¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

viernes, 4 de octubre de 2013

Me importas... no me importas...


“Siento que te encuentres tan mal por mi culpa…”

No, no es así como quiero empezar esta carta. He de ser sincera, para eso llevo con la hoja en blanco desde hace días, esperando a que por cualquier raro motivo de repente mis palabras no sonaran como si salieran de una hija de puta. Pero nada… no consigo sentirme diferente a una semana atrás, o a un mes… o a un jodido año. Eso, supongo, quiere decir algo.

Sí… Supongo que quiere decir que no me importas.

Por lo tanto, lo de que te encuentres mal por mi culpa, sin duda, sobra. De este modo, he de centrarme de una vez por todas en lo que hago. He de escribir con otro planteamiento.

“Te he hecho daño sin pensar en que lo hacía, y lo cierto es que aun sabiendo que tras todo este tiempo te duele… no consigo que me des pena.”

Eso está mejor. Suena mal, por supuesto, pero he decidido que se van a ir un poco a la mierda las formalidades. Si no me importas, niñita… no voy a fingirlo. Fuiste su novia, su amante, su compañera… pero ahora es mío.

“Creía desde hace tiempo que tú y yo nos debíamos unas palabras, ya que por lo que puedo entender, sigues odiándome. ¿Por qué? ¿Por levantarte el novio? Un novio se retiene o no se retiene, no te lo quita otra. Yo, por mi parte, que tantas veces me ha prometido un hombre el oro y el moro si lo esperaba, si le daba tiempo a poner sus asuntos en orden para poder estar únicamente conmigo… no siento más lástima por ti que de cualquier otra tipeja a la que la polla de su marido haya dejado de darle gusto para venir a enterrarse entre mis piernas.”

¿Suena duro? Pues aún no he escrito nada… Vamos, serénate. ¿Por qué cebarte con ésta en concreto? ¿En verdad lo necesitas?

Sí. Con ésta sí. No voy a fingir que no me ronda la jodida cabeza, que no me taladra su presencia y me hace dibujar una sonrisa ladeada cuando sueño con follarme a su ex novio delante de una cámara de video, para luego mandarle el regalito y que vea por qué él sigue en mi cama y no en la suya. Mirar todo el tiempo para que me vea reírme de ella, entre jadeos…

“Tu novio te dejó a ti. Que quisiera estar conmigo no es sino pura anécdota. Si no llego a ser yo, habría sido otra. Da la casualidad, que después de dos años, sigue bajando la cabeza hasta mi coño, para envolver mis pliegues con su lengua cada noche, y cada mañana yo lo despierto con su polla metida en mi boca, chupando con total dedicación, sintiéndola hincharse con cada succión, con cada pasada de lengua por su capullo rosado y brillante, hasta que me escupe en la cara y los dos nos besamos pringándonos de su leche caliente. Buena forma de darle los buenos días, ¿no? ¿Lo despertaste tú alguna vez así? Entenderás que prefiera, entonces, estar conmigo…”

Por eso, y por la de veces que me folla en la bañera, contra las baldosas calientes, mientras el vapor  nos envuelve y nuestros gemidos se entremezclan con el ruido del agua corriendo. Por eso, y por la de veces que me ha apartado en la cocina, cuando tenemos invitados en casa, y me ha follado el culo contra la encimera, levantando mi falda, mojando la punta del capullo en la humedad que está siempre presente entre mis piernas, y usando su saliva para empujar contra mi ano y romper toda resistencia hasta incrustarla por entero, golpeando sus huevos contra el inicio de mis muslos, apretados, buscando consuelo. Por eso… y por tantas otras cosas.

No debo descentrarme; así no terminaré nunca de escribirle a la muchacha, y es algo de lo que tengo que desprenderme hoy mismo. Puede que, si por fin soy capaz de enfrentarme a ella, este fantasma se disipe de una vez por todas.

“Tú no le diste lo que yo le ofrezco. Nunca te menciona a colación de algo divertido, excitante o interesante que hiciera contigo. Simplemente, no entiendo cómo pudo estar a tu lado tanto tiempo… sin hacer nada. Supéralo, anda. Haznos un favor a las dos, y déjalo en paz. Deja de pensar en él, deja de odiarme a mí, y empieza a vivir intensamente con otra persona, sea quien coño sea que pueda aguantarte, con lo aburrida que eres.”

Eso sobra, ¿no? Pero se me ha dibujado una sonrisa al hacerlo. Lo dejo, ¡qué cojones! Más de lo que ya me odia no lo va a hacer, y espero que después de terminar estas palabras no me importe la muchacha más que cualquier otra de las que se quedaron usando vibradores mientras que yo le bajaba la bragueta a sus machos, colocaba sus pollas contra mis mejillas, y les sonreía pícaramente, mirándolos a los ojos, justo antes de darles la mamada de su vida.

¿De verdad espero que tras escribirla y mandarla vaya a terminar todo? No puedo estar segura, pero con la duda no me pienso quedar. Y se me dibuja nuevamente la sonrisa al imaginármela abriendo la carta, y teniendo que sentarse en el sofá del golpe ante la contundencia de mis letras.

Yo antes no era tan cabrona…

O, tal vez, antes no me habían dado motivos para serlo tanto.

