¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

domingo, 25 de noviembre de 2012

No pienso describirme

Estoy hasta las narices de ir a intentar excitarme leyendo y encontrarme con moñadas del tipo: Hola, me llamo Marisa, y voy a describirme para que te hagas una idea…


Yo no quiero que te hagas una idea de como soy. Quiero que me imagines como te salga de los cojones. Sí, así de claro. Da igual que sea atractiva o una tía que espante nada más mirarla. Nunca he querido levantarte la polla con una tremenda foto de mi culo. Quiero que te derrames sobre mis palabras, no sobre mis nalgas. ¿O acaso quieres venir a verme, ser mi amante, follarme duro?

Si así lo quieres…

Yo lo que quiero es contarte mis historias, endurecerte, humedecerte, hacerte vibrar. Hay cosas que me pasan y nadie las creería… Hay otras que, simplemente, no las debes ni tener en cuenta… porque serías un iluso. Imagíname como una amiga, que te cuenta una mentirijilla de nada, sabiendo que bajo la tela del pantalón se te pone el miembro duro con mis palabras…

Soy perversa, pero así soy yo.

Me gusta saberte cachondo, es un defectillo que tengo… ¿Y a ti? ¿Te gusta que te ponga cachondo? Lo que daría por estar frente a ti, leyéndote una historia: De como mi amante, en su último arranque de sinceridad, me ha propuesto hacer un trío con un desconocido. ¿Te empalmarías para mí? ¿Me mirarías a los ojos, al escote, o a los labios… al hacerlo?

Siento una enorme curiosidad por ti… seguramente, igual que tú por mis historias… No sé como te empalmas, si cuando nombro de primeras la palabra polla, o cuando te cuento como me la meten. No sé si en ese momento sientes ganas de echar la mano a tu entrepierna, o esperas a haber terminado, y luego recuerdas lo que escribí… O, simplemente, no consigo excitarte nunca.

Yo me excito con lo que escribo. ¿Puede que sea porque son recuerdos? ¿O tal vez porque son, simplemente, mis fantasías? Tal vez te excitara más saber mi altura, el tamaño de mis pecho, o como sabe mi coño. Lo que debes saber, sin duda… es que me gusta el tequila.

Tranquilo, no pienso ponerme a filosofar si es bueno o malo que desees imaginarme. Te recomiendo que pienses en el culo que más te ponga. Al fin y al cabo, yo a los tíos con los que sueño… los imagino siempre muy muy muy…

Eso sí: dibújame morbosa.

De esas mujeres que se relamen los labios pensando en las obscenidades. En bajarte los pantalones en medio de la calle, cuando no pasa nadie, y hacer que te empalmes con dos lametones a tu polla. De esas a las que no le importa que la perfores por el agujero que quieras, con tal de que sea con palabras sucias en la boca, manos firmes en mis caderas, y ojos ardientes bien abiertos, sin perderte detalle. ¡Por Dios! Así te quiero, cuando te cuente la última de mis historias…

Y la última de mis fantasías puede ser… ¿verdad o mentira?

 ¿Por qué te excita tanto una historia real? ¿Realmente te excita que me violen, que me sodomicen, o que me lo haga con una chica? ¿De verdad quieres que haga un trío? ¿En serio quieres que sea una puta, una respetable madre de familia o una enfermera viciosa? Podría ser cualquier mujer que imaginara. Podría ser cualquier mujer que quisiera. Pero simplemente soy morbosa. Y a ti te gusto así… Porque así sabes que cumpliría cualquiera de tus deseos, con tal de mojarme las bragas imaginándote llevar tu mano a tu polla, y moverla arriba y abajo, buscando ese placer que tanto me gusta brindarte.

Mastúrbate conmigo, sea yo quien sea… ¿Qué más dará si soy rubia o morena, alta o baja, con curvas o sin ellas? Lo que sí te importa es lo decidida que estoy a levantar tu polla. Con palabras o con imágenes, con caricias o lamidas. Quiero que te importe que mi coño esté siempre húmedo, pensando en que me lees… Que mi garganta se seca cuando gimo mientras follo, que mis ojos se clavan en los tuyos, deseando que me cuentes si disfrutas. Me gusta que me hables mientras me la metes. Y que jadees junto a mi oído… al correrte… Claro que, si para ti es interesante que te diga que soy una jovencita de 25 años a la que su amante acaba de informar que desea compartirla con otro hombre… Te lo cuento de otra forma… Porque Magela, ya lo sabes… cuenta las cosas a su modo.

Magela te contaría que le temblaron las piernas al escucharlo, pero que también se humedeció al imaginarlo. ¿Miedo? Sí, tal vez… llámalo miedo. ¿Qué mujer no se asustaría pensando que su novio la quiere compartir? Soy sincera, y te confieso a ti, querido lector, que me morí de miedo. Soy de sensaciones, y en ellas me pierdo. Y la voz de mi amante, al susurrarme que quería verme disfrutar como una puta siendo usada por otra polla me dejó helada. Me imagino contándoselo a una amiga. "¿Sabes que me ha propuesto hacer un trío?" Muchas de mis conocidas me dejarían de mirar a la cara si les dijera que me lo podía estar planteando… ¿O tal vez no? ¿Las amigas de Magela serán tan liberales como ella? ¿Y Magela tendrá amante fijo, o muchos amantes? ¿Será de novio, marido, o de las que busca a hombres casados para levantar su autoestima cuando le arrebata el esposo a alguna tonta? ¿A cual de ellos elegiría mi amante para compartir mi cuerpo?

Eso es realmente lo que humedece a Magela, pensar en qué pone cachondo a un hombre, y por qué… ¿A quién cojones iría a elegir él? ¿Alguien que fuera de mi agrado, que pudiera sustituirle pasado unos cuantos polvos, o al típico enclenque con polla pequeña que no diera la talla y no lo dejara en ridículo? ¿Alguien morboso? ¿Alguien que pudiera arrancarme un orgasmo?

Temblé… claro que temblé. Pero que mi amante me quiera empalada por dos pollas… me dejó asustada y excitada al mismo tiempo. ¿Quieres imaginar si lo hice realidad o no? ¿Quieres, acaso, que te lo describa? Yo, sin embargo… me excito pensando en lo que imaginaba mi amante al preguntarme por la posibilidad. Eso es lo que a mí me tienta, saber si él miraría más la polla del otro al introducirse en mis carnes, o la suya… Si disfrutaría más de mi culo prieto, o de la visión de las manos del otro al apretarlo y palmearlo. Si preferiría el roce de mi piel y sentir mi cuerpo, o la polla del otro rozarse a través del tejido que separaran ambas vergas. Besarme él… o verme besar a otro.

¿Qué es lo que excita a un hombre que pide a su mujer dejarse follar por otro? ¿Quiere repetirlo? ¿Espera que yo lo disfrute, o verme vejada? ¿Desea que luego se lo relate, sabiendo que soy escritora erótica? ¿Qué coño esperas de mí, perversa mente? Magela te lo puede describir antes de hacerlo… Puedo describirte como me vestiría para ambos, donde me sentaría en la primera cita, lo que bebería. ¿Te interesa, lector, saber si me mojo pensando en ello?

Me mojo, amante mío, me mojo y mucho… Pero tengo miedo. ¿A que me guste, a que luego quiera más, a que me trates como a la zorra que me siento y luego ya no deje de serlo en tu mente? ¿Acaso no es eso lo que yo quiero también? Quiero que me imagines como desees, que encuentres en mí lo que siempre quisiste en una amante. Si no te lo dieron antes, me alegro de hacerlo yo ahora. Sigue leyéndome, querido amante, querido lector… e imagíname como quieras, en la situación que quieras, diciendo lo que siempre quisieron escuchar tus oídos. Porque yo escribo para que se te levante la polla, y sin necesidad de decirte que mi culo sería el mejor que habrías taladrado en tu puta vida. Tú… sólo créeme, ¿vale? Es más fácil para ambos…

¿Y si en vez de gustarme… me doliera? Tal vez eso es lo que te ponga, perverso lector… Oírme llorar y quejarme mientras me follan los dos al tiempo.

