Era viernes, otra vez.
Un maldito viernes, de esos en los que me quedaba sola en
casa porque mis padres tenían turnos incompatibles con la vida familiar, en sus
respectivos trabajos, y mi glorioso hermano había salido de juega con sus
amigos. Como no, seguro que había alguna golfa de por medio. Eso me mataba… me hacía hervir la sangre. Me
hubiera encantado poder afirmar que mi hermano podía hacer lo que quisiera con
su jodida polla todas las noches, pero ya había aceptado que era malo engañarse
a uno mismo. Que se tirara a cualquier putón borracho me mataba, aunque en el
fondo me mataba que se tirara a cualquiera, borracha o no. Imaginarlo fundir
sus carnes en las de otro coño que no fuera el mío no era una opción aceptable
para mí. Odiaría a toda chica que le pusiera un dedo encima a mi hermano. No
decir ya a las que le ponían el coño en la boca…
En las últimas
semanas, después de que tomara la determinación de que necesitaba sentirme
perforada por la polla de Víctor, en modo taladro percutor, mi vida se había
convertido en un autentico infierno. Me molestaba la visión de mi hermano
vestido rondando los pasillos, pero también me molestaba en calzoncillos. Calzado
o sin zapatos, con camiseta o sin ella. Simplemente, me molestaba mirarlo, que
existiera era ya un completo martirio.
Y más martirio todavía… que para él yo no existiera.
Así que había convertido internet en mi recurso supremo. No
me podía creer a la de gente que le gustaba tirarse a sus hermanos. Me hacía
pensar que era un poco menos guarra de lo que en principio me creía, aunque
bien mirado estaba empezando a aceptar que hay ciertos deseos que por más que
los reprimas van a ir a buscarte a la tumba, si hacía falta. Y yo, antes de
morirme, quería follar como una condenada a mi queridísimo hermano. Tirármelo
en el coche, en la ducha… en su cama y en la mía. Joder como animales con la
tranquilidad de saber que la casa era toda nuestra ya que nuestros padres
siempre estaban ausentes, aprovechar incluso la cama ancha de matrimonio de
nuestros progenitores…
En internet encontré de todo. Y te explicaban con pelos y
señales cosas que yo nunca antes había vigilado. Cosas que ni sabía que podían
ser espiadas, también… Fotos, consejos, foros y blogs relacionados con follar
entre hermanos eran mis aliados ahora en el desconsuelo de mi coño. Cosas en
qué fijarme…
Las llamadas
poluciones nocturnas eran una de ellas…
Esa misma mañana, mientras él se daba una ducha y mis padres
se habían ido ya al trabajo, me había colado en su cuarto. Llevaba haciéndolo
toda la semana, buscando y olfateando sus sábanas, pasando la mano, buscando
rastros de humedad… Y nada. Pero esa mañana lo había visto pasar por delante de
la puerta de mi habitación mientras yo me vestía. Acababa de darme mi baño, y
él me había escuchado salir y sabía que le tocaba el turno. Iba en
calzoncillos… y estaba empalmado.
Me ardió el coño como nadie se imagina.
Su enorme verga marcada dentro del calzoncillo blanco,
ladeada hacia la derecha, llegando más allá de la ingle… Oscura la piel,
dibujado el glande con toda claridad, y mojada la tela en esa punta. Se había
parado frente a la puerta de mi dormitorio, rascándose la cabeza, todavía
adormilado.
- - ¿Ya estás?
-
Desayuno, y lista- había conseguido articular,
ya que mis ojos habían acaparado todas mis funciones cerebrales y pocas
neuronas me habían quedado disponibles para otros menesteres. Esa enorme polla
aprisionada en el calzoncillo me había mojado enormemente las bragas, y sabía
que tenía que cambiarlas antes de subirme a su coche, para no manchar nada.
La idea de lanzarme en ese momento sobre él me mantuvo tensa
unos segundos. Mi mente calenturienta de adolescente virgen se precipitó sobre
su paquete, queriendo recorrer con la yema de los dedos la dureza que sabía que
existía pero que mis ojos no podían corroborar sin más pruebas. Y mi lengua
también quería formar parte de esa pequeña orgía. Quería agarrar el calzoncillo
blanco y bajárselo hasta las rodillas, observar lo que Víctor entregaba a sus
novias sin reservas, tan cerca de su polla que el calor irradiara hasta la piel
de mis labios, y su olor me golpeara las fosas nasales. Quería saber cómo
apestaba la polla de mi querido hermano mayor.
