¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

domingo, 25 de septiembre de 2011

Ángel

Recogí mis alas para poder sentarme mejor. Para poder mirarla, para poder disfrutar de su sinuosidad. De ese culo aterciopelado y esas tetas coronadas de encanto rosado. Tu cadera de infarto y tus piernas torneadas por la lujuria. Quien te hizo así tenía muy mala leche… pero que muy mala. Hay que joderse, que el creador que me pide respeto te me ponga delante.

Las recogí también porque, después de todo, a ella, un demonio, no tiene que hacerle mucha gracia que un ángel la corteje. Oculto las alas, y desearía su piel bronceada por el calor de su infierno para mí, para camuflarme y que me amase… No, que me amase no, vaya tontería. Que me desease… Ganas de follármela, como no. Un ángel pervertido…
Mis alas doradas recogidas a mi espalda, mis alas que me recuerdan lo antiterrenal que soy. Y, sin embargo, tan sexual…  Y tú, frente a mí, con tu humanidad, más diablo que humana, más sexo que mujer. La miro y me hierve la sangre, si es que tengo, que lo dudo. Pero algo me quema, algo me posee mientras me deleito con tus quehaceres diarios, sus banalidades, sus risas superfluas e intrascendentes…

Su alma…
Vida entera de pecado. Sudor  y fuego en sus venas. Puede que también algo más… Pero esas piernas… Sus curvas, la flexibilidad de su piel, el sabor de su sexo. No hay nada que uno pueda desear más que ese sabor perdido en la boca; bajo la lengua, en el velo del paladar, en la garganta… Allí lo quiero. Tu sabor, tu sexo.

Cabellos oscuros, pechos firmes, coño húmedo…
Loco me vuelvo cuando te imagino con las piernas abiertas alrededor de mi cintura, y tus manos aferradas a mis alas, desplumándolas. Uñas que cortan mi espalda. Y sí, es verdad, no sangro… Pero algo ha hinchado mi polla, esa que todo el mundo piensa que no tengo. Esa que sorprende y temen. Tremenda polla caliente por tu puta culpa.

El destierro. Me espera el destierro entre tus piernas. Y allá que voy, a consumirme entre los pliegues de tu carne, entre las humedades de tu placer inmenso. Fuego húmedo donde abandonarme a tu terrenalidad, a tus pasiones si me dejas… Y aunque no me dejes. Vas a ser mía, aunque no me dejes…


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