Se te puso dura nada más ver la foto, estoy segura de ello.
Daba igual lo que estuvieras haciendo en aquel momento, lo que realmente
importaba era la imagen grabada en tus retinas.
Mis muslos, una minifalda, y su mano…
Imaginaste esa mano metida en mi coño, haciéndome gemir…
Y yo me imaginé tu polla dura, y que me enviabas una foto de
ella, como agradecimiento. Te imaginé pasando la mano sobre la bragueta, con la
tela del pantalón tirante por la erección. Escondido en un baño, frente al
espejo, bajando la cremallera de la prenda para liberar tu carne tiesa, y
mostrármela. Daba igual si el baño era real… o mundano. Si tenía espejo para
poder mostrarme tu virilidad encendida por mi osadía, poco importaba si era de
motel de carretera o se adornaba con pan de oro para enmarcar tu cuerpo
excitado.
Pero no lo hiciste… mala persona.
Por lo tanto, te quedaste sin las imágenes que podían
haberte llegado después. ¿Y qué deseabas que enviara? ¿Sus manos sobre mi piel,
o sobre la ropa ceñida insinuando mi cuerpo; o las mías sobra las suyas,
apoyándolo en cada avance sobre mis redondeces calientes y deseosas de
atenciones… de los dos?
Mi cuerpo vestido ya no tenía que decirte mucho. Al fin y al
cabo, mi culo enfundado en tela… era un culo como otro cualquiera. Un buen culo,
sin duda alguna, pero aun te estaba prohibido. El resto de mi cuerpo… bueno. Al
resto podías tener acceso.
Te perdiste las
risas, las provocaciones, la posibilidad de estar ahí, con nosotros, aunque
fuera en la distancia. Te perdiste mis gemidos, te perdiste su morbo,
ofreciéndome.
Me perdiste…
Una cerveza, licor, algo de vino… ¡Tequila! ¿Estaba tan
borracha como para permitir que mi pareja tomara mi móvil y te mandara fotos de
mi coño rasurado? Es más… ¿Estaba tan borracha como para que cualquiera en el
local pudiera verme la entrepierna mientras lo hacía?
Los chicos de la mesa de al lado me miraban, medio colocados
por los vapores alcohólicos, y otros humos… Podías haberme mirado exactamente
igual, deseando posar tu lengua en la humedad que despertaba aquel juego.
¿Estaba tan borracha?
No. No lo estaba. Ya lo sabemos, somos unos provocadores.
Pervertidos.
Y nos encanta.
Se te levantó la polla, igual que a él. Lo sentí duro debajo
de la tela, y supe que tú también lo estabas. ¿Jugaba yo con los dos, o lo
hacía él contigo… y conmigo? Imaginaba también tu mano dentro de mi falda,
acompañando la suya… Y al resto de los tipos del local simplemente mirando.
Unos dedos recorriendo mi vagina, disfrutando de la calidez de mi cuerpo; y los
otros, jugando con los pliegues empapados, buscando mis gemidos al rozarme
donde sólo yo acierto a masturbarme en serio… y donde otros simplemente lo
intentan.
Demasiados tequilas.
Once kilómetros, dijiste. Nos separaba una distancia
irrisoria, y aun así no pude probar tus labios. Me habría encantado que
saborearas el alcohol de mi boca, y que tras ese húmedo beso de presentación,
ese que nos hace tanta falta… te presentaras a mi pareja.
¿Antes o después de sacar la mano de dentro de mi coño?
Voy a serte sincera… y malvada. Os imagino entrechocando las
palmas, con un fuerte apretón de manos, con la humedad de mis pliegues adherida
a los dedos de ambos. Imagino como olería ese apretón… y me veo lamiendo los
dedos, lánguidamente, pasando la vista, perezosa, entre uno y otro rostro.
Y el resto del local… mirando.
Habría estado bien tenerte sentado delante de nosotros,
tomándonos… ¿Qué es lo que bebes tú?
Dime, por favor, que no son gin tonics…
Sí, eres de gin tonic seguro. Pues nada, tomándonos unas
copas, hablando de lo empapadas que tenemos todos las ropas tras la fuerte
lluvia de hace un rato, y de lo bien que estaría poder quitárnosla para que se
secara y se nos aclimatara la piel. Yo, por mi parte, me habría quitado ya los
zapatos de tacón de aguja, y resguardado los pies, jugueteando con las perneras
de los pantalones que mejor y más cerca tuviera. ¿Serían los tuyos? ¿Serían los
de él?