Yo sé lo que me excita. No me excita describirme…

Yo me mojo cuando te empalmas. Tú te empalmas… cuando me hueles mojada.





miércoles, 21 de noviembre de 2012

La Olvidada

¿Me recuerdas?

¿Recuerdas el sabor de mis labios, la calidez de mi piel, o el olor de mi pelo? ¿Recuerdas el sonido de mi voz, susurrándote palabras obscenas al oído, o el tacto de mi mano aferrada a tu verga tiesa?

¿Me recuerdas?

Hace tantas lunas que no visitas mi cama que empiezo a ponerlo en duda. Antes, no pasaban sino unas horas entre una llamada y otra. Hace unos meses no me imaginaba teniendo frío por las noches, arropada sola, con el pelaje de mi gato por único contacto con un ser vivo en la intimidad de mi dormitorio. Hace unos meses… estabas loco por mí.

¿Qué te pasa ahora?

No, ya sabes que no es una pregunta… para ti. Preferiría, ciertamente, no saber qué te pasa…

¿Ya no te excita la redondez de mis nalgas restregándose contra tu pelvis, justo antes de bajarte la bragueta? ¿Ya no te la ponen dura mis pezones erectos, tras pellizcarlos con mis dedos recién ensalivados… con tu propia saliva? ¿Ya no tiemblas al imaginar mi lengua recorriendo tu polla?

No sé dónde estás…

No, ya sabes que no es cierto… Sé donde estás. ¡Ojalá no lo supiera!

Tu almohada ha perdido tu aroma, y no lo encuentro ya por ningún rincón de mi casa. Tu imagen se desdibuja, allí donde antes estabas tan presente. Follándome sobre cualquier mesa, aferrando mis caderas contra cualquier pared, tironeando de mis cabellos para que te obedeciera y me ofreciera en el tramo de escalera que resultara de tu antojo. Tu imagen no se recorta, desnuda y magnífica, empalmado hasta casi doler, por mis humedades…

Ya no me deseas… y no puedo entenderlo.

No, no es cierto… Sí puedo entenderlo. Lo que pasa, sin duda, es que me niego a asumirlo.

¡Por Dios! ¡Vuelve!

Deja que me arrodille ante ti, y con los párpados caídos en total sumisión, y que con la boca abierta esperando recompensa, te brinde el placer que antaño te otorgaba. Concédeme el honor de probarte nuevamente, de separar mis piernas para ti, de sentirte derramar contra mi cuerpo.

Si hice algo mal… perdóname…

Te necesito dentro.
Me muero sin tus atenciones, sin tu lengua lasciva recorriendo mis pliegues, sin tu cuerpo fuerte chocando con el mío. Simplemente… muero sabiendo que prefieres las atenciones de esa… de la otra.

¿Celosa? Sí, lo reconozco. Mucho. Siempre…

¿Qué tiene de malo? Al final, tanto decirme que eran obsesiones sin fundamento, y acabas traicionando esa confianza que poco a poco levantaste. ¿Para qué fomentar mi estima, si pensabas destrozarla a las primeras de cambio? Quisiera odiarte por ello, y no encuentro, sin embargo, las fuerzas para hacerlo.

La otra… Supongo que la primera. La única para ti. Esa mujer que se fue rompiendo tu corazón en pedazos, esos que reconstruí con paciencia, haciendo que tu mirada se perdiera en la mía, tu boca se bañara en mi saliva y tu mano se metiera en mi entrepierna. Me deseaste, follaste conmigo como quisiste, utilizaste mi cuerpo entregado a tus sucias voluntades…

Y ahora me dejas.

Ella ha vuelto para recuperar lo que fue suyo y dejó abandonado, y tú, estúpido, has caído tontamente en sus redes. Y mi cama te extraña, y también mi cuerpo. No voy a negarlo: me perdí en lo que nunca había sido mío, pero que me apropié en un engaño. Tu boca, tu cuerpo, tus manos… Tu polla entregada a los placeres que arrancabas a mi coño húmedo y cálido… Me perdí en nuestro sexo salvaje. Ahora, no encuentro la forma de recuperar el aliento, volver a sudar como lo hice entre tus brazos, secar mi garganta con los gemidos que disfrutabas haciendo brotar de ella mientras embestías mis entrañas.

Ahora te la follas a ella, tras decirme que yo siempre sería la única, que nadie más te satisfacía, que ya nada tenía sentido, si no encontrabas mi cuerpo hambriento tras la dura jornada. Y ahora separo las piernas… y espero en vano. Ahora paso la mano por mi coño rasurado y no encuentro consuelo. Te fuiste… ella ganó esta batalla. Y no creo tener fuerzas para emprender una nueva. Elegiste bando y salí derrotada. Mi carne se seca sin tus atenciones y por el derramar de lágrimas que a nadie conmueve.

Ser tu juguete por tan poco tiempo.

Palabras falsas de hombre pérfido, que me quiso moldear a su antojo, imitando a una original a la que no tenía. Palabras falsas jurando que me deseaba. Palabras falsas que me juraban que era simplemente suya.

Fóllame otra vez, no importa si luego vuelves con ella. Saca de su letargo a las carnes que un día saboreaste, que se perdieron fundidas en tus deseos, y que marcaste con tu simiente ardiente. Hazme gemir, hazme correr, hazme sentir nuevamente tuya. Cerraré los ojos y no lloraré cuando abandones mi cama tras derramarte en el lugar que elijas.

Fóllame, te lo ruego. Recuérdame lo que sentía cuando era tuya, cuando pensaba que siempre volverías, cuando disfrutaba siendo tu puta.

Vuelve a enterrarte en mi coño. Bombea con furia, con rabia. Clávame la polla hasta que duela. Confunde mis entrañas con las suyas, como hiciste que yo confundiera mi alma con la que imaginabas. Fóllame duro, entra y sal de mí sin descanso durante eternas horas. Ven a disfrutar de lo que te pertenece, te entregué sin reservas y aceptaste porque era tuyo. Presiona mi vientre con tu verga endurecida, que luego tras tu corrida le daré cobijo en mis entrañas.

Allí, donde te recuerdo... Allí, donde te siento...

Y prometo no llorar cuando salgas huyendo.



jueves, 8 de noviembre de 2012

Preséntate...


- ¿Enamorada yo?- pregunto, con cara de ilusa, mientras cepillo mis cabellos rizados frente al espejo-. ¿Qué dices, tía? ¿Cómo voy a estar enamorada, si solo nos vemos para follar?

Me encanta mi aspecto juvenil. Nadie diría que tengo la edad que tengo. Y a nadie le importa, en verdad. Ninguno de los tíos con los que últimamente me veo me ha preguntado por mis años. Les ha valido mirar lo tiesas que están mis tetas, y que cuando se rozan con algo se endurecen los pezones a la primera. Si, además, son dedos masculinos…

El tío al que se refiere mi amiga es uno de tantos. Un hombre más bien tirando a feote, de esos en los que no repararías a la primera de cambio. Pero es muy morboso.

Un autentico pervertido…

Nada más verlo en la barra del bar, rodeado de sus amigotes, supe que su polla iba a acabar entre mis labios. De esas imágenes que te dejan parada en el sitio, sin aliento, casi jadeando. Un flash…

- Para nada, tía. Es solo sexo-. Mi amiga estaba al otro lado del teléfono, y no podía ver que en mi rostro se había instalado cierto rubor preocupante. Yo intenté ignorarlo, mientras recolocaba los rizos en una alta cola de caballo-. Únicamente folla bien.

No sólo follaba bien. Simplemente me derretía entre sus brazos cuando, con dedos hábiles, soltaba los broches de mi ropa y dejaba mi piel expuesta a sus lascivos deseos. Y eran muy obscenos.

Putón, me llamaba. Y por supuesto, así me sentía.

Con él siempre estaban húmedas mis bragas, acelerado el corazón y anhelante la boca. Con él siempre tenía ganas.

Ganas de sexo vibrante y sin barreras, perversiones a las que otros no llegaban ni imaginaban. El sexo era, definitivamente, diferente.

