestido se ha quedado enganchada a mitad del brazo. Allí la sujetas tú, con la posición elevada del codo; si lo bajaras un poco la tira caería, y la maravilla de tu femenina figura quedaría expuesta a la caricia incondicional de mis ojos. Esos ojos que te adoran, que te vigilan y a los que tú haces concesiones, aunque no te gusten…

La tira del vestido se mece sobre los poros de tu piel, y mi sexo se humedece… ese sexo igual al tuyo. Me encandilas y me atas a tu imagen divina, me fijas como una ventosa a la superficie lisa de las proporciones matemáticas de tu cuerpo. Nada más bello en el mundo que saberte desnuda, frente a mi piel, igual a la tuya.

La tira del vestido casi cae al bajar el brazo, al acariciarte la nuca, al enredar tus dedos en tus cabellos lacios. Así me imagino yo mi mano, tras tu cabeza acomodada, compartiendo una frente pegada a la otra, con un ardor en las sienes y los pechos, agitados y chocando con cada respiración. Mis miembros enredados en los tuyos, mis cabellos confundidos con los que, desde tu cabeza, ahora me bañan.

La tira del vestido ha caído… Veo un pecho, un pezón oscuro, su areola contraída por el calor de mi mirada de mujer que te regalo. Te estremeces ante el ofrecimiento de tu imagen, la entrega de tu cuerpo; y te siento también mojar ante mi sonrisa, con mi lápiz de labios que seguro que quieres probar… como yo quiero hacer con el tuyo. Un metro entre nosotras, ahora menos, con cada paso de mis tacones. Y no retrocedes… eso me gusta…

La tira del vestido me mata…

La tira de tu vestido podría seguir resbalando. ¡Y lo deseo! Necesito verla caer, perderse por tu cintura, rozar la cadera sinuosa y reptar por el muslo hasta enredarse en los pies descalzos. Tus dedos cubiertos de la tela caída, sintiendo el frío del suelo de mármol, manteniendo la estabilidad de la espalda con su balanceo… esos dedos que deseo besar, sin reservas… Allí encontraría la tela, la tira, tu piel. Allí depositarían mis labios la saliva que los calentaría, y se uniría a las caricias de mi lengua, mientras muerdo la tela. Si solo el vestido resbalara y cayera...

La tira de tu vestido tiembla. Lo hace al compás de tu respiración, de tus latidos, de tus gemidos acompasados y horriblemente excitantes. Deseo acallar tu miedo con mis manos, con mis dedos expertos, con mi cuerpo frotado contra el tuyo. Calmar el ansia que siento y que me enciende el alma, sumergir mi grito en las aguas profundas que intuyo entre tus piernas. Perderme en tu ser, como tantas veces he imaginado, y como tantas veces me has dejado soñar. Pero solo soñar...

Esa tira…

Oler la tira, probar la tira, tocar la tira…

Desgarrarla…

Mala tela. Merezco lo que no me ofreces, y no lo pido para no perder lo que se me brinda. Al final, he llegado a pensar que sería un pecado perderte, tanto pecado o más tal vez que no intentar alcanzarte.

Tocarte.

Y estiro la mano, con mis uñas pintadas de rojo. Largas, para rozarte… para colocar la tira, al fin, en su lugar…



Cena Preparada

La mujer llega a casa de noche, cansada tras la jornada laboral. Los hombros caídos indican que ha tenido mucho trabajo, que no ha sido solo estar por estar, aunque de esos también tiene días. Hoy casi se la nota abatida, con el uniforme de faena, sin ganas de cambiarse en su centro… Con lo único con lo que sueña es una ducha.

Sube las escaleras y se encuentra a su pareja en el primer rellano, sentado en el suelo de mármol, con el pantalón desabrochado y la polla semierecta en la mano saliendo a través de la bragueta abierta. Se la menea despacio, casi con descuido. La actitud de un hombre que ya se ha corrido…

-          Hola, amor- le saluda ella, dándole un beso en la frente, agachándose hasta rozarlo con los labios.- ¿Entretenido?