Siempre me has llamado Magela…
Me imagino tu voz pronunciando mi verdadero nombre mientras
él me ofrece a ti, y mientras me desnuda, desde mi espalda, para que puedas
acariciar mi cuerpo y me escucha gemir por tus atenciones. Te imagino llevando
tus labios a mis pechos y torturando mis pezones, mientras él me va susurrando
al oído lo que quiere que vaya haciendo. Mirarte a los ojos, por ejemplo, o
separar las piernas, para ofrecerme más…
Te imagino llamándome por mi nombre mientras me la metes en
la boca por primera vez. Tu mano sujetando mi barbilla, de forma casi delicada,
disfrutando de mi lengua, ya que mi culo no te iba a ser otorgado. Meter y
sacar tu carne de entre mis labios, con torturadora lentitud, mientras no
dejaras de mirarme, amoldándome a tus medidas. Y sentirte estremecer contra mi
paladar, y escucharte jadear, mientras los tres estábamos deseosos de continuar
desprendiéndonos de alguna pieza más de ropa.
Sí. Tenía los pies helados tras la lluvia. Y tenía la
garganta seca sin la leche que podías haber derramado en mi lengua.
Echaba de menos las palabras de halago hacia las virtudes de
mi boca, escuchadas de la mano de dos caballeros que disfrutan del juego y de
las reglas. Dos hombres muy complacidos por todas las atenciones que se le
pueden prodigar a dos pollas tan perversas.
Y las sigo echando en falta…
Uno manejando mi boca, y otro torturándome las nalgas. Y en
mi cabeza, aparte de jadeos y exclamaciones, las palabras casi surrealistas de
dos hombres que intercambian opiniones.
Las sigo echando en falta.
Porque esos malditos once kilómetros se hicieron eternos
entre nosotros. Porque no pude olfatear tu colonia prendida de la solapa de la
chaqueta, y no pude llevarme a los labios el sabor de la mezcla de tu bebida,
tras mojarte tú los labios, y yo degustarla en ellos.
Sigo echando en falta tu polla.
La necesitaba dentro de mí junto con sus dedos. Necesitaba
tus ojos clavados en los míos mientras le pasaba la lengua a su capullo
inflamado. Necesitaba tus palabras de aliento, mientras ambos disfrutabais de
mi cuerpo, pugnando por poder presumir de ser el causante del orgasmo que me
dejara desmadejada y plena.
Si sólo iba a ser una copa… sin compromiso. Nadie te
obligaba a follarme, pero dudo que quisieras marcharte a tu casa sin hacerlo.
¿Te dio miedo?
No, no creo… Sería la bebida. Te invité a la mezcla que no
te va. Claro. ¿Cómo te iban a gustar los gin tonics?
La próxima vez quedaremos en una cafetería. Tú pagas los
cafés, y yo los condones.
Y si eres bueno… quizás, y digo solo quizás… te lo puedas
quitar para correrte sobre la piel de mis nalgas. Muchos cafés, con nata y
canela, tendríamos que compartir en las noches lluviosas de Madrid para que
acabaras follándomelo. Pero se te nota un hombre paciente, y con ganas de
ofrecerme muchos de tus orgasmos.
Y de obtener muchos de los míos.
Pero te voy a confesar un secreto: es difícil,
condenadamente difícil, conseguir que me corra. Aun así, sé que vas a
intentarlo. Y sé que si te portas bien, y me dejas guiarte, puede que incluso
te regale uno. Gemiré para ti, bajo su atenta mirada.
Y, sin embargo, esa noche tuvimos que buscar a otro para que
nos acompañara. Imaginé que eras tú, pero no te llegaba, por descontado. Su
boca no pronunciaba el nombre de Magela con la perversión con que lo hace la
tuya. Sus manos no me aferraban con la determinación con la que creo que lo
harían las tuyas. Su lengua no me recorrió igual, y su polla, desde luego, no
podía saber a ti…
Sí, él sólo me folló, bajo la atenta mirada de mi pareja.
Tú, sin embargo, te habrías recreado en mi cuerpo, ese que
tanto has deseado, y nunca disfrutado. Habrías hecho realidad alguna de tus
fantasías; las que me has confesado, y probablemente alguna de las que aun no
has compartido conmigo .Habríamos jugado con elegancia y con mucho puterío.
No es sólo sexo… Los tres lo sabemos.
Otro me folló, pero yo únicamente pensaba en la polla que
conozco por fotos. Y en tu voz, gimiéndome al oído mi verdadero nombre, y no el
de Magela.
Sí… Si te dejas… te regalaré alguno de mis orgasmos.
Café pues…
Pero, desde luego… nunca en Barajas.
"Y jugar, por jugar
ResponderEliminarSin tener que morir o matar, ..."
Excitante relato.
Desde luego que no Gin Tonics. Whisky, un par de dedos, con mucho hielo
ResponderEliminarY los derritiré en tu cuerpo
Manteniendo el ritmo del relato hasta el final. Magnífico
ResponderEliminarVaya...
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