- No. Esta noche no lo veo a él. Tenía no sé qué de una partida de algo con sus amigos-. Una estúpida partida de algún videojuego que llevaban meses esperando que se pusiera a la venta. Me había dado tanta rabia que había quedado con otro pringado, de esos con los que se relacionaba él, solo para que se enterara de que me había dejado magrear por otro, de primera mano-. Sí, tía, como te lo cuento. Es un auténtico friki. ¡Pasar de mí por una tarde delante de una consola!

Por supuesto, no se lo iba a perdonar con facilidad… Y, sin embargo, cancelaría todo si me llamara en ese mismo instante y me dijera que quería meterme la polla en la boca.

Como había hecho aquella vez en el bar.
- Quiero que me lamas la polla, muy lentamente. Ensalívala despacio, saboreando cada pliegue de piel.

Se me tuvo que quedar cara de imbécil, porque sus amigos, a su espalda, sin poder escuchar lo que me decía aquel tipejo, se rieron a carcajada limpia. No sé si se me desencajó la mandíbula, o bizqueé, o quizás se me escurrió un poco de saliva por los labios al imaginarme haciendo exactamente eso allí mismo, arrodillándome frente a él, desabrochando el cinturón y la bragueta y descubriendo unos calzoncillos con dibujillos japoneses. ¿Cómo coño me había dicho luego que se llamaban esos cómics? ¡Mierda de memoria!

Tener su enorme polla entre los dedos, recorrerla con las yemas suavemente, deslizar la lengua sobre el capullo brillante… ¿Cómo podía desear hacerlo sin saber siquiera el tamaño de la verga?

El tono autoritario de su voz…

Tenía la voz más varonil que había escuchado nunca. Nada de timbres estridentes. Era la típica que se escuchaba en los anuncios, por la que se pelearían las cadenas de radio para hacer un programa nocturno de llamadas. Me imaginé descolgando el teléfono para hablar con él en antena, y contarle mi vida sexual desde los 16 años, con tal de escucharle decir nuevamente la palabra polla.

- Quiero que te la tragues hasta los cojones. Tienes pinta de ser capaz de hacerlo. Estoy seguro que la mamas de vicio…

Y, desde luego, no lo hacía nada mal.

- Como lo oyes, chica-, seguía contándole, mientras me colocaba el perfume en mis rincones estratégicos-. Quedé para chupársela a un amigo suyo.

La mayor venganza… que se lo contara.

¿Cómo había sido que en aquel bareto me había visto lamiendo su verga? Una mano en la base de tu tremendo pollón, y la otra retorciendo uno de los pezones sobre la camiseta, gimiendo de gusto al hacerlo. ¡Y eso que aun no había bebido!

- Imagina cómo se le van a levantar las pollas a esos de ahí atrás cuando te vean hacerlo…

Ahí estaba el clic que no entendía. El morbo… Quería hacer que ese tipo se corriera en mi cara, y que sus amigos se la cascaran mientras tanto, sufriendo ante la idea de saberme intocable, pero a la vez tan cercana y facilona. Tantas corridas a sus pies… tantos jadeos resonando en mis oídos.

El sonido de las cremalleras bajándose a mi alrededor, acompañando el succionar de mis labios, apretados contra la polla más enorme que había visto en mi vida… (Ya puestos a imaginar, había que imaginar a lo grande, ¿no?) ¿Cuántas vergas tiesas, deseosas de la rapidez y destreza de las manos de sus dueños? No importaba el número, importaba que estaban duras por mí. ¡Qué excitante! ¡Por fin una fantasía hecha a mi medida!

Morbo. La palabra clave.

Y me imaginé llevándome a todos al baño, y siendo observada y follada por mis jodidos agujeros al tiempo, siendo la más puta de todas las putas, como una vez cantó Sabina. A mi edad, y con la seguridad que tengo tras lo que he hecho con mi cuerpo, y con mi mente… el mayor de los retos es dejarse llevar, y olvidarse de lo convencional. Y aquel tío, sin más, me ofrecía el cielo. Aquello que ninguno pedía, pero que a todos se la ponía tiesa cuando lo soñaban.