-          Ahora no, pero pienso estarlo…
En su mirada, fuego. Y mientras, su polla se va endureciendo…  Sus labios se ponen tensos, su lengua lame la carne y los pies descalzos sienten por vez primera la frialdad del mármol recorrer desde la plata hasta la parte baja de la espalda. Pero se contiene, sabe hacerlo desde hace años… Lo que está por venir es mejor que lo que su mano ahora puede ofrecerle.

-          Cámbiate, zorra. Ahí tienes tu ropa.
Un juego…

Con lo cansada que está ella, con lo que desea un baño, con lo que precisa quitarse sus ropas y quedarse en pelota picada en la intimidad de su casa… Su marido, el fetichista… Su amante, el que siempre la quiere con tacones de aguja.

Y por Dios que los ha bajado. Sus tacones más altos, y su minifalda más corta. El cinto ancho, como bromean en la intimidad, sabiendo que esa falda es solo para el disfrute de él, que nunca ha salido de esas cuatro paredes estando apenas cubriendo la parte superior del espléndido culo de ella. El vicio de unos ojos que la visten y le hacen sentir el calor que no produce la falta de tela. El vicio de unos ojos que la miran andar sobre esos tacones imposibles y la sostienen y animan con cada paso y el bambolear de caderas. Vestida para el morbo de un fetichista, vestida para follar en unas escaleras.
El deseo de él enciende el de ella. Sus manos dejan caer sus pertenencias, que se arremolinan en torno a los pies de ambos. Se quita la ropa y se descalza, y coloca las nuevas ropas de zorra sumisa sobre sus formas tensas y plenas. Y luego un zapato cubre un pie, y luego el otro afianza la posición del tacón para erguirse sobre ambos. La diosa que él desea, la dueña de la casa… y de su polla.

-          ¿Me ves muy zorra, mi dueño?- ronronea ella, doblando las rodillas y enseñándole el coño con las piernas abiertas. La tela de la falda vaquera es demasiado breve para que tenga significado llamarla, en verdad, falda, y así se deja ver por su pareja, que la contempla extasiado mientras no deja de machacársela…

-          La mejor de las zorras…
Sus tobillos se contonean sobre los tacones, moviendo la pelvis en círculos, ofreciéndose, melosa. Los ojos del hombre brillan ante la visión del sexo de ella, sabiendo que se lo comerá, como ella tanto le gusta.

-          Tienes tu cena en las escaleras, zorra…
Ella se da la vuelta y observa; no ve nada. Se levanta, se acerca y se inclina, ofreciendo una maravillosa panorámica de su culo en pompa, coño caliente y muslos prietos esperando ser separados. Y se inclina más…

Allí, en el primer escalón, una gotas…

Semen…
A ella también le brillan los ojos, ahora. Su lengua escapa de su boca y se presta rauda a recolectarlas. La desliza lentamente sobre el frío mármol, con la punta se adhiere su metálica esencia, fría… A eso no está acostumbrada. La prefiere caliente, como solo él sabe tenerla para ella.

-          Todo, zorra…

-          Como gustes, mi dueño…
Recoge más gotas y un chorro más espeso en el siguiente escalón. Seguramente el primero que salió con fuerza. Lo imagina allí, machacándosela con dureza, pensando en ella, jadeando frenético. Y se moja su entrepierna más, y allí van sus dedos, a la vista de él, a darse consuelo, mientras la lengua describe círculos contra el escalón, recolectando la corrida de su amante.

-          ¿Puedo hacerlo?- pregunta ella. En su posición siempre es respetuosa, y sabe que a él le calienta que lo sea.

-          No… Ya te lo hago yo…
Y mientras ella limpia el suelo con la lengua lasciva de esclava él la empala a cuatro patas con su verga de dueño, y le gime agarrado a su minifalda, mientras los zapatos se bambolean ante el poco asiento que le dejan los tacones. Disfrutan de las carnes el uno del otro, de las visiones y sonidos que se regalan, como solo ellos saben hacerlo. Gemidos entre la zorra y su cabrón, solamente gemidos y sudor.

