¿Lees novela erótica? ¿Te has corrido alguna vez cuando tus ojos se deslizan por las palabras escritas en páginas amarillentas, mientras sientes los latidos atenazando tu polla caliente y dura en el pantalón vaquero?

¿No has sentido como un escalofrío recorre tu espalda desde el pubis, dándote la sensación de que necesitas aire... o mejor, una boca que recorra esa verga erguida desde su base hasta la punta? Muy mojada, mucha saliva caliente resbalando por unos labios carnosos pintados de rojo que se desdibujan manchando el rostro femenino.

Mi rostro...

En su defecto puedes masturbarte, agarrar firmemente tu polla con la mano, rodear el capullo con los dedos gruesos y sentirla palpitar. Gemir.

¿Quieres correrte leyendo novela erótica? ¿Quieres que escriba porno para ti? ¿Quieres recordar estas palabras mientras estás conduciendo, acostado en la cama, o duchándote? ¿Quieres sentir como se te pone dura cuando el agua acaricia tu culo al entrar en el mar? ¿Quieres imaginarme jadear tu nombre mientras estamos separados, fantasear con cómo me masturbo tirada sobre la alfombra de mi dormitorio, como me penetro yo misma y me lamo los pezones... pensando en ti?

Como me estremezco al correrme... gritando tu nombre.

Imagina leche condensada resbalando por mis nalgas. Y ahora imagínala resbalando por mi coño rasurado. Imagina que la lames, que la chupas entera, y que yo te acompaño. Que nos pringamos entre sudor y azúcar.

Y ahora imagina que no es leche condensada...

¿Quieres?

Yo quiero que te corras pensando en mí.

Puedo hacer que te corras pensando en mí.

Puedo.

Puedo escribirte las cosas más calientes.

Puedo.

¿Quieres?

sábado, 24 de septiembre de 2011

Madera de teka

Una mesa de comedor es solo una mesa hasta que roza mis nalgas… Cuando tú, después de besarme apasionadamente, dejas caer mi cuerpo sobre la madera. Entonces, esa mesa, pasa a ser, irremediablemente, la confidente de nuestra lujuria y la cómplice de nuestros placeres.

Cuando tus manos dejan de estar bajo mis muslos  aprisionándome contra tu pelvis… esas manos se convierten en cadenas que me atan a tus deseos y al calor de tu cuerpo. Me siento secuestrada con ellas, me hacen rendir mi sexo  al tuyo. Esas manos, antes tensas por mi peso, ahora lo están más al tener que contener la agonía de querer devorarme, no dejar escapar ni un centímetro de piel a sus atenciones perversas. Acarician, aprietan, amasan, pellizcan…

Una mesa de comedor es solo una mesa hasta que apartas de un empujón las cosas que antes la adornaban, para que mi espalda se recueste sobre ella. Entonces es cama, para soportar nuestras andanzas. A la altura justa para que me ames, tan robusta que nunca la moverán nuestros envites… aunque, ¿Quién sabe?
¿Me poseerás con más fuerza cada vez, recostada sobre ella, con las piernas abiertas, o en tus caderas, o tal vez sobre tus hombros? Con la sorpresa de ver si se mueve alguna vez cuando tu verga hace mella en mi entrepierna. Salvaje, tu bombear salvaje me inunda y espero a ver si nuestros cuerpos la mueven, bendita ella.

Una mesa de comedor es solo una mesa hasta que tus manos se aferran a ella, mientras mis piernas rodean tus caderas, ofreciéndote las entrañas de mi cuerpo. Entonces es colaboradora de tus embestidas animales, de tu empuje contra mi entrepierna. Ese empuje que me enloquece y me marea, me quita el sentido y me lo devuelve convertido en placer en oleadas.
Mis manos se aferran a tu cuello para no perder la cordura. Mi cuerpo sujeto a tu cuerpo y penetrado por tu carne se siente más seguro, sabe que la ilusión de ser plena no se desvanecerá si te sujetan. No quiero que escapes, te tengo atado a mis piernas…

Una mesa de comedor es solo una mesa hasta que mi culo resbala por la madera, tanto sudor por el calor que me abrasa y tu movimiento rítmico al final hace mella. ¿Y la mesa, se ha movido? Tan atenta a tu cuerpo estaba, con mis piernas con medias de encaje a ambos lados de tu cara… Tacones imposibles… y las bragas destrozadas a la espalda.
Insisto… mis piernas se aferran a tus caderas, sobre todo cuando el orgasmo te llega. Derramarte en mis pliegues calientes y dejarme satisfecha… Últimos jadeos sobre la madera.

Aferrarte luego a mis piernas, tú que tanto las deseas, tus brazos exhaustos y tu tronco pidiendo clemencia sobre mi cuerpo rendido. Tus labios buscan mi boca, y tus palabras perversas mientras acaricias las medias… y sus encajes…

Tómalas, haz con ellas lo que quieras… No temas. Porque mis piernas son tuyas…


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