Sentirme clavar una verga enorme en el culo, mientras mi boca sofocaba el grito de molestia contra otra polla. Resoplar contra esa piel caliente y dura mientras empezaba a bombearme contra las nalgas. Fuerte y rudo. Como dirían en la calle, rompiéndome el culo. Babear y gemir sintiéndome empalada, disfrutar al ser sometida por las voluntades de los hombres… Y descubrir, con ansia, que también necesitaba una polla que rellenara mi coño, rozara mis paredes en pugna por marcar el ritmo con la otra con la que me follaban, y compitiera por el espacio y la humedad que me provocaban.

Y más pollas esperando…

¿Cómo podía haber vivido sin eso?

Manejada como una muñequita, deseada y usada sin más. Poco importaba de cual de aquellos tipejos fuera la verga que me arrancara el gemido, ni la boca que escupiera sobre mi culo, para facilitar el deslizar del miembro erecto hasta el fondo, donde ya casi sentía que dolía. Y, en ese momento, sentir mi coño reventar por un empellón rápido, que continúa taladrándome una y otra vez sin descanso.

Y mi morboso desconocido follándome la boca, y disfrutando de la visión de mi cuerpo desmadejado por sus coleguillas. Complacido más por lo que observaba que por lo que realmente le hacía sentir en la polla.

Obsceno…

- Creo que no nos han presentado…

Sonrió de medio lado, arqueando una ceja.

- Y tanto que es cierto…- Se rió, y tomó mi mano.

Creí que en ese momento, en ese primer contacto, oiría su nombre. Sus dedos eran finos y suaves, con uñas perfectas. Manos de mujer, de tío que no ha trabajado con tierra en su vida. Imaginé esos dedos recorriendo mi cuerpo, soltando los broches de mi ropa interior, e introduciéndose en mis pliegues mojados. Los sentí moverse una y otra vez dentro de mí, clavando las yemas, arrancándome estremecimientos con cada círculo que completaban. Dedos ágiles, dedos enloquecedores.

Querría probar esos dedos tras correrme. Le pediría que los llevara a mi boca, para chuparlos con ansia, y darme el gustazo de relamerme con mi propio sabor caliente. Mis manos alrededor de esos dedos, mirándolo a los ojos. “Y ahora chupa otra cosa.”

- Pues sí, cariño-, le contesté a mi amiga, poniéndome unos enormes taconazos negros, y arreglando las medias frente al espejo. Mi interlocutora resoplaba al otro lado de la línea telefónica, maldiciendo por lo bajo mi desfachatez-. Da igual que este en especial tenga pasta gansa para gastarse en mí, yo lo que quiero es que no me tomen el pelo.

Y por supuesto que no me lo iba a tomar, el muy cabrón. Se iba a arrepentir del plante que me había dado por una partida de videojuegos. Dejaría que su amigo metiera la lengua en mi coño, succionara con hambre, y me hiciera correr. Agarraría sus cabellos y guiaría su cabeza si era tan torpe como para no saber comérmelo en condiciones. Y si llegaba a ser realmente necesario, me pajearía moviendo yo mis caderas contra su barbilla, si tenía tan poco seso como para no hacer que estallara y le mojara los labios con la humedad de mi entrepierna. Todo… con tal de que se llevara impregnado a casa mi olor, y que mi friki amante me reconociera cuando le dijera, con mi corrida aun en los labios, que me había pasado por la piedra.

Su compañero de piso…

Por muy morboso y fascinante que sea un hombre, no se merece el berrinche que sufría ahora por su culpa. Buen sexo, sí… Fantasías cumplidas, por supuesto… Desinhibición sin la necesidad de tener que estar borrachos los dos para perder los complejos.

Pero también quería devoción.
- Se lo merece. Ya sabes lo que pienso al respecto-, concluí.

Y colgué el teléfono escuchando sus últimas palabras. Me habían enfurecido.

“¿Y por qué te molesta tanto que no pase la noche contigo, si no estás perdidamente enamorada de ese capullo?”