Vuelvo a leer lo que llevo escrito, y reconozco que tal vez me estoy pasando. Que la muchacha es una gilipollas, vale. Que estoy hasta las narices de su presencia rondando la cama donde me follo a su ex… pues también. Que siga hablando con él, que le confiese que lo echa de menos, que me ningunee a mí, que soy la que le caliento la polla, definitivamente no me gusta.

Entonces, ¿la carta no debería ir dirigida a él?

Me recuesto en la silla y lo analizo un momento. Arriesgado es, sin duda. ¿Pero me sentaría mejor? A estas alturas, volviéndome una egoísta, me he dado cuenta que nadie me cuida mejor la moral que yo misma. Y no tengo ya ni puñeteras ganas que un tío me haga sentir poca cosa. Ya lo escuchaba decir que me estaba volviendo loca. “¿Por ella? ¿Tienes celos de ella?” Se reiría, y o me enfadaría mucho más, si cabía a estas alturas. Y desde luego, con las ganas que tenía de poner un poco de tierra de por medio entre todo y yo, se me ocurría que no era mala opción enfrentarme a mi novio.

“Ya sé que te va a parecer absurdo, de niñata y de mujer insegura… pero paso de sentirme catalogada por mis emociones. O aceptas que me jode, porque me jode y punto, o hemos terminado.”

Tajante, desde luego, era. Si al fin y al cabo… la culpa la tenía él. ¿No? Daba igual que yo fuera inestable en aquel momento. Cuando una está floja, esperaba que la pareja le ofreciera el apoyo necesario para levantarse y coger fuerzas. Y sólo me sentía hundirme.

“No soy tan fuerte como piensas. Pienso que si una vez te fuiste con otra, y esa otra era yo, puede volver a pasar, y la que se quede de dos palmos de narices sea la que aquí te escribe.” Bien, racionalizando los sentimientos, sea lo que quiera que sea eso. Si tengo miedo, lo digo. Si tengo pánico, corro… Y si me siento abandonada a mi suerte… lloro.

“Lloro porque te imagino con ella, sintiendo algo por ella, disfrutando de su compañía, redescubriendo algo que a primera vista se te pasó la otra vez. ¿Ridículo? Bueno. Más ridículo es que no quieras estar con ella, y aun sabiendo que a mí me molesta sigas llamándola.”

Porque sigues llamándola. Estoy segura de ello.

A ver. Un momento. Esto iba a ser una carta liberadora, y me está produciendo un estrés horrible. Respira hondo y céntrate. ¿Qué es lo que quieres decir exactamente? ¿Lo tienes claro?

Sí, lo tengo claro. Y se lo quiero decir a los dos. Una vez has tomado la decisión, todo se vuelve tremendamente fácil.

“Me despido de ambos, ya que estoy cansada de vuestros jueguecitos. A ti, muchacha, te deseo suerte, puesto que si no conseguiste retenerlo una vez, veo poco probable que lo hagas en esta ocasión. Intenta igualarme en la cama, consiguiendo que desee estrellarme los cojones todas las noches, follándome, frenético, antes de irse a dormir. Sé que me sigue deseando, y me encanta saber que te dejo el listón condenadamente alto, y que te estamparás a la primera de cambio. Y a ti, capullo, te deseo suerte también. Porque la vas a necesitar para olvidarme, por muchos orgasmos que tengas cerrando los ojos mientras le hundes la polla a la niñata, imaginando que me follas a mí, y que te corres en mi coño. Suerte para que no se te escape mi nombre mientras ella te la chupa, y suerte para que puedas descansar bien por las noches, sabiendo que yo le entrego mi cuerpo a otro hombre, que me haga sentir la primera, la más importante, y… sobre todo, la única.”

Es realmente contradictorio que una mujer como yo, que a ratos puede sentirse invulnerable, sea capaz de demostrar tal labilidad emocional. Pero si me has enseñado una cosa es a quererme a mí misma, y ahora me quiero demasiado como para permitirte hacerme daño. ¡Qué a gusto se queda una cuando tienes las cosas claras!

“Pues lo dicho. Sed felices, tener hijos que se parezcan a papá o a mamá… y dejad de tocarme las narices a mí. Me he cansado de sentirme, a veces, ninguneada. Es cierto, solo en contadas ocasiones… pero cuando pasa, duele de cojones. Y ya tengo bastante en la mochila, como para que, aunque esté sólo en mi imaginación, vuestra relación me haga daño.”

Me imagino mandándoles a ambos un video donde se me viera follar con otro, para que él se muera de envidia, y ella encima lo vea empalmarse por mi cuerpo.

“Por ti, pequeña, nunca se le ha puesto tan dura…”

“Y eso es todo. Bla bla bla… y demás.”

Imprimiendo la carta, me doy cuenta que haber hecho la maleta antes de empezar a escribir había sido todo un acierto. Lloraría al cruzar la puerta, sin duda, pero esperaba que las lágrimas se las bebiera la boca del maromo que me esperaba en la puerta, con la polla tiesa, sabiendo que me reventaría el coño a pollazos en cuanto hubiéramos llegado a mi antigua casa.

Sí. ¡Qué a gusto se quedaba una cuando contaba la verdad!

1 comentario: