“Siento que te encuentres tan mal por mi culpa…”
No, no es así como quiero empezar esta carta. He de ser
sincera, para eso llevo con la hoja en blanco desde hace días, esperando a que
por cualquier raro motivo de repente mis palabras no sonaran como si salieran
de una hija de puta. Pero nada… no consigo sentirme diferente a una semana
atrás, o a un mes… o a un jodido año. Eso, supongo, quiere decir algo.
Sí… Supongo que quiere decir que no me importas.
Por lo tanto, lo de que te encuentres mal por mi culpa, sin
duda, sobra. De este modo, he de centrarme de una vez por todas en lo que hago.
He de escribir con otro planteamiento.
“Te he hecho daño sin pensar en que lo hacía, y lo cierto es
que aun sabiendo que tras todo este tiempo te duele… no consigo que me des
pena.”
Eso está mejor. Suena mal, por supuesto, pero he decidido
que se van a ir un poco a la mierda las formalidades. Si no me importas,
niñita… no voy a fingirlo. Fuiste su novia, su amante, su compañera… pero ahora
es mío.
“Creía desde hace tiempo que tú y yo nos debíamos unas
palabras, ya que por lo que puedo entender, sigues odiándome. ¿Por qué? ¿Por
levantarte el novio? Un novio se retiene o no se retiene, no te lo quita otra.
Yo, por mi parte, que tantas veces me ha prometido un hombre el oro y el moro
si lo esperaba, si le daba tiempo a poner sus asuntos en orden para poder estar
únicamente conmigo… no siento más lástima por ti que de cualquier otra tipeja a
la que la polla de su marido haya dejado de darle gusto para venir a enterrarse
entre mis piernas.”
¿Suena duro? Pues aún no he escrito nada… Vamos, serénate.
¿Por qué cebarte con ésta en concreto? ¿En verdad lo necesitas?
Sí. Con ésta sí. No voy a fingir que no me ronda la jodida
cabeza, que no me taladra su presencia y me hace dibujar una sonrisa ladeada
cuando sueño con follarme a su ex novio delante de una cámara de video, para
luego mandarle el regalito y que vea por qué él sigue en mi cama y no en la
suya. Mirar todo el tiempo para que me vea reírme de ella, entre jadeos…
“Tu novio te dejó a ti. Que quisiera estar conmigo no es
sino pura anécdota. Si no llego a ser yo, habría sido otra. Da la casualidad, que
después de dos años, sigue bajando la cabeza hasta mi coño, para envolver mis
pliegues con su lengua cada noche, y cada mañana yo lo despierto con su polla
metida en mi boca, chupando con total dedicación, sintiéndola hincharse con
cada succión, con cada pasada de lengua por su capullo rosado y brillante,
hasta que me escupe en la cara y los dos nos besamos pringándonos de su leche
caliente. Buena forma de darle los buenos días, ¿no? ¿Lo despertaste tú alguna
vez así? Entenderás que prefiera, entonces, estar conmigo…”
Por eso, y por la de veces que me folla en la bañera, contra
las baldosas calientes, mientras el vapor
nos envuelve y nuestros gemidos se entremezclan con el ruido del agua
corriendo. Por eso, y por la de veces que me ha apartado en la cocina, cuando
tenemos invitados en casa, y me ha follado el culo contra la encimera,
levantando mi falda, mojando la punta del capullo en la humedad que está
siempre presente entre mis piernas, y usando su saliva para empujar contra mi
ano y romper toda resistencia hasta incrustarla por entero, golpeando sus
huevos contra el inicio de mis muslos, apretados, buscando consuelo. Por eso… y
por tantas otras cosas.
No debo descentrarme; así no terminaré nunca de escribirle a
la muchacha, y es algo de lo que tengo que desprenderme hoy mismo. Puede que,
si por fin soy capaz de enfrentarme a ella, este fantasma se disipe de una vez
por todas.
“Tú no le diste lo que yo le ofrezco. Nunca te menciona a
colación de algo divertido, excitante o interesante que hiciera contigo.
Simplemente, no entiendo cómo pudo estar a tu lado tanto tiempo… sin hacer
nada. Supéralo, anda. Haznos un favor a las dos, y déjalo en paz. Deja de
pensar en él, deja de odiarme a mí, y empieza a vivir intensamente con otra
persona, sea quien coño sea que pueda aguantarte, con lo aburrida que eres.”
Eso sobra, ¿no? Pero se me ha dibujado una sonrisa al
hacerlo. Lo dejo, ¡qué cojones! Más de lo que ya me odia no lo va a hacer, y
espero que después de terminar estas palabras no me importe la muchacha más que
cualquier otra de las que se quedaron usando vibradores mientras que yo le
bajaba la bragueta a sus machos, colocaba sus pollas contra mis mejillas, y les
sonreía pícaramente, mirándolos a los ojos, justo antes de darles la mamada de
su vida.
¿De verdad espero que tras escribirla y mandarla vaya a
terminar todo? No puedo estar segura, pero con la duda no me pienso quedar. Y
se me dibuja nuevamente la sonrisa al imaginármela abriendo la carta, y
teniendo que sentarse en el sofá del golpe ante la contundencia de mis letras.
Yo antes no era tan cabrona…
O, tal vez, antes no me habían dado motivos para serlo
tanto.