Aquel primer contacto… cuando sus dedos tocaron los míos, y cogió mi mano entre la suya. Lo recordaba como si fuera ayer… y ya hacía casi un año. En ese momento supe que se la chuparía sin duda, que todos sus amigos mirarían si querían, y que se correrían por el espectáculo que les iba a ofrecer. Mi lengua recorriendo toda la verga tiesa, mis ojos viciosos negándose a apartarse de la visión del resto, mientras se masturbaban frenéticamente ante mis piernas abiertas, y mi coño rasurado expuesto apenas oculto por la diminuta falda. Mis pezones erectos… ansiando esos dedos masculinos que me cogían la mano.

- Una descortesía, desde luego, no presentarte…- le había replicado yo.

- No te hace falta mi nombre, a la que tienes que conocer es a mi polla.

Y mi palma se cerró sobre la verga endurecida y caliente del hombre que me tomaba la mano. Apretó la pelvis contra ella, y cerró mis dedos sobre el mango duro y poderoso. Al fin y al cabo… era ella la que quería conocerme.

 
 
 





martes, 6 de noviembre de 2012

Sacrificios


“Sí, putilla. Sigue moviéndote así… Sigue haciendo maravillas en mi polla. Lame, zorrita. Que se note que tienes ganas…”

Poco importa si los gemidos que levantan mi verga son fingidos. Poco importa si tu mirada de deseo no es tal, y si la humedad de tu entrepierna es provocada por algún lubricante que antes te has colocado. Al fin y al cabo lo único que te importa es la pasta… ¿verdad?

Mujer guapa, pero desgraciada. Tres hijos pequeños. Un trabajo agotador, mal pagado, asfixiante.

Quieres seguridad, necesitas un padre para tus retoños frágiles, quieres alguien que ocupe tu cama… y te arrope por las noches. Quieres sentirte protegida.

Y yo me muero por metértela en la boca.

Y ya puestos, en el culo…

“Sí, putilla. Chupa. Lo haces de maravilla. Cúrratelo, si quieres que te dé cobijo en mi casa, acomode a tus hijos y les dé mi apellido. Haz que el gasto que estoy pensando hacer merezca la pena.”

Total… Si me gasto a la semana una fortuna en sexo, puede que tener a la puta en casa no sea mala opción, después de todo. Convertir a la camarera casi analfabeta en una señora bastante respetable seguramente me resultaría entretenido. Vestirte sin ropa de saldo, para luego desgarrar las blusas al llegar a la cama. Subirte sobre buenos zapatos de tacón, para separar tus piernas y perforarte por detrás mientras finges que te gusta cada embestida de mi polla tiesa. Maquillarte para desdibujar tu rostro con mi leche caliente al mancillarte con mi corrida, donde me plazca. Hacerte mía.

Follarte.

Usarte.

Humillarte.

“Aguanta en el fondo, putilla. Sí… sí… ¡Cojones, cómo me gusta clavarme en tu garganta! Sentir tus arcadas, ver tus lágrimas resbalar por tus mejillas. Esa piel que mojas, colorada por los bofetones que hace un momento te he propinado.”

- Disfrútalo, zorra. Sé que te gusta.

Y tanto que te gusta. Eres una camarera con alma de puta. Eres una leona que mataría por defender su camada. Y a falta de otras armas, bueno es tu coño abierto, ofrecido sobre mi cama, mojado por vete a saber qué motivo. Caliente, mil veces usado, mil veces derramada mi lefa contra tus paredes, mil veces puesta de pie para deleitarme con la visión de la corrida resbalando por el interior de tus muslos.

Hasta tus benditos pies.

“Voy a correrme, putilla. Sé que no hace falta que te avise, porque igual lo haré donde me plazca. Te inundaré con mi simiente enterrándome en tus carnes, ya sea tu boca, tu culo o tu humedecido coño. Poco importa donde te lo haga, puesto que sé que lo único que estás deseando es que termine de follarte. Tienes la garganta seca de tanto gemido. Agradecerás que por fin te regale la bebida que liberará la boca de mi verga dura.”

Y quiero hacerlo aquí, entre tus labios, viéndote llorar, como si fueras una muñequita lastimada. ¿Te ha dolido que no me importe lo más mínimo si disfrutas? ¿Te ha sentado mal que te haya agarrado por la nuca y empotrado mi verga hasta que ya no podías respirar? ¿Te has sentido ultrajada cuando me he anclado a tu cabeza, y aferrado a tus cabellos, y he bombeado con fuerza, loco por verte suplicar que parara?