-          Cuando termines con esa aquí tendrás otra, zorra.

-          Gracias por el regalo… - responde entre jadeos.- La estoy esperando, mi dueño…



domingo, 16 de octubre de 2011

Fundirme...

Aliento contenido, temblar de miembros.

La exquisitez de saberse dueña de la saliva que ahora recorre mi piel, al menos en ese único instante, en el que tus labios adoran los pliegues, las montañas, los valles… Mi cuerpo rendido al tuyo, mis ojos cerrados, entregada.
Deleitarme con mis propios gemidos, regalándome a mí misma los sonidos que despiertan los placeres que me entregas. Mis oídos atentos también a tus palabras. Perversas y maravillosas declaraciones de intenciones. Mi amante lascivo, mi compañero siempre salvaje y dedicado. Y por mí… siempre también consentido.

Saborear el agridulce de tus pensamientos hechos actos con las yemas ardientes de tus dedos. Actos que me matan en el calor de las sábanas de mi cama, revueltas entre las piernas juntas, expectantes. Cama maldita que me ve unirme a tu cuerpo, sostiene el tuyo para hacerme estallar con el bajar de pestañas que me producen también tus jadeos… Saberte disfrutando de mi imagen retorcida, la espalda arqueada y los labios entreabiertos. Lengua sedienta de ti…
Labios mordidos. Puños cerrados contra el cobertor de la cama.

Y sudor, mucho sudor bañando los cuerpos.
Sentir que me correría solo con mirarme y soplar sobre mi sexo…

Aliento contenido, temblar de miembros…
Y escucharte suspirar, llegando tu lengua a mis ingles. Sentir las articulaciones rígidas de tus dedos hincarse en las carnes de mis nalgas. La frente de tu rostro rendida sobre mi vientre tenso, tus cabellos cubriendo mi ombligo, vistiéndolo…

Y escucharte suspirar, sí, sentirle hacerlo contra la piel que contemplas, contra la piel que deseas.
Y derretirme entre tus palabras, fundirme y hacerme agua con ellas…

-          Separa las piernas…


viernes, 14 de octubre de 2011

Te deseo...

Ojalá pudiera abrazarte fuerte para quitarte esa inseguridad tan aplastante que siento en tus palabras. Ojalá mis labios se pudieran fundir con los tuyos para que respiraras el aliento que exhalo. Ojalá poder poner la mano allí donde late tu rabia y sentirte fuego y brasas. Ojalá...

Ojalá...

Desesperado te siento, amante mío… Tuya la ansiedad que hago mía, tuyo el deseo que prende mi alma.

Que no te duela mi ausencia, que más de una vez he faltado, y los reencuentros de dos sexos que se llaman como los nuestros, eternamente a encontrarse a altas horas de la madrugada, por muchas noches que no choquen no dejan de arder en la fragua de Vulcano. Sigo ardiendo aunque me faltes, sigo viva aunque me muera...

Los reencuentros son mejores, las gargantas tienen hambre. Y el líquido que moja mis bragas, por más que se seque en ellas sin encontrar consuelo, siempre estará fundido con el olor de tu polla. Allí, donde te recuerdo... allí, donde tengo tu esencia cincelada por tus manos expertas... En ese trozo de carne que tan bien se acopla a tus deseos, y a las partes de tu cuerpo que ofreces sin reservas...

Esa gota que se escurren ahora de tu miembro endurecido es el regalo que me haces al leerme con la pasión que te ofrezco. Esa dureza que intuyo en tu entrepierna es la que me dice, que además de lujuria, aunque no lo quieras, mi imagen es mucho más evocadora en tu mente que unas simples tetas. Y eso me basta para sentirme satisfecha.

Por eso no me digas te quiero nunca, no me vale de nada...
Dime solo... te deseo...

