¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

lunes, 29 de septiembre de 2014

Mirillas

PROLOGO. Un nuevo proyecto...

Valencia
7:48

Salgo por la puerta a la carrera. Hago un repaso mental de mi vestimenta, prestando especial atención únicamente a los zapatos; el resto se ha convertido en rutina. Y conforme con la elección de la mañana, llego al ascensor a trompicones, y pulso el botón con prisas.

Si tengo suerte, podré terminar de maquillarme en el espejo de la pared del fondo, ya que los veinte pisos que me separan de mi coche dan para mucho a una mujer tan experimentada como yo en las carreras de velocidad mañaneras. Mejor eso que retocarme el rímel en un semáforo, a la vista de los gilipollas que se quedan mirando con cara de “mujer tenías que ser, para eso sí sabes usar el espejo retrovisor.” Porque a mí siempre me entran ganas de contestarles: “El lápiz de labios que me estoy poniendo es el que estás deseando que  te pinte la polla, mamonazo.”

Y claro, para evitar tal intercambio intelectual, mejor usar la intimidad de un ascensor para los menesteres de disimular las señales de la mala noche pasada, tras unas copas de vino en el sofá, masturbándome hasta altas horas de la madrugada con el libro electrónico en la mano, mientras me imagino que el protagonista de la historia está entre mis piernas y no entre las de la niñatilla de líneas perfectas que la escritora quiso que yo envidiara. ¡Joder con las veinteañeras! Yo a su edad no me comía una rosca, pero también es cierto que yo no tenía el 170 de estatura ni el cabello pelirrojo de la muñequita en cuestión.

En total… tres copas de vino (que si no me equivoco, era más de media botella de rosado bien fresquito,) dos orgasmos bastante intensos tras usar el consolador que mi ex novio había tenido la gentileza de dejar que me quedara tras nuestra ruptura sentimental, y tres horas menos de sueño de las que dicta el sentido común en una noche de martes, cuando el miércoles va a ser un día tan duro de trabajo como cualquier otro.  Consecuencias: Ojeras, un bostezo permanente en la boca, mal aliento y dolor de cabeza.

Pero aún llevaba las bragas mojadas…

Eso hacía que mereciera la pena echar a correr ahora ajustando la falda de tubo del traje de chaqueta que tenía costumbre ponerme para ir a trabajar. Un dos piezas clásico que podía combinar con infinidad de blusas y zapatos, y que se había convertido en un recurso la mar de socorrido para cuando me vencía el alcohol en una noche solitaria, o la película de estreno de los jueves (¿a quién coño se le ocurriría poner una peli buena cuando al día siguiente hay que madrugar?) o la fiebre del bebé del piso de abajo, que siempre aparecía cuando estaba quedándome plácidamente dormida acurrucada en mi espaciosa cama, con pesados cojines colocados primorosamente en el lado en el que desde hacía más de un año había dejado de dormir mi querido ex novio.

Pues eso, que yo dormía mal casi todas las noches.

Y casi todas las mañanas me despertaba maldiciendo en voz alta el despertador y su función snoozer, los pajaritos que piaban tan alegremente en la melodía escogida dándome la bienvenida al nuevo día, y a mis nuevos y fogosos vecinos, que se habían pasado gran parte de la noche prodigándose placeres el uno al otro, haciéndome saborear sus orgasmos como si fuera mi coño el que los hubiera disfrutado.

Mierda. Mierda. Mierda.

Y la puerta del ascenso se abre cuando me estoy volviendo a poner uno de mis amados tacones, manteniendo un precario equilibrio con saltitos ridículos en el descansillo.

No he tenido suerte; el ascensor está ocupado por una vecina que identifico como la tipa con suerte del ático, la que tiene un marido de lo más cañón, un cochazo en la plaza de garaje y unos pequeños diablillos, (ya no tan pequeños, que creo recordar que están en la universidad) que ya no viven en casa sino en la residencia de estudiantes. Su despampanante maridito únicamente para ella.

Saludo quedamente con la cabeza, y me acomodo en el lado opuesto del ascensor, como dictan las normas no escritas de los usuarios de ascensores en grandes comunidades. Segundo mandamiento: No rozarás nunca a tu vecino, aunque sea el macizo del ático y el habitáculo esté a reventar. Antes bajas por las escaleras los 20 pisos, y te ahorras la clase de aerobic de la noche. Por suerte, el tercer mandamiento prohíbe el intercambio de más de tres palabras en el ascensor, y el cuarto hace referencia a chismorrear todo lo que se pueda de los datos criticables que se pueden recabar de un rápido vistazo de soslayo.

Y esa mañana esta, mi querida y envidiada vecina, no tenía buena cara. No llevaba su moño habitual, recogido con esmero en lo alto de la coronilla. Tampoco iba maquillada, y desde luego el calzado era de todo menos glamouroso. ¡Quién te ha visto y quién te ve!

Pero lo realmente interesante se encuentra en las manos de mi queridísima y envidiadísima vecina. Una caja con enseres personales, descuidadamente abierta a los ojos curiosos de cualquiera que quisiera otear su interior. Y era una caja bien surtida, desde fotografías en sus marcos a productos de higiene. Y eso, unido a los rumores de problemas en la pareja, hizo que empezara a tomarme en serio las habladurías de la portera.

Divorcio a la vista.

Una lagrimilla se le escapa a mi vecina al mirar la foto que se encuentra más arriba, y casi me enternezco. Y digo casi, porque estoy que no me lo creo. Mi modo harpía se ha activado sin demasiados miramientos, y ha metido los datos del vecino buenorro en mi GPS. A la porra el lápiz de ojos en el ascensor, en nada tendré que disponerme a salir siempre impecable por la puerta de mi casa.

-          ¿Vacaciones?- pregunto, malévola.

Ella me dirige una mirada asesina, de esas que dejan a las claras que si no existieran los mandamientos en los ascensores cometería un asesinato. Noveno mandamiento: No matarás nunca a un vecino en el interior del habitáculo, ya que la sangre es difícil de limpiar y la portera se pone de mala leche si la hacemos tocar lejía. Mala baba tener alergia a los productos de limpieza siendo empleada del hogar, y con un peso que podría aplastar con facilidad a dos vecinas como nosotras sin casi sudar.

-          Mudanza-, responde, serena.

No puedo disimular la sonrisa que se perfila en mis labios. En momentos como éste me doy cuenta que no puedo tener tan buen fondo como siempre me creo.

-          Suerte.

Ahora es ella la que sonríe.

-          Suerte he tenido al darme cuenta a tiempo, y no perder los últimos años de juventud con un neandertal como mi marido. Compadezco a la que se le arrime a partir de hoy.
Se me borra un poco la sonrisa.

-          ¿Separación?

-          Divorcio.

Quinto mandamiento: No follarás con el marido de tu vecina, mirándote al espejo de la pared del fondo, pulsando el botón de emergencia del ascensor para que se quede bloqueado. Puedes ser todo lo hijaputa que quieras en el rellano;  como si te lo montas con varios a la vez mientras  los hijos esperan pacientemente a que sus padres se corran para que los lleven a la carrera al instituto. Ni se te ocurra influir en el correcto funcionamiento del ascensor comunitario, y menos en los horarios de más tránsito de un edificio de 25 plantas.

Amén.

@MagelaGracia
Magela Gracia en Facebook





miércoles, 24 de septiembre de 2014

Polla hermana, polla mamada ( y IV )

Un maldito, horrible y jodido viernes.

No, perdón… Ya era sábado. Cosas del no dormir.

La idea de un whisky ahora me tenía consumida. Era una necesidad apremiante echarme algo ardiente a la garganta, quemarme la lengua con el líquido, perder la cabeza por unos momentos bajo los efectos del alcohol. Emborracharme, dormir. Porque sabía que si no bebía pasaría la noche recordando las imágenes que me habían regalado entre ambos, Víctor y Verónica. Y masturbándome, eso también.