¿No?

Pues entonces seguiré un poquito más… putilla.

- Hoy voy a tardar en correrme, zorra. Y mira que te la tragas de miedo…

Veo resignación en tus ojos, pero de improviso, tal y como apareció… desaparece. No te puedes permitir el lujo de hacerme ver que no te gusta que te use. Por supuesto… estás gozando como nunca mi polla empotrada contra tu paladar, dura como un garrote, destrozando tu orgullo con cada acometida. Te jode que disfrute, que jadee y te insulte, que mi cuerpo se convulsione contra tu cabeza.

- Joder, nena. Sigue así, vas a matarme de gusto.

“Siempre lo haces. Metódicamente, extraes toda mi leche cuando ya no aguanto más. Me reviento contra ti, exploto y te dejo sin aire… una vez más. Entonces separas los labios, y me regalas la visión de la lefa derramándose por la comisura de tu boca, manchando tus tetas caídas, llegando al suelo donde tus pies han tratado de mantenerte en equilibrio. Pero hoy… hoy quiero algo distinto.”

Te agarro por los pelos y te llevo casi arrastras, con la polla reventando tu boca. Apoyo tu espalda contra la pared, y mis piernas te aprisionan sin delicadeza maldita. Te mantengo contra mi pelvis, con la verga a punto de estallar… Pero quiero que casi supliques. Quiero ver el puto terror en tus ojos, como si en verdad pudieras acabar muerta esta noche.

- Te la tragarás, putilla. Quiero alimentarte con mi leche.

“Sé que no te gusta, pero me importa una mierda. Vas a hacer lo que te diga, porque sabes que necesitas meterte en mi casa, en mi vida, y quizás, engañándonos los dos, en mi corazón. Vas a aguantarme como amante, porque me quieres como esposo. Vas a tragarte mi leche, porque quieres que lleve por las mañanas a tus hijos al colegio, te tenga llena la despensa y te saque de tener que mendigar propinas.”

¿A cuántos tíos se la habrás comido buscando lo mismo? Una mesa a la que poder volver por las noches, donde se sirva carne fresca. Un televisor frente a un sofá donde poder disfrutar del reality de moda, mientras los niños hacen los deberes, y tu maridito te separa las piernas para meter los dedos en tu coño, te arranca las bragas y, de paso… algún orgasmo.

“¿Quieres correrte conmigo? Ilusa. Mucho me tienes que enamorar para que meta la lengua ahí, para lamerte ese coño que tantas veces te habrán escupido. Vas a tener que pajearte tú mientras te rompo el culo a pollazos, porque mis dedos no van a perder el tiempo en arrancarte gemidos sinceros. De todos modos… ya me haces creer que lo disfrutas, así que no veo el motivo para hacer el esfuerzo.”

- Me corro, puta! ¡Me corro!

En el preciso instante que siento que ya no puedo retrasarlo más te reviento la boca con la verga, como un conejo embisto contra tu cara, sabiendo que es imposible que te escapes, y que estás a punto de perder el conocimiento. Bombeo como si me fuera la vida en ello, y te miro a los ojos cuando por fin en ellos veo una súplica débil, antes de que se pongan casi en blanco y tus labios se relajen un tanto. Y me derramo contra tu paladar, llegándote al fondo, escuchando tus estertores en un patético intento de gemir y respirar, y tragar como te he dicho que hagas. Yo gimo como un poseso, sabiendo que puedo hacer contigo lo que me salga de los cojones… Y que te tragarás… a partir de ahora, todo lo que salga, precisamente, de mis cojones.

Te derrumbas, cierras los ojos y yo me aparto. Tu cuerpo cae al suelo, pero de tu boca no se escapa ni una sola gota de mi corrida. Buena chica.

Y aun respiras…

Puede que algún día lleve al colegio a tus puñeteros hijos, te calce sobre zapatos caros, y te rompa el culo contra el colchón, mientras finges que te gusta… y yo finjo que me importas…