Porque hay, sin duda, almas gemelas... Pero nuestras almas, además, son una...




miércoles, 12 de octubre de 2011

Sentirte otra vez

Hubo un tiempo en mi vida en que separaba las piernas y los hombres acudían… Sí, en manada acudían. No sé si me olían, no sé si la vista de mis carnes prietas les excitaba, imagino que el sonido de mi voz llamándoles también ayudaba…

En ese tiempo disfruté de sus sexos tanto como pude, tanto como me ofrecieron. Fui amante y confidente, amiga y puta… Escuché tanto sus quejas como sus jadeos, sus lindas palabras y los insultos de los que tanto mi cuerpo gozaba. Sentía sus almas… escaparse por la leche espesa que me derramaban. Sentirlos latir… y no solo en la parte con la que me penetraban.
Los oídos son buenos para cierto tipo de males. Yo curaba de todo, sobre todo las ansiedades. La gente no puede entender que en el arte de una buena mamada puede residir la capacidad para aliviar la tensión que acongoja el alma. Dejarlos correr en mi boca, y luego tragarla… Dejarlos formar parte de mí mientras sus pollas impiden que el aire me alimente los pulmones. No porque me cuenten cosas, sino porque el jadeo que escucho salir de sus bocas sé que es para ellos una liberación. Por eso repetía, por eso probaba pollas. Escucharles gemir, sentirles vibrar… Para mí, que disfrutaba con sus corridas, el mejor sonido era el de sus voces llamándome puta.

Sentir sus descargas…
La liberación más absoluta, la relajación más sincera… Una corrida... Un interminable segundo en el que no importa nada. Ese segundo era mío, ese segundo me llenaba las horas muertas de la impertinencia de mi vida vacía.

Y ahora, con anillo de casada, con las piernas siempre cruzadas y la boca cerrada… Ahora, con la lengua anhelante, los labios tensos y la garganta preparada… Ahora, partida el alma en dos ante la duda de saber si al separar las piernas acudan igualmente olfateando mi sexo…
Ahora…

Ahora tiemblo ante la posibilidad de que alguien, justo detrás de mi oído… acariciando con la lengua la piel calentada con miradas severas y lascivas…
Ahora tiemblan mis piernas porque alguien me llame puta.


Alarmas


-          ¿Pero tú has visto lo buenos que están los dos jodidos seguritas de la puerta?
Claro que los había visto… ¡Como para no verlos! Cachas de gimnasio, de esos tíos que deben pasarse horas delante del espejo haciendo posturitas y diciéndose a ellos mismos lo cojonudos que son. Creídos, salidos, viciosos…  Del tipo de tío fácil que le gusta a mi amiga. Tíos que adoren su cuerpo, tíos que se dejen manejar por un buen par de tetas. Todo lo que una chica quiere tener metido entre las dos piernas y enterrado en su coño… o en su culo. Y me imaginaba a mi amiga como tendría que tenerlos ahora… calientes y muy mojados…

-          Si, están buenos. Pero no creo que te vayan a hacer caso. Están de servicio.
Y es que conocía las perversiones de la chica. Era siempre un aquí te pillo, aquí te mato. Anoche mismo, en la disco, no había parado hasta follarse al camarero debajo de la barra. Me daban pena los pobrecitos que caían en sus redes… o lo que es lo mismo, cualquier hombre en el que ella se fijara. No había visto salvarse a ninguno, y mira que llevaba años con ella de amiga.

-          Eso te lo has creído tú.- Su seguridad siempre me ha resultado agobiante-. Esos dos están a mí servicio, que es diferente.
Y me lo creo, claro que me lo creo. Mi amiga va a follarse a los dos seguritas. No se me ocurre el cómo ni el donde… pero el cuándo es innegable. Es un ahora.  Y de eso no me cabe duda.

