¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

jueves, 21 de febrero de 2013

Sentirme menos

Me miro al espejo, pasando las manos por el abdomen; abultado, por los meses de embarazo. Mi cuerpo se ha amoldado bastante bien a los cambios, y aunque mi preñez es más que evidente, sigo teniendo unas curvas muy deseables. O eso creía…

Los pechos me dan más de una alegría, puesto que ahora mi escote es de lo más exuberante. Los pezones, más oscuros, se muestran exultantes a través de cualquier tela. Duros, firmes, ansiosos de atenciones.

Me sigo sintiendo una mujer atractiva…

Pero dudo…

Las caderas anchas, las nalgas firmes… y el mismo deseo que antes. No ha desaparecido mi necesidad, solo se ha transformado un poco. De sexo salvaje ahora preciso menos. Los abrazos y los mimos me atraen bastante más desde que mis hormonas han hecho de las suyas… Pero sigo deseando su leche sobre la piel, su polla en mi boca, sus manos recorriendo con descaro y posesión mi cuerpo.

Pero dudo…

Sí, al final dudo que mi cuerpo siga atrayendo de igual modo a un hombre, por mucho que intente engañarme. Cada vez lo veo menos interesado en escurrir las caderas entre mis piernas y empalarme con ansia. Supongo que puede tener miedo a que esté más sensible, como me comentan mis amigas. Y así lo creía hasta que me la nombró…

Al final es normal que dude…

Sé que no debiera, sé que mi marido simplemente quiere jugar. Pero, ¿por qué ahora?

Me ha propuesto traer una amiguita a casa…

Nunca me llamó especialmente la atención esta muchacha en particular. La encuentro… tonta. Pero tiene un cuerpo perfecto, de esos cultivados a base de horas de esfuerzo. Sé que mi marido la desea desde hace tiempo, y que tal vez se la tira también desde hace años. Lo que me sorprende es que quiera hacerme partícipe de sus jueguecitos ahora, estando yo embarazada…

No creo poder hacerlo. Si me lo hubiera propuesto hace unos meses, cuando aun tenía mi figura intacta y mi autoestima alta, ¿quién sabe? Pero me imaginaba al lado de ella, siendo observada por mi marido, además de comparada. Me imaginaba como a mi marido se le levantaba la polla por su cuerpo perfecto, y solo me follaba a mí por cumplir. Me imaginaba a él deseando correrse en su boca, mientras sus manos aferraban mis caderas.

Los labios de mi hombre entremezclados con los de ella, una cría que probablemente lo pueda cabalgar con mucha más resistencia de la que tengo yo ahora…

Sí, imagino tantas cosas…

Antes me excitaba la idea de perderme en sus fantasías. Ahora tengo miedo a sentirme menos que ella. Es una estupidez, ya que estoy segura de ser buena amante, de ser mucho más morbosa que ella, de poder aportarle mucho más de lo que pueda siquiera plantearse ella…

Pero esa chiquilla es joven. Tiene un abdomen plano, unos pechos plenos y turgentes y un coñito estrecho que seguro hace las delicias de los tíos. Yo le aporto a mi macho… ¿seguridad? ¿Qué es eso, al final, en una relación sexual? ¿Saber que siempre estoy dispuesta? ¿Saber que el sexo será bueno, que sus orgasmos están garantizados? ¿Dónde quedó la sorpresa, la fantasía, el arrebato?

No, no me desea igual que antes…

Tal vez debiera acceder, comerle el coño a su amiguita mientras se la chupa, dejar que me folle besándola en la boca y pellizcándonos los pezones. Habíamos fantaseado tantas veces con traer a una chica a nuestra cama… Pero ahora me siento débil, en desventaja. Ahora ella me gana en todos los terrenos. Es más ágil y resistente, está más dispuesta a complacerlo a cualquier hora… seguro.

Meterla en nuestra cama, cuando ando buscándome los defectos a cada media hora…

Mis amigas ya me lo venían diciendo, desde luego. Lo habían visto prestar demasiada atención a otras mujeres desde que me había quedado embarazada. ¡Y eso que hay hombres que se excitan con la mera idea de follarse a su esposa preñada! O a la esposa de otro… preñada… ¿Es eso? ¿Pensaría que sería más excitante, y al final le he decepcionado? ¿Sería una fantasía, y al final necesita otras para levantarse la polla?

¿O me castiga por algo?

¿Hacerme sentir inferior es el precio que he de pagar por nuestros desacuerdos en la cama últimamente? ¿Que prefiera ponerme encima a sentir su peso sobre mi cuerpo puede ser motivo para ridiculizarme?

¿Y si no es eso? ¿Y si en verdad quiere hacerme un regalo y cumplir una fantasía? Si le excita en verdad la idea de verme con una mujer, y no tanto follársela él…

¡Cómo odio sentirme tan vulnerable!