Y probarla…
-
Quince minutos y salimos…
Asentí y se apartó de mi vista, entrando en el baño. Nunca
cerraba la puerta… Y aunque mis necesidades de ver como Víctor se quitaba la
prenda y quedaba desnudo y fuertemente empalmado delante de mis ojos eran más
que justificadas, aquella mañana me reclamaban sus sábanas. Así que corriendo
llegué a su habitación, no sin antes echar un pequeño vistazo al interior del
baño. Víctor meaba ya sin el calzoncillo en la taza del váter, de pie,
ofreciéndome el grandioso espectáculo de sus nalgas duras de deportista
mientras el sonido del chorro de orina chocando contra el agua del fondo me
inundaba los oídos…
Esas nalgas prietas que imaginaba cada noche bombear duro
contra mi coño caliente; esa orina que bebería si él me lo pidiera… Restregarme
contra su boca para que me lo comiera de forma salvaje, mojándole la barbilla y
la nariz enterrados entre mis flujos excitados. Sentir sus manos fuertes aferrar mis caderas para empujar duro contra
mis entrañas ardiendo, entregando mi virginidad a la polla durísima y sedienta
de un follar distinto al que ha tenido hasta ahora…
Emborracharme para mi hermano Víctor…
Corrí hasta su dormitorio. Y mientras lo hacía, llevé los
dedos a la braga y noté como la tela estaba completamente mojada, y que si
presionaba solo un poco sobre los labios mayores se filtraba a través de la braga. Los dedos pegajosos…
preparados para una buena sesión de autosatisfacción para la que ahora no tenía
tiempo.
Me arrodillé junto al lateral de la cama, y retiré la
colcha. Allí, en el centro casi, estaba la marca que andaba buscando… la prueba
de que mi hermano esa noche había estado pensando en tirarse a alguien, o
directamente lo había soñado. Poco me importaban los detalles… yo solo quería
probarlo.
A punto estuve de ir a tocar la mancha con los dedos que aún
conservaban el olor de mi coño, y su humedad. Por suerte los hice retroceder a
tiempo mientras avanzaba la otra mano. Y mis yemas tocaron la sábana húmeda, el
surco dejado allí por sus líquidos calientes mientras pensabas en vete a saber
qué guarra… Humedecí mis dedos en la mancha, recorrí la zona donde casi
desaparecía, perfilando la figura que se me antojaba tremendamente grande.
Llevé los dedos bajo mi nariz y aspiré el aroma, fuertemente. Ese olor no era
como esperaba.
Era la primera vez que olía a polla.
Me senté en el borde de la cama y llevé mi cara hasta el
colchón. Olí la esencia de Víctor sin saber si era corrida u otra cosa. La
curiosidad me embargaba, pero la inexperiencia me podía… Estaba loca por
googlear la pregunta, a ver si alguien aliviaba la duda.
Pegué la cara a la mancha…
Abrí la boca y la probé… pasando la lengua desde un extremo
a otro, abarcándola toda. Oliendo,
degustando… Mi primer contacto con el semen masculino, con la corrida de mi
hermano. No recuerdo el momento en el que, me imagino que por el descontrol de
mis sentidos por aquella nueva experiencia, me llevé la mano al coño y empecé a
masturbarme con saña. De veras que no recuerdo cuantos minutos pude estar
tocándome y pellizcándome, penetrándome y dejando mis bragas y mi mano
completamente empapadas. Gemía contra la sábana sin control, aferrada la otra
mano a la colcha como si en aquel instante me empalaran y necesitara apoyo para
no resbalar… Jadeaba y se me secaba la garganta contra la mancha de la cama,
mientras sentía como comenzaba a ser inminente mi corrida. En mi mente solo una
imagen… Víctor contra la taza del váter
regándome la cara con su leche, esa leche que olería como aquella sábana. Esa
polla que me golpearía los cachetes cuando hubiera terminado, restregando la
punta de su capullo contra mis labios, moldeando la elástica resistencia de las
paredes internas de mi boca para introducir la corrida y poder saborearla a
placer, notando todavía sus espasmos…
Su polla… Su bendita polla… Su maldita polla…
Me corría irremediablemente… y me gustaba horrores.
- - ¡Víctor, me corro!- me escuché decir contra las
sábanas…
Y estallé empapando las bragas, la mano, los muslos… habría
mojado hasta el suelo si no llego a estar medio sentada en la cama. Mi puño aun
se aferraba a la tela, y yo jadeaba mientras mi espalda se tensaba y relajaba
acompañando a los espasmos que nacían de mi encabronado coño.
- - Bea…
¡Dios! Mi hermano…
@MagelaGracia
Magela Gracia en Fb
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El deseo... la codicia se multiplica por aquello que tenemos cerca... sea o no "natural"...
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