Mis bragas…

Las últimas bragas que me había comprado mi madre. Una de las primeras que ya parecían de mujer, con algo de encaje y sin animalitos dibujados en la tela. Algodón blanco, normales y sencillas; pero no aniñadas, como hasta ahora las había usado.  Estaba muy orgullosa de esas braguitas, y me encantaba que mi hermano las hubiera escogido.

¿Pero, cuándo? No recordaba haber echado en falta nunca ropa interior. ¿Por qué ahora? ¿Lo había hecho en otras ocasiones, o había sido consecuencia su hurto y luego uso más que obsceno por verme masturbar esa misma mañana en su cama?  La cabeza me daba vueltas, y el coño me ardía con rabia. No entendía lo que sentía, las emociones se entremezclaban en mi cuerpo sin poder digerirlas, y no iba a decir que fuera solo en mi cerebro o en mi entrepierna donde sentía puntadas. Mi pecho, por nombrar uno, también  era un lugar que sentía muy vivo ahora.

Una copa, de lo que fuera… Necesitaba una copa.

Al dirigirme al mueble bar en el salón pasé por delante de la horrible espejo que mi madre tenía en el pasillo, y no pude remediar el impulso de observarme. Sin el pantalón de franela ni la braga, con la camiseta de manga corta roja que me llegaba al inicio de las caderas, muy estrechas. Casi una niña, todavía. Con pelo en el coño, pero sin la imagen voluptuosa de mis compañeras reflejada ahora en el espejo. Una talla infantil… Mi madre me consolaba con la frase de ya te llegará la hora. Pero esa hora no llegaba, y me parecía eterno el tiempo.

Abrí el mueble bar, y no encontré whisky. No podía creerlo… En su lugar, varias botellas de ginebra llenaban un pequeño espacio, compartido con varias de vino, ron y vermut. Ginebra… ¿Cómo coño se bebía la ginebra?

Y me di cuenta de que me daba igual, que mientras más me quemara la boca, tanto mejor. Así que con un vaso de un estante lleno hasta la mitad me senté en el sofá y me decidí a tener mi primera relación directa con el alcohol. Quise hacerlo como en las películas que había visto en la tele, de un tirón, pero el fuerte olor me impidió acercarme tan rápido el cristal a la boca. Así que entró despacio y a poquitos en ella, sorbiendo lentamente, disgustada por el sabor. Sabía que las muecas de mi rostro tenían que ser de chiste, pero estaba dispuesta a hacer desaparecer mis penurias con aquel líquido que me inflamaba la lengua, y me la dejaba áspera y seca. Y sin darme casi cuenta había vaciado el vaso.
Ahora me ardía, además del coño, la boca. Necesitaba alivio, y pronto.

Me llevé la mano a la entrepierna, mientras con la otra libre me volvía a servir otro tanganazo de ginebra. Mis labios menores estaban mojados por completo, y los mayores calientes, y como sentía, abultados. Dejé la botella a un lado, y aunque sabía que si volvía a llenarme el vaso sería ya para dormir la mona, no la alejé demasiado. Estaba deseosa de perder el sentido, para no seguir sintiendo la desesperación tan agobiante que tenía preso mi cuerpo, y mi cerebro. Desconectar, una opción tan válida como cualquier otra. Pero antes… quería correrme.

En la tele no había nada interesante a esa hora… y por interesante me refería a pornográfico, claro. Mensajes de esos para que llames y te descargues escenas en el móvil, pero los había visto tantas veces que ya no me ponía nada observar dos caras conocidas diciéndose siempre las mismas guarradas. Tal vez un día tuviera que pagar el precio del mensaje para tener una cosa así en el móvil… para emergencias.

Y me di cuenta que podía reenviarme el correo de mi hermano, con su video, al mío y luego borrar todas las huellas. No sabía si era buena idea hacerlo, pero siempre me quedaba después la opción de borrarlo, y tal vez mañana ya no estuviera donde lo había encontrado. No podía perder la ocasión, y me fui directa al dormitorio de Víctor, y me senté con la botella de ginebra y el vaso casi vacío en su silla de escritorio. Mi cepillo también seguía en su mesa. ¡Qué descuido, joder! Podía escuchar la voz de la tipa en la tele incitando a la gente a bajarse los videos más calientes para el móvil, pero no le hacía caso. El ordenador volvió a arrancar mientras me terminaba el alcohol del vaso, y directamente pensaba en llevarme el cuello de la botella a la boca. Miraba el reborde de cristal y me imaginaba pasando la lengua en círculos. Mientras abría el correo me levanté, aparté la silla e incliné la cabeza sobre la botella, colocándola en el estante inferior del teclado para acceder con más comodidad. Al mismo tiempo separé las piernas y me llevé el mango del cepillo entre mis pliegues, mojándolo… preparándolo para penetrarme con él mientras mamaba la botella y me torturaba el clítoris con la yema de los dedos. Me excitó verme así, inclinada, como si dos tíos me tuvieran ocupada. La verga de mi hermano en la boca, la de cualquier otro a punto de perforarme el coño.

El cepillo entró con facilidad de lo mojada que estaba. Era estrecho y pequeño, y en principio, aunque no sabía lo que se sentía tampoco con una verga de verdad ensartada, lo que sí me alivió fue poder presionar la musculatura y sentir que se cerraba sobre algo que no fuera un vacío horrible. Esa sensación me hizo sentirme plena, aun por el tamaño. Lo sujeté con la vagina, fuertemente, mientras con la mano lo introducía y lo liberaba, haciendo tope cada vez contra el fondo. Puse en marcha el vídeo nuevamente, casi de forma automática; quería escuchar otra vez los gemidos de mi hermano. Mis labios rodearon la botella y me la metí lo más que pude en la boca, y la recorrí como una guarra imaginando que no era frío cristal lo que chupaba. Mis dedos, tras darle al botón de inicio en el ratón, habían vuelto a mi clítoris y me empecé a tocar con obscena dedicación. Quería correrme, me sentía borracha, estaba loca por acabar desmadejada envuelta en las sábanas de mi cama hasta el mediodía de la mañana siguiente.

Mi lengua jugando con  la botella… era lo que más gusto me daba; imaginarla una polla.

Fui incrementando el movimiento de mis manos mientras sentía que mi excitación aumentaba. Tuve la necesidad de apartar la que sujetaba el cepillo y hacerlo desde atrás para no estorbarme, y lo que hice fue simplemente fijarlo al fondo y presionar duro, no dejándolo escapar. Mis dedos se equivocaban constantemente en mi coño, por lo mojada que estaba y por la borrachera que llevaba, además que intentaba abarcar demasiadas cosas a la vez, intentando también mirar el video de la mamada a mi hermano y no podía con todo, tenía que reconocerlo. Sabía que estaba siendo la cagada más grande para masturbarme, pero no podía remediarlo, necesitaba mis agujeros ocupados…
Y, en eso… mientras gemía contra la botella solo por el placer de escucharme gemir, vi posicionarse los pantalones vaqueros de mi hermano a mi lado.

-        -   Bea… tenemos que hablar.

Sentí caerse el cepillo al suelo antes que vergüenza… Eso llegó inmediatamente después.

-        -  Víctor… ¡Joder, no me digas nada!

Mi hermano se arrodilló y recogió el cepillo de entre mis piernas. No puedo saber si lo hizo para mirarme el culo y el coño abierto de cerca, ya que en cuando noté su presencia había cerrado los ojos inmediatamente tras apartar la boca de la botella. Quería ponerme tiesa, pero la cabeza me daba vueltas y no podía dejar de imaginarme que, al menos, en esa postura, si Víctor quería, podía hacerme suya sin el más leve inconveniente.