Mirándome al espejo sigo, e imagino sus manos recorriendo mis caderas, metiendo los dedos entre mis pliegues y arrancándome un gemido mientras las dos observamos a mi marido. Ver como su verga se endurece, deseando meterse entre nuestros cuerpos sudorosos… Esa es la imagen que querría regalarle, y no la que me atenaza la garganta. Siempre he sido audaz, y he tenido la confianza plena de saberme deseada.

Odio dudar…

Pero lo hago. Y tiemblo ante la idea de mirarlo a los ojos, y verlo fundirse en los de su amiguita. Tiemblo por sentirme menos, tiemblo por ser menos…

Si me lo hubiera pedido un par de meses antes…



jueves, 14 de febrero de 2013

Plantada

Ya llega otra vez tarde…

No quiero mirar el puñetero reloj. No pienso desquiciarme nuevamente. Aquí, al lado de esta puta cabina de teléfono, porque el móvil se ha quedado al fin sin batería, llevo ya un buen rato pasando frío con el minivestido de criada. Debí imaginarlo cuando elegí el disfraz, era obvio que otra vez me dejaría tirada… como a una tonta. Tanto pensar en que cuando me viera de esa guisa metería las manos en el escote para poner al alcance de la boca un pezón endurecido… O mejor, que me hiciera reclinar sobre cualquier coche en una calle poco transitada, elevara mínimamente la falda y me empalara una y otra vez hasta correrse con urgencia. Sí… una verdadera tonta.

Y no es la primera vez… y por más que ahora arda de indignación sé que no será la última. Luego llegará con esos ojillos embaucadores y meterá sus dedos en mi entrepierna, me arrancará un par de suspiros y lo olvidaré todo… hasta la próxima vez. No tiene lógica. Tan tonta no debiera ser.

Pero lo soy. Cuando se está enamorada se hacen muchas gilipolleces. Y perdonar al hombre que te deja plantada una noche de carnaval seguro que es una de ellas… Pero lo peor no era eso. No era que te dejara plantada. Era el motivo por el que no aparecía. Yo, sin duda alguna, le estaba perdonando una infidelidad más.

¡Y yo que podía estar con el resto de mi grupo, divirtiéndome! Unos cuantos tequilas pegada a un chiringuito, restregando el culo contra algún compañero de clase, encendiéndome al sentirme deseada por los ojos juveniles que se volvían locos cuando se me endurecían los pezones bajo la liviana tela que los cubría… ¡Qué fácil habría sido todo si no llego a enamorarme del tío equivocado!

Porque al final no me gustan los críos. Me pierden los hombres. Y este sabe mucho más que cualquier tío con el que haya podido estar. Debiera despertar… debiera darme por enterada que no es trigo limpio, que al final soy simplemente una de tantas que se moja cuando lo tienen cerca. No soy especial en ese sentido… Simplemente soy tonta.

¿Cuántas veces iba a caer en las mismas historias? Chica conoce a chico, chico se vuelve loco por follarse a la chica, chica de enamora del chico hasta perder la cabeza, chico se folla a la chica como quiere y cuando le viene en gana, chica se da cuenta que el chico es un hijo de puta que aparte de meterla en su coño la mete en todos los agujeros disponibles.

Y seguía tragando… literalmente…

¿A quien le habría levantado la falda esta noche? Demasiadas donde elegir, desgraciadamente. Con el cuerpo que se gastaba las tías se le ofrecían sin reservas, exactamente igual que hacía yo, estúpida de mí. Si ahora, que por lo menos llegaba media hora tarde, apareciera doblando la esquina, me echaría en sus brazos, aunque oliera a otro perfume y llevara manchas de carmín en el cuello. ¿Sólo media hora? Venga, ten cojones, acepta la realidad y mira el puto reloj. Nadie se presenta una hora tarde a una cita donde espera bajarse la cremallera de la bragueta en un coche para que se la chupes hasta derramarse en tu garganta, obligándote a mantener la cabeza pegada contra su cuerpo y la barbilla contra los cojones mientras te llama Cari en vez de por tu nombre para no equivocarse si te llama por el de otra tía.

Y miro el reloj… Efectivamente, más de una hora. ¿Por qué seguir esperando aquí, al lado de la cabina, con el frío que está haciendo? Sabes que no va a aparecer, que otra vez se quedó enterrado en el coño de otra chica, tal vez porque ella si lo deja correrse dentro… Probablemente se la chupa mejor que yo, o lo besa con la leche aun caliente jugando en la lengua. O le ofrece su culo para que se lo taladre. ¿Es lo que tengo que hacer para que me preste más atención? ¿Ser más puta que el resto de las chicas a las que se tira?

Una adolescente atrapada en la sensación de ser insuficiente.

Inseguridad… ¿Hasta cuando?