Estamos en el reducido habitáculo de un probador de la tienda. La puerta es de cortinajes pesados, y las paredes, de placas de pladur, están forradas de espejos, con los percheros a ambos lados de la entrada. En el interior solo hay un taburete, y yo estoy sentada en él. Ya ella sola se ocupa todo el espacio; con lo agitada que se ha puesto no para de moverse.
Mira las dos camisetas que tenemos colgadas en el perchero. Eran dos piezas que pensaba probarme para salir de noche. De lentejuelas negras una, y de encaje otra, en el mismo color. No soy tan llamativa como mi amiga, por lo que tengo que lucir ropa con la que conseguir que un tío me mire. Esas dos prendas son muy vistosas, y aunque no he llegado a probármelas estoy segura que han de quedarme bien. Pero ella tiene otras intenciones, y pronto me las revela.  

Les busca las alarmas. Son de esas alargadas y grandes que ya casi ni se usan, de las que te desfiguran toda la prenda y se te clavan en el culo cuando te estás probando el pantalón vaquero.  Las mira en ambas prendas, y de un tirón las arranca. Pena de camisetas.
Dos alarmas… Dos agujeros… Asombrada, veo como mi amiga se baja el pantalón con rápidez y las bragas con la misma agilidad, como si le fuera la vida en ello. Se mira en el espejo, separando las piernas y observando tu pubis rasurado. Me encanta la cara de golfa que se le pone cuando imagina algo… y ya puedo imaginarme lo que piensa hacer con ellas. Se mete primero una en el coño, con movimiento experto… La otra acaba en el culo, de la misma forma. Se me hace la boca agua… Ahora sí que no puedo creerlo, no esperaba los dos agujeros…

-          Estás loca…

-          Estoy salida.
Y lo creo. Es más que evidente que para meterte dos alarmas en sendos agujeros hay que tener el cerebro muy nublado y la entrepierna muy caliente.
Mueve las piernas y las caderas, sintiendo los dos trozos de plástico dentro de su cuerpo, y parece que le gusta por la expresión perdida que adquieren sus ojos. Se sube las bragas, se recompone la ropa y mirándose brevemente en los espejos  sale del probador a la carrera. La sigo de cerca, no quiero perderme el espectáculo. Me encanta verla montárselo con los tíos que decide follarse.  Y a ella le encanta que yo mire… y que a veces le saque fotos con el móvil. Se dirige directa a la puerta, mira a un vigilante, y luego al otro. Se relame y les lanza sendos besos. Los chicos se ríen y se miran.

-          ¿Mucho trabajo?- pregunta, lasciva, mirándoles descaradamente la bragueta.

-          El de siempre- contesta uno, supongo que al que ha dejado más caliente.

-          Parece aburrido- comenta, mirando al otro.

-          Pasamos el rato- le responde el segundo, que se estaba comiendo su culo con los ojos.
Da un par de pasos, lentamente, hasta llegar al arco que detecta las alarmas… Los tacones de ella suenan como los latidos de un corazón que tiende a detenerse ante la espera. La pregunta que se refleja en su cara por la incertidumbre de que funcione su plan es más que evidente, ya que supongo que no todas las alarmas suenan…

Y la luz se enciende, y el sonido de la sirena estalla en el ambiente.
Estoy completamente segura que cuando escuchó la alrma mi amiga se corrió de gusto. Me apuesto lo que sea…

-          ¡Dios! Al entrar no sonó…- comenta, girando la cabeza hacia uno, y luego hacia el otro.
Los dos seguritas se miran entre ellos. Dudan. A uno parece que le sudan hasta las manos…

-          A veces pasa- por fin dice el primero-. Mueve el bolso delante, a ver si suena…
Coge el bolsito que lleva, de esos que si metes la cartera ya no te cabe el teléfono móvil, por no hablar del paquete de pañuelos, y lo contonea frente a la puerta. Varios pases. Nada.

-          Puede haber fallado la alarma- comenta el otro. Mirando lo ajustado que le quedan el top y el pantalón a mi amiga no piensan que pueda haber escondido nada debajo.