La mano de mi hermano dejó al lado del ratón el cepillo, y cerró el vídeo de su mamada a continuación. Lo oí suspirar y reclinarse a mi lado, apoyando las manos también en la mesa, como yo lo hacía ahora. Entreabrí los ojos para mirarlo a la cara. Estaba encendido, no sé si de vergüenza también o tal vez excitado.

-       -   ¿Por qué has venido hoy tan pronto? Nuca llegas hasta la mañana…- Hablaba la rabia borracha que me estrangulaba por dentro, al haber sido descubierta en tan deslucida escena.

-       -   Joder, Bea… Subí a por condones. Los colegas están esperando abajo. Tenemos a varias tías en el coche. Nos íbamos a un motel a follar-. Las últimas palabras sonaron amargas en sus labios, con un enorme pesar-. Y esto no debería estar contándotelo, ¡mierda! Eres menor, Bea… 
Tragué saliva. Peor no podían ir las cosas.

-       -   Pero no tonta… Además, no te olvides que soy tu hermana. No me llames menor, ese es el mejor de mis defectos ahora…

Otro suspiro. Víctor miraba a la mesa, como si en ella buscara respuestas. Yo me envalentoné y lo miré bien a la cara, cuando él no me miraba. El alcohol es lo que tiene, ayuda a hacer cierto tipo de cosas. Supongo que mis palabras no salían ni mucho menos de mi boca como yo quería articularlas, pero Víctor no se quejaba… Pensé en acercar mi rostro al suyo, a ver qué pasaba… pero no lo hice.

-        -  ¿Por qué mis bragas?

La espalda se le puso tiesa. Entonces entendió que no era la primera vez que veía el vídeo, y al mirarme él a mí nos vimos como me parece que no nos habíamos imaginado nunca… como dos cómplices de un oscuro secreto. Ahora no era yo solo la que sentía vergüenza, sin duda…

-        -   Me pusiste malo esta mañana, aunque sé que no es excusa.

Hablaba ahora de frente, y aunque yo apestaba a alcohol pude percibir que también él había bebido algo. No sabría decir si estaba borracho, pero por supuesto que muy lúcido no estaba.
Echó mano a su pantalón vaquero y sacó mis bragas de su bolsillo. Me las enseñó brevemente, y casi creí que se las llevaría bajo la nariz para olerlas por la cara que ponía. Pero no, las encerró en su puño y volvió a mirar hacia la mesa.

-       -   No debí cogerlas… eres mi hermana.- Sus palabras eran losas sobre mi cabeza.

-        -  No debí masturbarme en tu cama… eres mi hermano.- Contesté entonces, abatida.

Apretaba mis bragas con fuerza, los nudillos blancos haciendo juego con la tela. Su cara, roja.

-        -  ¿Desde cuándo, Bea? No me había dado cuenta.

-     - No hace mucho, no te creas. Cosas de la vida-, solté, como resignada al surgir de los acontecimientos-. Me harté de mirar pollas en el instituto que ni puto caso me hacían. Al menos, la tuya, la tengo cerca.

-        -  ¿Ninguna polla?- rió por lo bajo-.Quiero decir, ¿ningún chico?

Entonces reí yo.

-       -   Ninguno.

Pude ver que mi hermano me miraba el trasero de soslayo. No sé si lo hizo para hacerme sentir mejor o es que realmente mi culo en pompa le llamaba. Lo cierto es que volvieron las ganas de tirármelo, teniéndolo tan cerca como ahora lo tenía. Yo le correspondí echando un vistazo a su bragueta, que aunque me la medio ocultaba su muslo me decía que algo hinchada debía estar. Víctor se dio cuenta del interés que me despertaba y casi que lo vi recolocarse para que pudiera observarla mejor, o al menos eso imaginé.

-        -  Joder, Bea. Esto está mal…

Y se apartó de mí y se sentó en su cama, con la cabeza entre las manos. Se le veía empalmado, si… Ahora podía ver su pantalón vaquero hinchado. Me estremecí al observar que aun sujetaba mis bragas, y las tenía contra la cara. Me enderecé, no sin cierta dificultad, y quedé parada frente a la mesa, deseando quitarme la camiseta y ofrecerme desnuda a Víctor en su cama. Pero algo me decía que no debía ser yo la que diera el primer paso, que se espantaría. De ese modo, excitada y borracha, con la imagen de su polla en la cabeza y mis ojos fijos en mis bragas, cogí la botella de ginebra y se la enseñé.

-       -   Me emborraché para mamártela, Víctor-, me escuché decir, antes de pegar la boca al cuello de la botella y echarme un trago. No supe hacerlo, y el líquido rebosó por mis labios y me empapó la camiseta. Al menos conseguí no toser al tragar la ginebra que abrasó mi lengua. Un enorme trago que volvió a calentarme el cuerpo.

-        -   Hablo demasiado…

-       -   Te he escuchado con tu grupo. Y la del video estaba también borracha. Así es más fácil, ¿no? ¿Te gusto más bebida? Así al menos tengo una excusa para lanzarme…

Apartó las manos y me miró de frente, pero pronto desvió la mirada hacia mi entrepierna. Se me calentó la cara al verlo observarme con cara de lelo, se me mojó por entero el coño y temí que fuera hasta a chorrear de lo contenta que me había puesto al ver su reacción. Me sentí por un instante poderosa, dueña de mi misma y de la polla de mi hermano. Me acerqué ahora despacio, mientras me miraba. Se irguió sin dejar de clavarme los ojos, y lo mejor de todo es que no intentó huir. Se dejó seducir, y eso que yo no sabía hacerlo.

Lo estaba consiguiendo…

Llegué a su lado. Me metí entre sus piernas y esperé. Su cara quedaba a la altura de mi ombligo, y allí apoyó la frente. No sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados, si me miraba o intentaba no hacerlo. Me daba igual… había ganado.

Sus manos se aposentaron en mis nalgas y me atrajeron hacia su cuerpo. Mis rodillas se incrustaron contra su entrepierna, y lo sentí duro y tieso. Su polla… la mía. Sentía las yemas de los dedos de mi hermano quemarme el culo, clavarse fuerte, temblar al hacerlo. Gimió cuando no pudo acercarme más a su cuerpo. Mis rodillas disfrutaron del primer contacto con su miembro endurecido, ése que de momento me deseaba, esa polla cálida que siempre me había sido esquiva y ahora se apretaba contra mis piernas.  Y mordió la tela que cubría mi abdomen. Tiró con los dientes y separó la cabeza. Fue incorporándose con la camiseta prendida de la boca, arrastrándola hacia arriba en su avance. Cuando me quise dar cuenta, entre mis jadeos y los suyos, mis pechos estaban al descubierto y sus manos los estaban apresando. Temblé de gusto al sentir sus dedos apretar los pequeños pezones, sus labios y la lengua jugar con la piel que había entre ellos. Al no saber qué hacer con las manos las dejé en su cabeza, aferrando sus cabellos. Parece que le complació el gesto.

-        -   Esto es un error, y lo sabes…- murmuró contra mi piel.

-       -   Ya nos arrepentiremos mañana-, contesté, demasiado excitada como para no aprovechar la ocasión que se me había brindado en bandeja.

Víctor levantó los brazos y me sacó la camiseta por la cabeza. La arrojó a un lado de la cama mientras me sujetaba por la nuca y acercaba sus labios a los míos. Mi boca se entreabrió por la proximidad y su calor, y aunque no quería hacerlo los ojos se cerraron para disfrutarlo. Y sentí su lengua apresar la mía sin reservas, hambriento de lo que podía encontrar en ella. Sus labios se estamparon y me devoraron, y sus manos me estrujaron contra su cuerpo, impidiendo una posible huída. Ni ganas que tenía de moverme. Sabía que tenía excitado a mi hermano, por algún extraño motivo que no podía entender, ya que no era ni por asomo su imagen de chica deseada. Pero allí estaba, besándome y tocándome el culo, elevándome contra su pelvis y separándome las piernas al hacerlo, montándome sobre sus caderas cubiertas del vaquero para llevarme contra la pared a mi espalda y sujetarme mientras se abría la bragueta y lo sentía aferrar su verga. Mis sentidos enloquecieron al saberla al descubierto entre mis piernas, casi rozando la vulva que tantas veces había sufrido su ausencia.