Venga, no seas niña. No puedes sentirte insegura porque a un tipejo como él le guste meterla en cualquier coño. Se le levanta conmigo, disfruta conmigo, se corre conmigo. Que no sea constante no es culpa mía, que no haya aparecido esta noche no es porque no valgas la pena. Le gustan las cosas fáciles, y otra chica se lo puso más fácil que yo.

¡Con lo mona que voy vestida!

¿Vuelvo con mi grupo y me tiro al primero que tenga los cojones de meterme mano? No tiene mucho sentido seguir parada, imaginando las embestidas de mi amante sobre el cuerpo de otra tipa. Me están sacando de mis casillas las imágenes de su polla entrando y saliendo de la boca de una de sus amiguitas, de la lengua que presiona el capullo contra el paladar, de los labios que la aferran con fuerza, dejando escapar la saliva con el deslizar sobre su piel. Tantas veces lo había hecho yo, disfrutando de lo dura que se le ponía nada más bajarle la cremallera…

¿Calentar a algún amigo simplemente por despecho? A ver… céntrate por una vez en la vida. Si ese capullo no me merece, lo normal es que lo pague, pero no a costa de que pierda la cabeza. El problema reside en que sé que no debo darle más oportunidades. Si quiero follar esta noche con un niñato, follo y listo. Tal vez me sorprenda, sabiendo arrancarme algún gemido.

Pero no merece la pena engañarme. Lo que quiero es que ese cabrón aparezca, me coja de la mano y me seduzca. Que me haga olvidar el mal rato, la frustración y el rechazo experimentado… Lo quiero a él entre mis piernas, su boca contra la mía, su peso cubriendo mi cuerpo y dejándome sin aire… Gemir para él, sentirme estremecer con su polla despiadada metida en mis carnes, disfrutar de que se le pongan los ojos en blanco cuando me embiste. Deseo perder la cabeza, beber dos copas más de la cuenta y tener que buscar luego las medias en la parte posterior de su coche. Necesito no sentirme abandonada, no haber sido sustituida por un cuerpo mejor, por una mente más morbosa, por una amante más experta.

