¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

domingo, 4 de septiembre de 2011

Excitantes imprudencias

Acercarme a ti estando aun con el sudor pegado a la piel, las mejillas coloradas por el ejercicio, el cabello alborotado… La camiseta naranja empapada en sudor, pegada a mis pechos, con los pezones erectos por el frío de la noche… ¿Me quieres besar? ¿No te importa que te vean los compañeros del gimnasio? ¿Te arriesgarías a un divorcio de esos en los que pierdes prácticamente todo lo que tienes, para que sea yo quien te mantenga? Tienes que follar muy bien para eso, y todavía no le he cogido el gusto… cosa de la poca costumbre…

Pero me acerco más, y puedes imaginar el sabor salado que tendrá mi piel después de tanto bote. Si a ti no te importa besarme… menos me va a importar a mí. ¿Y qué importa si nos miran? Así aprenden algo.
Te agarro de la camiseta negra por la zona del cuello y te obligo a que te agaches, (recuerda que sin tacones soy muy bajita.) Te dejo solo unos segundos cerca de mis labios para que notes el calor que desprendo. Y te beso… tan profundamente, con tanta hambre… Mi lengua te recorre por entero los labios, carnosos y suaves. ¡Qué ganas tenía de besarlos! Y se introduce en tu boca caliente, buscando la respuesta de la tuya… Y la encuentra.

Te acaricio la espalda, bajo hasta la tela de tu pantalón vaquero y enmarco tus nalgas con las yemas de los dedos, redondeadas y prietas tras el ejercicio. Y te arrimo a mí. Tú me respondes sin tapujos, haciendo lo mismo. La lycra se marca sobre mi trasero dolorido por el ejercicio en la bicicleta pero tú lo alivias con tus caricias. Y me subes a tu cintura. Me sujeto a tus caderas con las piernas, notando en mi pelvis la dureza de tu polla. Caminas hacia la puerta del vestuario masculino, llevándome agarrada sin dejar de besarme, recorriéndome el cuello y mordisqueándome el osito que llevo prendido del lóbulo de la oreja. Abres la puerta del vestuario y me introduces en la habitación neblinosa, llena de tíos semidesnudos que te miran con cara de asombro cuando apareces conmigo en carga. Y envidiosos, muy envidiosos de lo que estás a punto de hacer. Justo antes de llevarme a un lado ya me has quitado la camiseta, dejándola caer sobre el suelo mojado de las duchas Tienes que dejarme un momento en el suelo para quitarme el panty, y vuelves a cogerme y me apoyas contra la pared, accionando a mi espalda el chorro de agua templada que cae sobre nuestras cabezas. Tú ya no tienes pantalón vaquero, y la camiseta está completamente empapada marcando tu torso endurecido por las mancuernas…  Y no te importa que haya todavía un par de ojos mirándonos con asombro desde el otro lado de la habitación, estás tan cachondo que cuando me penetras, arrancándome de un seco tirón el tanga de encaje blanco, solo estás pensando en lo bueno que será correrte mientras escuchas mis gemidos resonando en tu cuello, con mis uñas aferradas a tu espalda y el agua resbalando por mis tetas, aprisionadas entre las palmas de tus manos… Correrte mientras el agua moja tu pantalón, mientras tus piernas mantienen mi peso y tus caderas presionan fuertemente contra mi pelvis expuesta a tu voluntad. Y correrme yo, fundirme contigo, con el ardor de tu piel y la mía, disfrutando de la sensación plena de sentirme deseada hasta el punto de exponer nuestras vidas al escarnio público…
¡Como me gusta que nos miren!

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