-        -  Por favor,  Víctor. Quiero verla…

-        -  Luego, nena. Estoy loco por follarte.

Y me di cuenta de que me daba igual no ver la polla de mi hermano antes de que me penetrara, ya me encargaría de que se corriera en mi boca. Así quería que aquello acabara, con su miembro caliente derramándose contra mi paladar y la lengua, degustar el sabor de su leche, tragarme todo lo que pudiera.

La sentí entrar de una sola vez. En un momento estaba por completo ocupada, con mis labios rodeando su polla dura como una roca. Fue una embestida fuerte, que tropezó con el fondo de la vagina produciéndome un leve dolor al chocar en ese punto al final, pero apenas si le di importancia porque era tan excitante saberme recorrida por ese trozo de carne compacto contra la pared del cuarto de Víctor que no me importaba nada más. Ese primer empujón le resultó tremendamente fácil a mi hermano, que no se esperaba encontrarme tan mojada y dispuesta. Su rostro expresó que la sensación de embestirme de ese modo le había encantado, y me llené de júbilo al saber que era del agrado de su verga.

Víctor apenas si esperó a empezar a clavarme con su miembro. Estaba cachondo y se le notaba con cada movimiento, cada gemido y cada mordida de sus dientes sobre la piel que le quedaba al alcance. Me miraba a los labios, mientras yo los mordía retorcida de gusto, y su polla entraba y salía con un ritmo frenético a la vez que sus manos me aplastaban el culo contra sus caderas. Estaba a punto de correrme solo con el roce y el chocar de su pubis contra mi clítoris hinchado, y él parecía saberlo porque se restregaba dejando su polla lo más profundamente metida en mis entrañas. Se frotaba para mí, para que lo sintiera y lo disfrutara como una perrita.

-        -  Córrete, Bea. Quiero escucharte otra vez gemir mi nombre.

Como negarle algo al perverso Víctor…

Y con su polla metida hasta el fondo me sentí mojada como nunca, jadeando de gusto sin poder ocultar el rostro porque la cabeza de él me lo impedía. Quería verme, y me miraba fijamente mientras el orgasmo recorría mi coño y subía por la columna, acompañado de los espasmos propios del placer que solo una polla bien utilizada sabría arrancarle a mi alma… La polla de Víctor…

Jadeé su nombre y lo vi sonreír, complacido. Escuchaba sus gemidos confundirse con los míos y lo sentí volver a la carga contra mi coño caliente e hinchado, y aún con espasmos. Fue delicioso sentirlo entrar y salir otra vez de mí, empotrarme contra la pared, y sus manos subirme y bajarme contra su cuerpo. Mis piernas ya no podían aferrarse a sus caderas después de mi orgasmo, pero entre su cuerpo fuerte y la pared, y con sus manos sosteniéndome, sabía que caería.

Me encantó que me moviera él mismo sobre su polla, alzando y bajando mi cuerpo como si no sintiera mi peso.

-        -  Joder, Bea. Me corro.

Me miró a los ojos y comprendió que allí no podía. Ni siquiera se había puesto un puto preservativo.

-        -  En la boca la quieres, ¿verdad?

-        -  Déjame probarla, Víctor.

Un par de golpes más contra la pared y me llevó otra vez en volandas hasta la cama. Allí me sentó y se abrió por completo el pantalón, bajándolo hasta las rodillas, dejándome observar la imponente verga que se le levantaba entre las piernas. Sus huevos colgaban junto al final de su tronco pegados mucho a él, y no podía precisar si eran grandes o pequeños ya que eran los únicos que había visto. Para mí, eran perfectos. Pero su polla vista de cerca… eso sí que me dejó sin aliento. Montada hacia la derecha, brillante por mi corrida, tiesa como nunca imaginé… Larga y gruesa, me importaba un carajo si más o menos que otras. Esa polla magnífica me acababa de follar a base de bien, y ahora iba a degustarla.

-       - Yo lo hago, Bea, déjame a mí. Solo chupa-, dijo, casi ronco. Me miraba a la boca, nunca había dejado de mirarla. Presentí que mis labios tenían que gustarle mucho.- Y no voy a apartarla… quiero terminar en ti…

Me ardió todo el cuerpo. Era eso precisamente lo que quería, y era lo que estaba prometiendo darme.

Pensé que me follaría la boca como se lo había visto hacer con Verónica. Pero no era esa su intención, al parecer, ya que su ritmo era mucho más pausado. Me tomó por la barbilla y esperó a que separara los labios. Me invitó a sujetarla yo, y así lo hice. La tomé por la base y respiré ansiosa sobre su capullo, justo antes de que me sujetara por la parte de atrás de la cabeza, aferrando mis cabellos y de un movimiento constante de la cadera me la metiera hasta sentirla chocar contra el paladar. Se quedó un buen trozo fuera, pero él no insistió en hacerla entrar más; parecía satisfecho. Esperó allí a que me acostumbrara al tamaño, y a que mi lengua tomara contacto con ella. Así lo hice… probando mi sabor en la piel caliente de mi hermano. La textura me sorprendió, ya que era mucho más suave de lo que pude haber imaginado nunca, y contrastaba tremendamente con lo dura que la sentía. Tragué varias veces para acomodarla y la ensalivé todo lo que pude, escuchando a cambio el deleite en la boca de Víctor, que jadeaba sin dejar de mirarme a los ojos. Yo intenté no apartar tampoco la vista y me centré en jugar con ese trozo de carne mientras sus caderas no se apartaban de la presión que ejercía contra mi cabeza.

-        -  Sí, nena… chupa la punta.

Obedecí, gimiendo yo ahora. Deslicé la cabeza hacia atrás y aferré el capullo con los labios, y allí dediqué mis atenciones durante el tiempo más bien escaso que me permitió mi hermano. En el momento en que algo de líquido se escapó por la uretra volvió a sujetarme de los pelos y la introdujo otra vez fuertemente, haciendo su cabeza hacia atrás y gimiéndole al techo. Bombeó de forma constante e incansable, sabía que conteniéndose por lo que había visto antes. Me imaginé que pensó que vomitaría todo el alcohol que había bebido y no estaba seguro de que resistiera una mamada a fondo como primera experiencia. Me quedé con las ganas de saber si la abría conseguido tragar entera.

Estaba dedicada a disfrutar como una guarra de ese trozo de carne como si fuera la última vez, y así lo hice. Chupé y lamí todo lo que pude y me dejó mi hermano, aferré sus huevos y el tronco con mis manos y lo miré mientras me follaba la boca con total entrega. Me sentía enormemente caliente, convencida de que podía hacer correr a Víctor por los sonidos que salían de su garganta.

-        -  Sí, Bea, sí… me corro, joder… Me corro, guarra…

Se me desbocó el corazón mientras Víctor se volvía más salvaje, menos dueño de sí mismo. En un par de ocasiones la polla entró mucho más de lo que pensé que aguantaría, pero controlé las arcadas y seguí chupando, tratando de no cerrar demasiado la boca para no rozar con mis dientes su enorme falo… aunque la tarea, me di cuenta, la tenía perdida hacía tiempo.

Víctor gimió y se empotró  contra la lengua. Supongo que lo hizo para evitarme otra arcada, y allí lo sentí descargar un buen chorro de esperma, líquido espeso y de sabor metálico que me cubrió la boca por entero. Caliente, suave y grumoso. Deliciosa la leche de Víctor mezclándose con mi saliva.

Conseguí tragarla, dejando sólo resbalar un par de gotas por mi barbilla, ya que los labios, en cuanto la polla de mi hermano desalojó mi boca, se quedaron adormilados por el roce de su piel y la mandíbula dolorida por el esfuerzo. Los dedos de Víctor recogieron las gotas y me las entregaron en la lengua, y yo los chupé, agradecida.