Necesito que me abrace…

Gilipollas de mí… que he vuelto a enamorarme…



miércoles, 13 de febrero de 2013

Venganza

Y aquí me tienes, indecisa…

Hijo de puta, ¡me has convertido en algo que nunca pensé llegar a ser!
Indecisa no es la palabra… ciertamente. Tentada a seguir, reticente apenas. No es indecisión. Soy la putilla que quisiste sacar de mis entrañas, y ahora no sabe si pasar a mayores. ¡Y lo deseo tanto! Pervertida, al fin y al cabo… porque me dejé pervertir. Y lo disfruté a tu lado.
Te has aprovechado de mi inocencia… lo sé. ¿Cuántos años me sacas? ¿Veinte? ¿No te da reparo? No… claro que no. Y a mí me gustas así… maduro y experto, morboso y sinvergüenza. Lascivo… Mi maestro a la hora de aprender a seducir, a la hora de enseñarme a relajarme en el momento justo… y disfrutar de nuestras perversiones. De las tuyas que hiciste mías… De las mías, que voy descubriendo poco a poco.
Mi padre me partiría la cara si lo supiera.
Mi madre lloraría, sin lograr entenderlo. Esto, en su época… se llamaba de otra forma.
Y a mí me gusta tanto…
Y yo sólo quiero seguir aprendiendo de ti… ser tu puta, dejarme moldear y disfrazar de lo que quieres. Abandonarme a tus pasiones, aprender de tu madurez y experiencia.
Puta no… REPUTA.
A  ti te gusté yo así… Inocente, pero con un potencial de la hostia. Culta, con ganas de complacer, sin saber exactamente cómo hacerlo. Morbosa, pero cauta. Lo que se llamaría… morbosa para una misma, no para el resto.
Provocadora, hasta cierto punto. Poco… para tu gusto.
Por eso te hacía falta acogerme, cobijarme en la distancia, manejarme como una marioneta… enseñarme.
Mi mentor…
Cada vez que me mostrabas tu polla yo mojaba las bragas. ¿Te gusta saberlo? A mí me gusta decírtelo. Cada vez que me llegaba un regalito tuyo por correo… me moría por usarlo, pensando en ti. Para ti no… que seguro que se te ponía dura al instante y manchabas los… ¿calzoncillos? No fueses a disfrutarlo demasiado… Ninguno quería ir deprisa.
Disfrutar del momento… hacerlo perdurar. Desearnos, y no llegar jamás a vernos ni siquiera cara a cara. Pero sabiendo, cada uno, que nos faltaría aire si estuviéramos frente a frente. Escandalosos, exagerados, exhibicionistas… Menudo espectáculo íbamos a dar.
Ir deprisa es malo para nuestros juegos: A ti te gusta jugar duro… Y a mí que me enseñen las reglas me encanta. Tus reglas, por supuesto, que para eso te gustaba pervertirme. Y te gusta… que aún me llevas mucha ventaja. Y hay tanto por descubrir en mí…
¿Lo sigues disfrutando?
Eso espero. De verdad que eso espero. Y que cada vez que pienses en mí, simplemente… se te levante la polla. Dura, juguetona. Que te duelan los cojones tanto como a mí me ha ardido el coño tantas veces… maestro.
¿Por qué ponértelo fácil, cuando podía hacértelo… difícil? Si a ti te gusto igual, mejor, tal vez ser una mala alumna que una buena. Si al final he aprendido… lo que pasa es que me hago la tonta. ¿No? Puede que fingir sea una de las cosas que mejor se le da a una mujer inteligente. Y aceptar que una mujer finja, lo mejor que puede hacer un hombre elegante.
Finjo… pues. No me impresionan ya tus perversiones. No me mojas las bragas. No me atrae tu polla, ni las letras que me escribes. Tus fantasías ya no son mías, sino únicamente tuyas, y que quieras imaginarte haciéndolas realidad conmigo… no me interesa.
¿Duele?
A mí me duele tu… volatilidad…
Pero me adapto y me vengo. Me deseas tanto a mí como yo a ti, pero ninguno da el puñetero paso. ¿Me deseas empalada por tu verga en cualquier baño, o tal vez en alguno completamente imposible? ¿Me deseas en una orgía, o solo para tus manos? ¿Quieres mi rostro manchado por tu leche caliente, o solo mis gafas? Si quieres… te las mando por correo. Hazme el favor… quiero una foto cuando lo hagas…
Sí, indecisa no es la palabra exacta. Rabiosa por las circunstancias, excitada por lo que somos juntos, y por lo que hacemos por separado. Unidos en la distancia, tan cerca por nuestras perversiones. Sí, maestro… me enseñaste bien. Y ahora ya no sabes si recoger los frutos… o dejarlos tirados en el suelo. Bragas mojadas… al fin y al cabo… pueden ser olidas antes de ir a la lavadora.
Deséame…
Poco importa ya, si lo que nos une es solo una fantasía. Que te corras pensando en mí, o que se me caliente el coño cuando recibo noticias tuyas… Que una vez me desearas con locura no quiere decir que me tengas que desear siempre… pero siempre vuelves, y siempre vuelvo, a caer en el pecado. Quieres pecar… y sobre todo quieres que yo peque contigo. Llegar a lo prohibido te excita, ponerme en el filo es lo que te atrae de mí, al fin y al cabo. Soy escurridiza, igual que tú, pero al final siempre nos encontramos, y nuestros cuerpos sudorosos por vete a saber qué ejercicio desean el contacto, piel con piel, para arder con malicia.
Sí… deséame. Desea todo lo que has fomentado en mi mente, en cada acción que has desatado con la única esperanza de que te dijera que estaba excitada. O que tal vez, por muy remoto que fuera, albergaras la posibilidad de mirarme a los ojos directamente mientras desatabas en mí un magnífico orgasmo.
O como no… correrte en mis gafas.
¿Hacerlo realidad? Muy ocupado… hasta para un café en Barajas…
Indecisa por hacerte la puñeta. Eso sí. Indecisa estoy… maestro, por presentarme en la puerta de tu casa, o en la de tu trabajo, vestida como siempre me quisiste: de uniforme. Poco importa quien haya en ese momento contigo. No me harías el feo de no mirar qué había preparado para ti debajo de… mi vestimenta, ¿no?
Correrte conmigo… o correrte en mí. O… sobre mí.
No estaría mal escucharte gemir contra mi piel en ese instante, cuando todos los músculos se tensan mientras me penetras, dejando que un par de manos de amigos tuyos me tuvieran los sentidos entretenidos. No estaría nada mal acabar en un club de intercambio de parejas, sintiéndonos deseados, mientras tu boca recorre mi cuello y tu mano se esconde bajo mi falda. Ya sabes que no llevo nunca bragas, así que te lo pongo en bandeja. No, no estaría mal que mientras yo me termino la copa tu cabeza se metiera entre mis piernas, y te dedicaras con la lengua a hacer esas maravillas de las que tanto presumes. Disfrutar de tu experiencia, gemir con tus cabellos aferrados por mis dedos justo antes de correrme en tu boca. Estremecerme para tú, probarme de tus labios, dejar que me dicieras tuya, y de quien quisieras...

No… no estaría nada mal hacer de tus vicios mis fantasías, de tus perversiones mi única necesidad… Pero ya sabes, maestro, que se enseña de todo. Tu alumna aprendió tus vicios, malos y buenos. Y tienes algunos realmente malos…
Tu discípula es, al final… volátil… volátil… volátil.