¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

miércoles, 21 de septiembre de 2011

La moralidad de las mujeres de bien

¿Cómo te atreves? Se me ha erizado la piel, me han ardido las entrañas... En el sexo no todo vale.

¿Te excitas así? ¡Cojonudo! Pero no vuelvas a llamarme. Mis ansias por verte antes han tornado a náuseas reales...

Joder...

No. No me sale.

Tus perversiones son las mías, tus fantasías son el fiel reflejo de mi alma castigada.

No. No me sale.

No puedo mentir aquí, en nuestro lecho, para creerme mejor que tú porque mis lujurias sean más aceptables que las tuyas. La diferencia reside en ser capaz de no dejarse consumir por mis perversiones.

¿Reprimida?

Por Dios que sí.

Moralidad que ata mi coño como un cinturón de castidad. Empleo, familia, amigos. Rasero sexual agotado y anticuado, pero siempre el muro que no he de saltar...

¡Pero, por favor...!

Átame, hazme daño, humíllame con tus manos, hazme una zorra con tu polla; imagíname con otro y luego hazlo, imagíname con 4 y dame el gustazo. Pégame... y después bésame...

Elévame al éxtasis y luego abandóname en mi infierno.

Y, sobre todo, nunca digas luego que esos deseos salieron de mis labios...


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