Jadeábamos todavía los dos mientras mi hermano volvía a vestirse y se echaba al bolsillo unos cuantos condones. El muy cabrón tenía intención de irse al coche a follar con las tías en el motel, con sus amigos. También vi que cogía mis bragas y se las guardaba en el segundo cajón de su mesilla de noche.

-        -  Quiero las bragas, Víctor… Son mías…

Mi hermano, que ya salía por la puerta del dormitorio habiéndome sólo picado un ojo a modo de despedida, con la cara colorada y la frente perlada de sudor, se volvió y me sonrió de forma encantadora.


-       -  No, Bea, no te equivoques. Esas son mías. Pero si quieres… mañana me corro en unas iguales, para ti.


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lunes, 22 de septiembre de 2014

Polla hermana, polla observada ( III )

Si… un puto viernes.

Todavía no conseguía olvidar la cara de mi hermano Víctor cuando me pilló en su cama, con la mano dentro de las bragas y la cara pegada a la mancha que su polla había dejado aquella noche. Su cuerpo, parado bajo el dintel de la puerta, con una toalla a la cintura y el torso desnudo y algo mojado aún…

El cabello revuelto y los ojos abiertos como platos.

Juraría que también la mandíbula desencajada, pero no estoy segura. Enseguida había bajado la mirada, de pura vergüenza que sentía… hasta que llegué a su polla.

Un bulto que empezaba a dejarse notar bajo la toalla blanca. Entendía muy poco de erecciones, pero lo que si podía notar claramente es que aquello que le colgaba a mi hermano entre las piernas estaba tendente a aumentar de tamaño. Y lo estaba haciendo…

La verga de mi hermano se estaba endureciendo mientras me miraba allí, con las piernas separadas y la entrepierna expuesta, mi mano aferrada aún a mis carnes mojadas y la cara separada apenas dos dedos de sus sábanas. El olor de su polla aun me perforaba las fosas nasales, y mis dedos embadurnados en el flujo cremoso se habían quedado enterrados entre los labios menores, sin atreverse a moverse.

Esa enorme polla…

Sentí los ojos de Víctor llegarme desde los tobillos a las ingles, mientras un intenso calor me golpeaba las mejillas. Me quise morir, y dejé caer la frente contra el colchón para esconder la cara.

Pero la polla de Víctor no me dejaba…

-        -  ¿Has terminado?- preguntó, recuperando un poco la compostura. Casi habría preferido que me echara la bronca. ¿Qué clase de pregunta era esa, cuando pillabas a tu hermana masturbándose en tu cama con la cara pegada a una de tus corridas?

No pude articular palabra.

Se acercó a mí y me tomó del brazo sacando la mano que escondía en mis bragas. Levantó y observó mis dedos húmedos…  Y hubo un instante, con mi mano extendida frente a su cara, él medio arrodillado y su polla al alcance de mi boca, en que me lo imaginé oliéndome los dedos y observando la textura de los líquidos de mi coño justo antes de probarlos, llevándoselos a la boca. Y creo que él pensó exactamente lo mismo, porque sus ojos desaparecieron un momento bajo los párpados, lo justo para darme a entender que se estaba dominando. Podía ver su erección presionar la toalla en sentido hacia mi cara, casi podía olerla tan bien como olía la sábana. Sentir su lengua envolver mis dedos y sus labios apresarlos para introducirlos más fuerte, mientras que su otra mano apartara la toalla y aferrando mis cabellos guiara mi cabeza hasta su polla tiesa y caliente para acompañar mis movimientos mientras disfrutaba de mi primera mamada…

Si eso se estaba imaginando… yo también lo estaba haciendo.

Mis muslos se frotaron involuntariamente al sentir los latidos atenazando esa zona que tanto placer me daba cuando pensaba en Víctor. ¡Dios! ¡Cómo dolía! Su lengua, allí necesitaba su lengua ahora. ¡Qué me comiera el coño, que me metiera la polla! Dos dedos… tres… toda la mano, me daba igual. Tan salida estaba que creía que caería al suelo si su mano endiablada no me metía al menos un dedo…

Sólo uno… ¡Por favor!

Y él, allí. Esperando…

Su polla igualmente tiesa bajo la toalla…

-          Por lo mojados que están yo diría que sí- comenta, desenfadado, soltándome la mano y volviéndose a levantar.

Se me vino el mundo encima. Lo había tenido tan cerca, y ahora lo veía alejarse…

Conseguí incorporarme a duras penas, sentarme en la cama erguida y recomponerme las faldas. Lo miré con el pelo delante de la cara, pero él me daba la espalda.

-         - Voy a vestirme… Y para eso me tengo que quedar en bolas…

¿Era un ofrecimiento? Mi corazón se alteró tanto que casi me sentí atragantar con mi propia saliva. Lo vi agarrar la toalla por el lateral donde el borde se entremetía para sujetarla, y sacarla de su sitio. Dándome la espalda, esa grandiosa espalda de nadador que mi hermanito tanto cultivaba, vi como abría la toalla por delante e iniciaba el descenso de la felpa rozando sus nalgas. Casi podía oír el sonido de la piel al dejarse acariciar por la tela. Loca de deseo me vi mientras observaba como bajaba.

-        -  ¿No vas a irte?- me preguntó, volviendo la cabeza para mirarme. Pude ver en sus ojos una invitación, pero no estaba segura.

No pude resistir la idea de imaginarme metida allí delante, donde sabía que no había nada, arrodillada entre sus fuertes piernas, para tomar su polla entre mis manos y meterla en mi boca… Así, como tantas veces hacía ahora con el mango del cepillo del pelo, practicando por si llegaba el momento de vérmelas con la verga de Víctor.

-        -  Me quedo.

Me sorprendí hasta yo al decirlo. También parece que se sorprendió él al escucharlo. Se envolvió nuevamente en la toalla y se dio la vuelta. Me miró, desafiante. Sus ojos llenos de fuego. No podía creer como me estaba mirando.

-         - Fuera, mocosa.


Si… Un puto viernes…

Sola en casa, en mi habitación. Avergonzada y apaleada, rechazada por mi hermano en el momento más excitante de mi vida. Con el coño mojado, en el coche de Víctor de camino al instituto… Con el coño mojado en clase, con el coño mojado almorzando…

Con el coño mojado todo el puto día.

Jodido viernes.

Desesperada por tener un orgasmo, de eso no cabía duda. ¡Y por mis cojones, que no tenía, que iba a destrozarme el coño mientras me masturbaba!

El único material conocido para tal menester se escondía en el disco duro del ordenador de mi hermano. Allí le había visto porno en muchas ocasiones, y hoy lo necesitaba como respirar. Así que a esas horas… las dos de la mañana, enfilé hacia el dormitorio de Víctor y me senté en su silla. Su ordenador tenía clave, pero era tan tonta que enseguida se la había levantado. En eso mi hermanito había sido un poco descuidado. La pantalla se iluminó y mientras yo me despojaba de mis pantalones de franela, horrorosos para el lívido de cualquiera, saltó el mensaje de la contraseña. Temblé un poco al teclearla, ya que me daba siempre miedo de que la hubiera cambiado y tener que buscarme porno en cualquier otro lado… aunque, de todos modos, el recuerdo del culo de Víctor me tenía tan excitada que no creía que fuera a durar mucho para disfrutarlo. Me había agenciado del famoso cepillo. Pensaba chuparlo mientras me pellizcaba el clítoris, visionando alguna película donde la chica se la chupara muy bien al actor.  Fui directamente a la carpeta donde las guardaba, y mientras lo hacía saltó un mensaje al Hotmail, avisando en la barra inferior del escritorio…

Un mensaje de correo de una tal Verónica.