-          ¿Fallado?- pregunta ella, un tanto nerviosa. No puede irse todo al carajo porque los tíos estén tan embobados mirando sus tetas que no la vayan a presuponer culpable de hurto. Y vuelve a pasar por el arco de la entrada. La alarma se dispara y la luz roja parpadea nuevamente. La chica de la caja mira hacia afuera, con cara de pocos amigos; parece que el sonido le desagrada sobremanera. Un tercer vigilante ha salido de un cuartito lateral en el que nunca habíamos reparado, y se dirige hacia nosotras. Es por lo menos diez años mayor que sus compañeros, tal vez el jefe-. ¿Se me puede haber quedado algo enganchado?
Sus ojos bailan de un rostro a otro, mientras se relame los labios y se toca el culo con tremendo descaro. Miro hacia el tercer vigilante, que se ha quedado parado en la distancia y mira a mi amiga con los brazos cruzados, apoyado en una pared. Los chicos lo miran y él les hace una señal, que entiendo que quiere decir que pasen al cuarto a registrar a la chica. El otro es perro viejo, se le nota en la mirada. Y parece que les debe deber algo a los dos jóvenes, porque después de casi entender que allí dentro van a liarla, estoy segura que más que los dos tonticos a los que los llevan a un matadero del que van a sacar tajada, el tercero en discordia ocupa su papel de no digo nada y, realmente, no dice nada.

-          Acompáñeme, por favor- le indica el más lanzado, y le extiende la mano para que camine delante.
Como no… ella delante…
Y allí que va mi amiga, contoneando caderas y culo como si fuera desfilando en una pasarela, regocijándose en su éxito y me imagino que teniendo su segundo orgasmo. Pero cuando se gira y mira hacia atrás, le cambian las facciones del rostro. Algo falla…

-          Y tu amigo, ¿no nos acompaña?

-          ¿No te basta conmigo?- le contesta. Yo los sigo a poca distancia, pasando desapercibida, seguro. Esa es la sensación que siempre causo… la no sensación…

-          Quiero que esté delante.
Entre señas se comunican los tres, y el mayor asiente. Ocupa el lugar de los otros en la puerta, y el segundo cachas corre moviendo pectorales hasta ponerse junto a nosotros. Lleva cara de perrito al que sacan a pasear sin esperarlo, al que le acaban de enseñar una correa.

-          Mi amiga entra- comenta ella, refiriéndose a mí, cuando llegamos a la puerta abierta. Un pequeño cuartito con una mesa, tres sillas, una tele y una cafetera eléctrica. Las paredes están pintadas de amarillo, ya sea por pintura o por el humo de cigarrillos fumados a escondidas.

-          Por mí…
Entramos los cuatro en la pequeña estancia y me dispongo a observar sentadita en una de las sillas. Es algo incómoda, de respaldo recto y bajo, pero sé que no voy a tardar mucho en levantarme. Dejo el bolso sobre las piernas y me recuesto, excitada. El último cierra la puerta, con un leve click que hace las delicias de la lujuriosa muchacha. Se paran los dos delante de ella, uno a cada lado. Mi amiga se deja mirar, separando levemente las piernas. Está disfrutando del momento como si ya se la estuvieran follando, seguro. Incluso el pantalón ya tiene que estar mojado. Casi puedo olerla; en celo, caliente y espesa allí abajo, entre las piernas atléticas que siempre le he admirado. Ese centro de lujuria que yo no he disfrutado pero que siempre me ha regalado, con su atrevimiento.

-          No parece que puedas tener nada que se te haya podido quedar olvidado- dice el segundo, después de un tenso minuto en el que las curvas de mi amiga no han dejado de moverse de un lado a otro. Incluso ha separado los brazos y los ha dispuesto en jarra, para marcar más la cintura. Los ojos de ambos la han recorrido al milímetro, completamente embelesados.
Uno de ellos ha sacado ya uno de esos aparatitos portátiles de una estantería, con el que pretende registrar a mi amiga para ver por donde suena. Eso le quitaría todo el morbo al asunto, y ella lo sabe. Así que niega con la cabeza, fingiendo, o tal vez sintiendo, apuro. Quiere el cacheo… Lo desea con todas sus fuerzas. Dos tíos buscando por su cuerpo, tocándola como a una ladrona… Tratándola con rudeza, sentirse sucia y manoseada, como una fulana. Eso busca siempre las llamas de sus ojos, el desafío… Ese punto de inflexión en el que se balancea y con morbosa inclinación hacia el desastre hace caer su cuerpo hacia el lado de la perversión más absoluta. Ella no lo sabe… pero me arrastra de esa forma maravillosa al interior de sus entrañas, cuando las pollas se la están tirando, también siento que es mi coño es que se están trabajando.