Vuelvo a leer lo que llevo escrito, y reconozco que tal vez
me estoy pasando. Que la muchacha es una gilipollas, vale. Que estoy hasta las
narices de su presencia rondando la cama donde me follo a su ex… pues también.
Que siga hablando con él, que le confiese que lo echa de menos, que me ningunee
a mí, que soy la que le caliento la polla, definitivamente no me gusta.
Entonces, ¿la carta no debería ir dirigida a él?
Me recuesto en la silla y lo analizo un momento. Arriesgado
es, sin duda. ¿Pero me sentaría mejor? A estas alturas, volviéndome una egoísta,
me he dado cuenta que nadie me cuida mejor la moral que yo misma. Y no tengo ya
ni puñeteras ganas que un tío me haga sentir poca cosa. Ya lo escuchaba decir
que me estaba volviendo loca. “¿Por ella? ¿Tienes celos de ella?” Se reiría, y
o me enfadaría mucho más, si cabía a estas alturas. Y desde luego, con las
ganas que tenía de poner un poco de tierra de por medio entre todo y yo, se me
ocurría que no era mala opción enfrentarme a mi novio.
“Ya sé que te va a parecer absurdo, de niñata y de mujer
insegura… pero paso de sentirme catalogada por mis emociones. O aceptas que me
jode, porque me jode y punto, o hemos terminado.”
Tajante, desde luego, era. Si al fin y al cabo… la culpa la
tenía él. ¿No? Daba igual que yo fuera inestable en aquel momento. Cuando una
está floja, esperaba que la pareja le ofreciera el apoyo necesario para
levantarse y coger fuerzas. Y sólo me sentía hundirme.
“No soy tan fuerte como piensas. Pienso que si una vez te
fuiste con otra, y esa otra era yo, puede volver a pasar, y la que se quede de
dos palmos de narices sea la que aquí te escribe.” Bien, racionalizando los
sentimientos, sea lo que quiera que sea eso. Si tengo miedo, lo digo. Si tengo
pánico, corro… Y si me siento abandonada a mi suerte… lloro.
“Lloro porque te imagino con ella, sintiendo algo por ella,
disfrutando de su compañía, redescubriendo algo que a primera vista se te pasó
la otra vez. ¿Ridículo? Bueno. Más ridículo es que no quieras estar con ella, y
aun sabiendo que a mí me molesta sigas llamándola.”
Porque sigues llamándola. Estoy segura de ello.
A ver. Un momento. Esto iba a ser una carta liberadora, y me
está produciendo un estrés horrible. Respira hondo y céntrate. ¿Qué es lo que
quieres decir exactamente? ¿Lo tienes claro?
Sí, lo tengo claro. Y se lo quiero decir a los dos. Una vez
has tomado la decisión, todo se vuelve tremendamente fácil.
“Me despido de ambos, ya que estoy cansada de vuestros
jueguecitos. A ti, muchacha, te deseo suerte, puesto que si no conseguiste
retenerlo una vez, veo poco probable que lo hagas en esta ocasión. Intenta
igualarme en la cama, consiguiendo que desee estrellarme los cojones todas las
noches, follándome, frenético, antes de irse a dormir. Sé que me sigue
deseando, y me encanta saber que te dejo el listón condenadamente alto, y que
te estamparás a la primera de cambio. Y a ti, capullo, te deseo suerte también.
Porque la vas a necesitar para olvidarme, por muchos orgasmos que tengas
cerrando los ojos mientras le hundes la polla a la niñata, imaginando que me
follas a mí, y que te corres en mi coño. Suerte para que no se te escape mi
nombre mientras ella te la chupa, y suerte para que puedas descansar bien por
las noches, sabiendo que yo le entrego mi cuerpo a otro hombre, que me haga
sentir la primera, la más importante, y… sobre todo, la única.”
Es realmente contradictorio que una mujer como yo, que a
ratos puede sentirse invulnerable, sea capaz de demostrar tal labilidad
emocional. Pero si me has enseñado una cosa es a quererme a mí misma, y ahora
me quiero demasiado como para permitirte hacerme daño. ¡Qué a gusto se queda
una cuando tienes las cosas claras!
“Pues lo dicho. Sed felices, tener hijos que se parezcan a
papá o a mamá… y dejad de tocarme las narices a mí. Me he cansado de sentirme,
a veces, ninguneada. Es cierto, solo en contadas ocasiones… pero cuando pasa,
duele de cojones. Y ya tengo bastante en la mochila, como para que, aunque esté
sólo en mi imaginación, vuestra relación me haga daño.”
Me imagino mandándoles a ambos un video donde se me viera
follar con otro, para que él se muera de envidia, y ella encima lo vea
empalmarse por mi cuerpo.
“Por ti, pequeña, nunca se le ha puesto tan dura…”
“Y eso es todo. Bla bla bla… y demás.”
Imprimiendo la carta, me doy cuenta que haber hecho la
maleta antes de empezar a escribir había sido todo un acierto. Lloraría al
cruzar la puerta, sin duda, pero esperaba que las lágrimas se las bebiera la
boca del maromo que me esperaba en la puerta, con la polla tiesa, sabiendo que
me reventaría el coño a pollazos en cuanto hubiéramos llegado a mi antigua
casa.
Sí. ¡Qué a gusto se quedaba una cuando contaba la verdad!
Incertidumbres................
ResponderEliminarNéstor