Mi mano no me obedeció cuando le dije que no lo abriera. Mi mente no quería saber lo que la tal Verónica tenía que decirle a Víctor a esas horas de la madrugada. Al clickar sobre él ya sabía que me arrepentiría… pero lo necesitaba. Tal vez esa tipa pudiera descifrarme algo de mi hermano que podría hacerme falta. Pero lo que vi no me lo esperaba… 

El mensaje rezaba con La siguiente frase: Para que no olvides esta noche.

Estaba enviado desde un dispositivo móvil, y contenía un video. Lo habían llamado, Mamada a Víctor.

Temblé.

Allí, en ese video, estaba la tan ansiada polla de mi hermano, introducida en la boca de una guarra en vete a saber qué sitio. Su polla, la boca ajena. Sus jadeos, su leche espesa… La saliva de la puta mezclada con la piel endurecida…

Una mamada… Una mamada con una boca que no era la mía.

Respiré hondo y cargué el vídeo. Tardó un poco, no parecía corto. Mi corazón pareció detenerse cuando la pantalla se quedó en negro, y me dispuse, olvidando todo mi planteamiento inicial, mi coño, mi cepillo, mis dedos y mi lengua. Solo había ojos para la pantalla, y mis dedos se aferraban a la mesa como si pudieran arrancarle un pedazo de madera.

Y allí apareció ella… Rubia, con cola alta, maquillaje bastante corrido, sudada… La visión de la tal Verónica era la de la típica tía a la que se estaban follando, que estaba disfrutando como una loca. Y borracha…

-         - Quiero terminar en tu boca, zorra…

La voz de mi hermano Víctor.

El escenario, su coche; los asientos delanteros por lo que se veía. Él grababa con el móvil de ella, imagino, porque el de mi hermano se veía en plano en el sillón a un lado. Cristales empañados…

Jadeo de ambos.

Desnudos.

Ella asiente con esa cara de tonta borracha que tiene y se  la ve arrodillarse más si cabe en el asiento que normalmente yo ocupo al ir al instituto. Ese que temí mojar esa mañana tras el bochornoso espectáculo en el dormitorio de mi hermano. Se acerca su cara al plano, se ven los dedos de mi hermano entrar en su boca y hacer como si se la estuviera follando con la polla. La asfixia, le tira de los labios, le saca las babas y le corre más si se puede el lápiz labial. Ella se deja hacer, con cara de lujuriosa. Sonríe cuando su mano le golpea la mejilla, cuando le restriega las babas por la cara, cuando le da una tela y se la aprieta contra los dientes, forzándola a engullir parte del trapo.

Y allí, en segundo plano… aparece.

Su polla.

Se me cortó el aliento. Se me cortó todo el cuerpo.

Grande, rosada, gorda como no lo había imaginado nunca. No podía distinguir si larga, pero gorda lo era un rato. Un capullo bien formado, mojado y brillante, se perfilaba ahora cerca de la cara de la tipa, con alguna gota saliendo de la punta de la uretra. Venosa, fuerte, dura. La polla de Víctor era una maravilla…

La imaginé caliente entre mis dedos, pensé en morderla  y rozarla con la lengua, me vi cerrando los labios alrededor de su capullo y estrangulándola en ese punto. Chuparla como un caramelo, o como quiera que se chupara una polla como esa. Aunque, debido a su grosor, creí que no me resultaría nada fácil hacerlo.

Me había vuelto a mojar las bragas…

-        -  Chupa, zorra. Chupa hasta que me corra.

Más mojada… latidos, temblores en mis piernas. Mi hermano Víctor hablando en ese tono de desenfreno total, voz ronca por el deseo… o el vicio. Su voz era diferente, su actitud mucho más morbosa de lo que hubiera imaginado. Ver su mano agarrar la polla y golpearle a la chica con ella en la cara fue tan estremecedor que me vi haciendo lo mismo con el cepillo, recibiendo el impacto en mis labios y en mis mejillas. Y me gustó imaginarme siendo golpeada de esa forma tan íntima. Preciosa imagen.

Se la metió a la fuerza en la boca. Bombeó con rabia contra sus carrillos, contra el paladar y la garganta. Le agarraba de los pelos y la obligaba a mirarlo, tirando de su cabeza hacia atrás mientras la perforaba con la polla. Una vez, y otra, y otra más. Fuerte, duro… hasta el puto fondo de la garganta llegaba. Arcadas en el rostro de la chica, y gemidos de él para acompañar las embestidas. Jadeos,  jadeos desenfrenados, y el sonido de su polla entrando y saliendo de una boca cargada de saliva.
Magnífica estampa.

Yo llevaba rato chupando el mango del cepillo…

Se acelera la respiración, el destrozarle la boca a la chica se hace más intenso. Jadeos más fuertes, más movimiento en la cámara que graba. Mi hermano se va a correr…

-         -  No te la tragues, puta. Échala  aquí…

Otra vez la tela en escena, la que le había metido en la boca antes. Mi hermano imprime mucho más ritmo a sus caderas, presiona con rabia, se la folla a conciencia. Ella cierra los ojos, casi llora de la fuerza y puede que de algo de náuseas. Y se corre Víctor entre estertores y gritos, y mi cabeza se llena del retumbar de su orgasmo.

Me atraganté con el cepillo…

Sale la polla roja de su boca, y la mano de mi hermano le lleva la tela a los labios de la puta de Verónica. Borracha, mira contenta de haber conseguido retener toda su leche entre el paladar y la lengua, y escupe sinuosamente la corrida blanca y pastosa. La tela la recoge, la mano la sujeta, y la limpia toda de su boca babosa.

Sube la imagen hasta estar la cámara por encima de la polla, con la tela en las manos, desaparece Verónica. Yo acabo de escupir en un clínex que por allí tenía mi hermano, y mientras lo hago miro como mi hermano enfoca bien la tela.

La reconocí al instante.


Eran unas braguitas de mi cajón de lencería…



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viernes, 19 de septiembre de 2014

Polla hermana, polla deseada ( II )

Era viernes, otra vez.

Un maldito viernes, de esos en los que me quedaba sola en casa porque mis padres tenían turnos incompatibles con la vida familiar, en sus respectivos trabajos, y mi glorioso hermano había salido de juega con sus amigos. Como no, seguro que había alguna golfa de por medio.  Eso me mataba… me hacía hervir la sangre. Me hubiera encantado poder afirmar que mi hermano podía hacer lo que quisiera con su jodida polla todas las noches, pero ya había aceptado que era malo engañarse a uno mismo. Que se tirara a cualquier putón borracho me mataba, aunque en el fondo me mataba que se tirara a cualquiera, borracha o no. Imaginarlo fundir sus carnes en las de otro coño que no fuera el mío no era una opción aceptable para mí. Odiaría a toda chica que le pusiera un dedo encima a mi hermano. No decir ya a las que le ponían el coño en la boca…

 En las últimas semanas, después de que tomara la determinación de que necesitaba sentirme perforada por la polla de Víctor, en modo taladro percutor, mi vida se había convertido en un autentico infierno. Me molestaba la visión de mi hermano vestido rondando los pasillos, pero también me molestaba en calzoncillos. Calzado o sin zapatos, con camiseta o sin ella. Simplemente, me molestaba mirarlo, que existiera era ya un completo martirio.

Y más martirio todavía… que para él yo no existiera.