-          Hay veces que la vista engaña- lo invita ella, subiendo un poco el final de la camiseta, como queriendo quitarse la tela del cuerpo.
Juro que vi como las dos pollas se ponían tiesas al instante bajo el pantalón marrón del uniforme. Uno de ellos casi babeaba. Y el más lanzado tomó la camiseta por los bajos y mientras ella elevaba los brazos se la sacó por la cabeza. Ese momento, en el que sabes que estás perdido, en el que sabes que, aunque no quieras, vas a follártela, que no hay remedio, que tu polla es la que manda… Ese momento se dibujó en la cara del vigilante, y pude gozarlo entero, solo para mis ojos, porque ella no lo observaba.

-          Tremendas tetas- se le escapó al mirarla, pero no parece que le diera vergüenza.

-          ¿El sujetador no te molesta?- le dice, pero casi antes de que termine la frase el que le mira el culo desde atrás está desabrochándole los corchetes y dejando caer las asillas de la prenda hacia debajo de los hombros. Sus tetas se quedan tiesas, apuntando hacia adelante, con los pezones duros como piedras. Mi amiga se ríe, y mientras lo hace siente que se le arrima por detrás el segurita travieso y le restriega la polla contra las nalgas. Cierra los ojos y disfruta del primer contacto. ¡Vaya si lo disfruta!

-          Parece que aquí arriba no hay nada- dice el otro, que le mira el gesto de vicio que se ha dibujado en su cara mientras la soba su compañero.

-          ¿No vas a inspeccionarlas? Por si acaso…
Las manos fuertes se agarran a las dos tetas con furia, y las amasan sin dejarle un rincón sin tocar, mientras los pezones se escabullen entre los dedos, pellizcados con fuerza. Luego la boca ocupa los huecos que quedan libres y la oigo chupar y lamer con ansia. El otro sigue con su bragueta contra el culo enfundado en vaquero, aferrado a sus caderas y tirando  de ella para sentirla más todavía. Le muerde el cuello, y le mete la mano entre las piernas, sobre la áspera tela.

-          Creo que habría que mirar aquí abajo también…
Mi amiga se derrite, le tiemblan las piernas al escuchar sus palabras tan cerca del oído. Me han gustado hasta a mí, que solo miro, mientras las cuatro manos compiten por conquistar más recovecos, disfrutando del excepcional cuerpo de mi amiga, la putilla.
Desde atrás le desabrocha el pantalón, y de un tirón lo llevan hasta sus rodillas. El de adelante se separa un poco y admira su tanga, el de atrás se relame mirando el perfecto culo rosado y en pompa que mi amiga le regala. Culo tieso. Perfecto.

El segundo segurita agarra la tira lateral del tanga y tira de ella hasta que la prenda cede y se rompe. Hace lo mismo por el otro lado para terminar de retirarlo. En un momento ellos buscan lo que, aunque no quieran, les mantiene intrigados.
-          ¿Qué coño te pitaba?- le pregunta el que tiene en frente.

-           El coño, precisamente…
La coge en volandas y ella, de dos patadas, se desprende de los pantalones y las sandalias. En pelota picada se queda entre los brazos del enorme segurita que mientras veía como le rompía su compañero el tanga se ha abierto la bragueta y se ha sacado una impresionante polla dura y erecta, y ahora se aloja entre las dos pelvis juntas.

-          ¿No vas a buscarla?- pregunta mi amiga, completamente cachonda.