Así que había convertido internet en mi recurso supremo. No me podía creer a la de gente que le gustaba tirarse a sus hermanos. Me hacía pensar que era un poco menos guarra de lo que en principio me creía, aunque bien mirado estaba empezando a aceptar que hay ciertos deseos que por más que los reprimas van a ir a buscarte a la tumba, si hacía falta. Y yo, antes de morirme, quería follar como una condenada a mi queridísimo hermano. Tirármelo en el coche, en la ducha… en su cama y en la mía. Joder como animales con la tranquilidad de saber que la casa era toda nuestra ya que nuestros padres siempre estaban ausentes, aprovechar incluso la cama ancha de matrimonio de nuestros progenitores…

En internet encontré de todo. Y te explicaban con pelos y señales cosas que yo nunca antes había vigilado. Cosas que ni sabía que podían ser espiadas, también… Fotos, consejos, foros y blogs relacionados con follar entre hermanos eran mis aliados ahora en el desconsuelo de mi coño. Cosas en qué fijarme…

 Las llamadas poluciones nocturnas eran una de ellas…

Esa misma mañana, mientras él se daba una ducha y mis padres se habían ido ya al trabajo, me había colado en su cuarto. Llevaba haciéndolo toda la semana, buscando y olfateando sus sábanas, pasando la mano, buscando rastros de humedad… Y nada. Pero esa mañana lo había visto pasar por delante de la puerta de mi habitación mientras yo me vestía. Acababa de darme mi baño, y él me había escuchado salir y sabía que le tocaba el turno. Iba en calzoncillos… y estaba empalmado.

Me ardió el coño como nadie se imagina.

Su enorme verga marcada dentro del calzoncillo blanco, ladeada hacia la derecha, llegando más allá de la ingle… Oscura la piel, dibujado el glande con toda claridad, y mojada la tela en esa punta. Se había parado frente a la puerta de mi dormitorio, rascándose la cabeza, todavía adormilado.

-        -  ¿Ya estás?

-          Desayuno, y lista- había conseguido articular, ya que mis ojos habían acaparado todas mis funciones cerebrales y pocas neuronas me habían quedado disponibles para otros menesteres. Esa enorme polla aprisionada en el calzoncillo me había mojado enormemente las bragas, y sabía que tenía que cambiarlas antes de subirme a su coche, para no manchar nada.

La idea de lanzarme en ese momento sobre él me mantuvo tensa unos segundos. Mi mente calenturienta de adolescente virgen se precipitó sobre su paquete, queriendo recorrer con la yema de los dedos la dureza que sabía que existía pero que mis ojos no podían corroborar sin más pruebas. Y mi lengua también quería formar parte de esa pequeña orgía. Quería agarrar el calzoncillo blanco y bajárselo hasta las rodillas, observar lo que Víctor entregaba a sus novias sin reservas, tan cerca de su polla que el calor irradiara hasta la piel de mis labios, y su olor me golpeara las fosas nasales. Quería saber cómo apestaba la polla de mi querido hermano mayor.

Y probarla…

-          Quince minutos y salimos…

Asentí y se apartó de mi vista, entrando en el baño. Nunca cerraba la puerta… Y aunque mis necesidades de ver como Víctor se quitaba la prenda y quedaba desnudo y fuertemente empalmado delante de mis ojos eran más que justificadas, aquella mañana me reclamaban sus sábanas. Así que corriendo llegué a su habitación, no sin antes echar un pequeño vistazo al interior del baño. Víctor meaba ya sin el calzoncillo en la taza del váter, de pie, ofreciéndome el grandioso espectáculo de sus nalgas duras de deportista mientras el sonido del chorro de orina chocando contra el agua del fondo me inundaba los oídos…

Esas nalgas prietas que imaginaba cada noche bombear duro contra mi coño caliente; esa orina que bebería si él me lo pidiera… Restregarme contra su boca para que me lo comiera de forma salvaje, mojándole la barbilla y la nariz enterrados entre mis flujos excitados. Sentir sus manos fuertes  aferrar mis caderas para empujar duro contra mis entrañas ardiendo, entregando mi virginidad a la polla durísima y sedienta de un follar distinto al que ha tenido hasta ahora…
Emborracharme para mi hermano Víctor…

Corrí hasta su dormitorio. Y mientras lo hacía, llevé los dedos a la braga y noté como la tela estaba completamente mojada, y que si presionaba solo un poco sobre los labios mayores se filtraba  a través de la braga. Los dedos pegajosos… preparados para una buena sesión de autosatisfacción para la que ahora no tenía tiempo.

Me arrodillé junto al lateral de la cama, y retiré la colcha. Allí, en el centro casi, estaba la marca que andaba buscando… la prueba de que mi hermano esa noche había estado pensando en tirarse a alguien, o directamente lo había soñado. Poco me importaban los detalles… yo solo quería probarlo.
A punto estuve de ir a tocar la mancha con los dedos que aún conservaban el olor de mi coño, y su humedad. Por suerte los hice retroceder a tiempo mientras avanzaba la otra mano. Y mis yemas tocaron la sábana húmeda, el surco dejado allí por sus líquidos calientes mientras pensabas en vete a saber qué guarra… Humedecí mis dedos en la mancha, recorrí la zona donde casi desaparecía, perfilando la figura que se me antojaba tremendamente grande. Llevé los dedos bajo mi nariz y aspiré el aroma, fuertemente. Ese olor no era como esperaba.

Era la primera vez que olía a polla.

Me senté en el borde de la cama y llevé mi cara hasta el colchón. Olí la esencia de Víctor sin saber si era corrida u otra cosa. La curiosidad me embargaba, pero la inexperiencia me podía… Estaba loca por googlear la pregunta, a ver si alguien aliviaba la duda.

Pegué la cara a la mancha…

Abrí la boca y la probé… pasando la lengua desde un extremo a otro, abarcándola toda.  Oliendo, degustando… Mi primer contacto con el semen masculino, con la corrida de mi hermano. No recuerdo el momento en el que, me imagino que por el descontrol de mis sentidos por aquella nueva experiencia, me llevé la mano al coño y empecé a masturbarme con saña. De veras que no recuerdo cuantos minutos pude estar tocándome y pellizcándome, penetrándome y dejando mis bragas y mi mano completamente empapadas. Gemía contra la sábana sin control, aferrada la otra mano a la colcha como si en aquel instante me empalaran y necesitara apoyo para no resbalar… Jadeaba y se me secaba la garganta contra la mancha de la cama, mientras sentía como comenzaba a ser inminente mi corrida. En mi mente solo una imagen…  Víctor contra la taza del váter regándome la cara con su leche, esa leche que olería como aquella sábana. Esa polla que me golpearía los cachetes cuando hubiera terminado, restregando la punta de su capullo contra mis labios, moldeando la elástica resistencia de las paredes internas de mi boca para introducir la corrida y poder saborearla a placer, notando todavía sus espasmos…

Su polla… Su bendita polla… Su maldita polla…

Me corría irremediablemente… y me gustaba horrores.

-        -  ¡Víctor, me corro!- me escuché decir contra las sábanas…

Y estallé empapando las bragas, la mano, los muslos… habría mojado hasta el suelo si no llego a estar medio sentada en la cama. Mi puño aun se aferraba a la tela, y yo jadeaba mientras mi espalda se tensaba y relajaba acompañando a los espasmos que nacían de mi encabronado coño.

-        -  Bea…

¡Dios! Mi hermano…



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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Polla hermana, polla amiga ( I )

Estaba hasta las narices de que mis amigas me preguntaran de qué tamaño tenía la polla mi hermano. Y sus huevos… ¿Eran redondos y duros, le colgaban mucho, se depilaba?

-      - ¿Y yo qué sé?-, les contestaba-. Nunca le he mirado la polla a mi hermano. No te digo ya los huevos…

Por descartado, ellas no podían creerme; y yo no les daba más explicaciones, por supuesto. Que no me hubiera fijado nunca en el tamaño de la polla de mi hermano, que al parecer era la sensación del instituto, tenía que ser pecado como mínimo. Pero es que para ese entonces me parecía raro que me comentaran algo de él, ya que era suficientemente mayor como para que nunca nos mirara como a las mujeres que nos estábamos convirtiendo… mujeres que se morían por poner los labios sobre su tremenda polla, comerla hasta hacerlo correr, probar su leche espesa…

¡Por el amor de Dios, que era mi hermano! Tampoco me había fijado en la verga de los otros chicos. Mojigata, sí… Pero, sobre todo, resignada… Me faltaban, seguramente, muchos años antes de conseguir probar una tirando a normalita, no digamos una de las características que le atribuían mis amigas a la de Víctor. Resignada, sí, y realista.