-          Te la empotraría en el fondo con mi polla, zorra.
Pero lo que hace es darle la vuelta, pegarse el culo contra la verga, mientras su compañero se agacha y, metiendo dos dedos en el interior de su coño, que ella le ofrece gustosa, saca la alargada competencia completamente empapada. Acto seguido le da la vuelta, y a punto está de ensartarla así, de pie, mientras su cara está enterrada entre sus tetas, cuando de repente el otro repara en mí y me señala. Me excitó su gesto, no lo niego…
Mi amiga lo mira y responde con dureza.

-          Ella me mira, y así lo quiero.

-          ¿Bollera? Puedo arreglarlo…
Lo dice mientras se menea la polla con ansia, mientras me mira como si necesitara mi boca. Me mojo de forma exagerada, no me esperaba que me invitaran a la fiesta. Nunca he participado, siempre estoy a un lado, como ausente.
La diosa desnuda se mueve sobre la pelvis del joven adonis y se ensarta ella sola el enorme pollón, sintiéndose que casi lo único que la sujeta es ese trozo de carne compacto y caliente en sus entrañas. Jadea, y el otro gime. Y el segundo en discordia se la empieza a cascar con ganas, nuevamente. Varias embestidas seguidas vuelven a poner a mi amiga de buen humor, y se digna a mirar al que da la espalda.

-          Creo que tengo otra alarma escondida…
Más caliente que el fuego se acerca a su culo el vigilante, y con más rudeza aun le extrae la segunda alarma. La huele, la lame, y se la mete en la boca a mi amiga, con contundencia. Le llega a la garganta, y ella la chupa hasta hacerla perder entre sus labios.

-          Pues disfruta del espectáculo- me dice el segundo, mientras coloca en la entrada del culo la polla dura que también le clava sin miramientos.
Así, en volandas, con las piernas totalmente abiertas sujetas ahora por el que le trabaja la retaguardia, mientras el otro agarra sus caderas y la menea para que a diferentes tiempos bombeen dentro de ella, se la tiran como desesperados. Tengo que cruzar las piernas sintiendo que estoy a punto de correrme, y mientras me froto contra la silla y mis bragas se humedecen más que nunca me doy cuenta que a ellos les importaría un carajo que me echara una mano al coño y me masturbara gozando del espectáculo. Pero no lo hago. Eso sí… les saco su foto. Preciosa la foto… Ella doblemente empalada, gimiendo y gozando. Su boca unida a la del otro, con la alarma entre ellos, sujeta por las dos quijadas, y lamiéndose… Unidas las bocas por la puta alarma de los cojones… El otro follándose su culo, mirándolo y dedicándole guarradas a los oídos de los que se devoran con la mirada.

-          ¡Qué culo más bueno, zorra! ¡Joder, como me la empina tu puñetero culo!
Ella gime con ganas. Les tenía ganas, la muy guarra. De vez en cuando me mira… Y me sonríe. Pero, sobre todo, mira hacia abajo, hacia su coño, para disfrutar de la polla que la destroza con su roce constante. Le encanta mirar… en eso me entiende…

-          ¡Coño!  Me corro, me corro…- dice el que la encula.
Y se corre. Entre espasmo lo hace y su leche llega al suelo. El ritmo acelerado que ha imprimido a sus caderas ha causado el mismo efecto en ellos y primero él, y luego ella al sentir la corrida inundarla por entera, gimen como locos, y se comen las bocas como condenados a muerte.
Así, ensartada… así se apoya en su pecho, rendida y plena, luego hacia atrás, abandonando sus tetas a las caricias del pollón andante, que se deleita con ellas.

-          Gracias a dios que soy precavida…- les digo, mientras les arrojo las dos prendas del probador a cada uno de ellos, cuando están sacando las vergas y ensuciando el piso. Mis camisetas para la noche, suerte de lentejuelas y encaje…
Las miran, se ríen, y con ellas se limpian las pollas, dejándolas hechas una porquería. Luego mi amiga se limpia también el coño con una de ellas…

-          ¿A las perchas?- pregunta, traviesa.

-          Al bolso… nosotros invitamos…