Una normalita, para empezar…

No soy de las chicas guapas, ni siquiera se puede decir que sea resultona. Normal, sí… y tirando a tonta. Eso sí que me describe bien, una tremenda cortada. La niña tonta que se pone colorada cuando un tío le mira las tetas.  Todo lo contrario que mi hermano, el maravilloso Víctor, terminando Arquitectura después de tantos años. Yo tengo 16, él me saca diez, aunque parecen muchos más por el porte que tiene. ¿Qué si me he fijado? ¡Joder, como no hacerlo, si parece un puto modelo! La naturaleza de mí se olvidó, pero a él le cogió cariño desde el principio. Claro que al inicio ni me fijaba; no se me iban los ojos ni a su paquete ni a su culo… pero tantas veces me lo ponían delante mis compañeras y amigas con sus ojos lascivos… que acabé cayendo.  Acabé mirándolo, como lo veían ellas.

Y ellas lo miraban mucho…

Y lo deseaban más.

Sabía que se masturbaban pensando en Víctor, sabía que se lo follarían si tuvieran la más mínima oportunidad. Estaban salidas, y mi hermano, además de estar muy, pero que muy bueno, era un buen partido. Y era mayor, ya con eso supongo que les bastaba. También lo de que tuviera coche ayudaba, ya que se veían las muy cerdas follándoselo en el asiento delantero, sacando la cabeza por la ventanilla del pasajero y ofreciéndole el culo mientras él las ensartaba con fuerza desde en otro lado,  agarrado a sus caderas.

Yo también lo hacía. Al final, había acabado pecando.

Me lo imaginaba montándomelo con él en su puñetero coche, donde tantas veces me sentaba para que me llevara al instituto antes de que él se fuera a sus clases. Más de una vez temí dejar la marca de mi coño mojado en la tapicería del asiento, ya que la falda del uniforme no la llevaba precisamente larga… Algo había que potenciar de mi físico, aunque fuera vistiendo como el resto de mis amigas. Sí, como una puta. Allí sentada, viéndolo cambiar las marchas, mientras hablaba con sus amigas por el manos libres, me imaginaba empalada por su nabo a un ritmo frenético, como había visto en algunas de las pelis que guardaba en la memoria del ordenador de su dormitorio, y que yo espiaba las noches en que salía de marcha y sabía que no iba a regresar temprano.

Si… Deseaba a mi hermano Víctor. Hacía meses que lo deseaba…

Me masturbaba pensando en él.  En su polla, o especificando, en su polla jodiéndome el coño de forma bestial.

Y allí estaba siempre, con sus amigos en su cuarto. Ninguno me miraba. Víctor tampoco lo hacía. Yo los oía hablar de chicas desde mi habitación; se contaban unos a otros sus correrías y mi hermano no era ningún santo. Había tenido varias novias, y aunque no era del todo faltón con respecto a sus aventuras de vez en cuando se le soltaba la lengua y decía más de la cuenta. Si podía, lo escuchaba con suma atención, y me lo imaginaba a él entre mis piernas.

Y me mojaba…

A mi hermano, descubrí, le gustan borrachas…

Siempre que se le llenaba la boca contando sus batallas era cuando sus novias bebían más de lo que debían. Por norma general, decía bien poco. Supongo que le cortaba que yo pudiera estar escuchando al otro lado del pasillo, aunque no cerraba nunca la puerta, el muy malnacido. Sus amigos le preguntaban y no soltaba prenda. Se hacía el duro, comentarios evasivos, nada más. Pero cuando aquella noche la chica de turno había bebido parecía que se ponía como loco y no podía reprimir el instinto de hacerse el machito frente a sus colegas. Solían ser cuatro, contándole a él. Aquella noche, yo con los deberes de Inglés sobre la mesa de mi escritorio, intentando no prestar atención a los relatos de la juerga del viernes pasado de sus amigos, mirando las letras desordenadas en otro idioma, me descubrí prestando atención a su amigo, que describía como se había follado por el culo a una universitaria del Erasmus, y dibujando yo una enorme polla en la hoja cuadriculada… ¡Joder! A repetir toda la puñetera tarea…

Y entonces, uno de ellos, al que conocía como íntimo de mi hermano, se ríe y da un golpe en algún sitio duro del dormitorio. El resto le acompaña, porque seguro que saben de qué va el chiste. Se escuchan movimientos y ruido de la silla de escritorio al rodas por el suelo, redistribuyendo la disposición de los cuerpos.

-  - El que lo tuvo que pasar bien anoche fue Víctor-, le escucho decir-. Inés estaba completamente borracha.

Comentarios de aprobación, palmas que animan y unos cuantos vítores. Mi hermano se ríe entre dientes. Conozco esa expresión de su cara; nervioso,  excitado. Seguro que se le ha puesto dura nada más mentarlo. Pero baja un poco la voz antes de decir nada… a eso no estoy acostumbrada.

-     - Se la tragó todita, la muy cerda-, comenta, como si nada-. Le di polla hasta la garganta y creí que vomitaría de tanto alcohol que llevaba encima. Pero aguantó como una campeona, y se tragó toda la corrida. Me puso como una moto, estaba completamente salida. El rímel le manchaba toda la cara. El sudor se le pegaba al pelo y le tapaba los cachetes. Pero se lo agarré mientras me la mamaba… viendo como sus mofletes se inflaban cada vez que le daba un pollazo. ¡Joder, qué buena mamada me hizo la muy borracha! No aguanté mucho, pero me salió tanta leche que le rebosó de la boca cuando se la incrusté al final, y casi creí que volvería a casa con los pantalones manchados con lo que se había comido aquella noche. Me sorprendió cuando consiguió tragárselo casi todo, y agarrarme los huevos para estrujármelos mientras me chupaba la puta punta del nabo.

Me llevé la mano a mi coño virgen, que latía con fuerza allí donde me tocaba para correrme por las noches pensando en la pollita de mi hermano. Siempre la había imaginado normal, y ahora se me antojaba enorme, venosa y brillante, y la vi metida en la boca de la zorra de Inés, y me dieron ganas de darle un bofetón en esa cara sudada y corrida. No se merecía la enorme polla de mi querido Víctor, ninguna la merecía…

Me descubrí más mojada que nunca. Me dolía el coño, sí, dolía…

El lenguaje soez de mi hermano me había cortado la carne, me había hecho ver lo que habían visto sus ojos, y ahora no quería dejar de imaginar que eran los míos los que lo miraban con los cojones hinchados a la altura de la barbilla, la boca llena de su polla sudada por estar tanto tiempo en la bragueta, mi estómago revuelto por el alcohol que no sé beber…

Y su leche espesa… resbalando por mi boca, iniciando el descenso hacia el cuello y refugiándose en el canalillo de mi pequeño escote. La mano de mi hermano agarrando mi cabeza contra su pelvis, y yo gimiendo mientras siento llegar mi orgasmo…
Las risas de sus amigos me devuelven a la realidad… Me he estado masturbando; a punto he estado de correrme con la puerta abierta de mi cuarto, y no sé si he estado jadeando, ni si me han escuchado al otro lado. Me late la vulva como nunca, duele a rabiar la sensación de vacío que siento allí donde quiero que me ensarte la polla. Sudo y jadeo. He manchado la silla con lo que expulsaba mi coño, y mis dedos están rígidos por el machaque que le he dado a la punta de mi clítoris edematizado. Quiero seguir… pero lo quiero hacer con la polla de Víctor delante.

Bueno… Tal vez no precisamente delante…

Quiero ser la putita borracha de mi hermano Víctor…

Y sé donde guarda mi padre el whisky barato…




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